El Tuca Ferretti no es tan bueno como todos decían. Su presente en Juárez lo ha dejado claro. Sin el dinero de Tigres, sin el cobijo de Gignac, el entrenador brasileño forma parte del montón en la Liga MX. Durante años fue santificado sin merecerlo. Sus triunfos eran objeto de adulación infinita y las derrotas eran justificadas hasta el hartazgo. Hoy la protección se ha terminado.

Juárez está situado como el doceavo equipo más caro de México, según el portal Transfermarkt. Vive en la media tabla si de dinero se trata, pero el lugar 16 que ocupa en la clasificación le hace poca justicia a sus expectativas. Por algo le confiaron su proyecto a Ricardo Ferretti, un entrenador con fama de levantar muertos. Al Tuca se le adjudican valores casi militares. Sus épicos regaños forman parte del inútil patrimonio histórico de la Liga MX.

La realidad suele ensañarse con aquellos que se han aprovechado de sus bondades. Tuca fue campeón cinco veces durante su etapa en Tigres. “El equipo de la década”, se cansaron de decir todos los medios. Incluso hubo una época en la que ya se daba por descontado que Tigres sería campeón en Navidad, pues así lo hizo durante tres años consecutivos. ¿Gracias a quién? A Papá Noel Ferretti.

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La contundencia de los números podría ser irrebatible de no ser por un pequeño detalle: los títulos sólo llegaron hasta que el plantel fue el más poderoso de México. Durante sus cinco primeros años como entrenador felino, Ferretti ganó un título. Claro que fue especial y le dio crédito para toda una vida, pues con la vuelta olímpica del Apertura 2011 Tigres rompió una sequía de 29 años.

Nunca le faltaron buenos jugadores al equipo regiomontano. La norma fue construir equipos sólidos en todas las líneas. Pero en 2015 hubo un punto de ruptura gracias a la Copa Libertadores. Tigres quería tener un auténtico Ferrari para reinar en todo el continente. Trajo a Gignac como bandera de un proyecto sin precedentes. La regla era básica: gastar en los mejores jugadores disponibles en el mercado. Las llaves del Ferrari, por supuesto, las tenía el Tuca y que nadie osara poner en riesgo su mandato.

Porque claro, en algún momento el señor Ferretti tenía que ampliar las miras y ver más allá de México. En 2012 tiró la Libertadores a la basura enviando un plantel alternativo. Lo mismo que hizo con Pumas en la Concachampions 2009. Como que no le gustaban mucho las competencias internacionales al Tuca. Quizá por eso mismo no le importó perder tres finales de la Conca. Ante la evidencia del fracaso, siempre es mejor escudarse en el desinterés.

Claro que el dinero no sirvió de nada en la Final de Libertadores que los pupilos de Ferretti perdieron contra River Plate. Tigres salió a ese partido perdiendo. Estaban muertos de miedo. Marcelo Gallardo, que llevaba tres años como director técnico, le dio cátedra al viejo lobo de mar. El breve paso de Tuca por la Selección Mexicana también fue entronizado sin demasiada justificación. Quizá porque hizo lo que hoy tiene dimensión de hazaña: ganarle a Estados Unidos.

Con Tigres, la última Concachampions fue la vencida. Tigres viajó al Mundial de Clubes 2020 y disputó una final insípida contra el Bayern Múnich. Tuca Ferretti jugó a no ser goleado, fiel a su manual de instrucciones. Siempre administró con tacañería los recursos que tenía y metió el camión en la portería cuando no quería exponerse al ridículo. Ricardo Ferretti es un entrenador tradicional, casero, caduco. Todos ellos términos muy generosos. ¿Realmente podría causar indignación que decidiera aprovechar la protesta de Veracruz para hacer dos goles? Era lo normal, lo que se podía esperar de él.

Tigres fue muy indulgente con Ferretti. Porque sí, ganó cinco títulos, pero coleccionó una serie de fracasos imperdonables. No trascendió a nivel internacional con el plantel más cosmopolita que ha conocido el futbol mexicano en toda su historia. En 16 años como entrenador, el Tuca tenía dos títulos de liga (uno con Chivas y otro con Pumas). Palmarés bastante promedio solo aderezado por el hecho de nunca haber sido despedido, lo cual en México se traduce como una bendición prístina.

En Juárez no hay cobija que pueda tapar la frialdad de los resultados. Porque esa fue su cruz, santificar al resultado por encima de todo. Hoy no lo puede garantizar. Y como nunca fue generoso con el espectáculo, no tiene nada más que ofrecer. Ricardo Ferretti se ha convertido en lo que sólo el dinero supo maquillar: un entrenador común y corriente.

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