A menudo, se confunde el término “racializado” como un sinónimo de “negro”, “chino” o “gitano”. Pero no lo es. “En realidad, aúna a todos los colectivos no blancos y que se utiliza no solo para denunciar el racismo sistémico que sufrimos, sino como reivindicación de que existimos”, explica a Verne en conversación telefónica Paula Guerra. De 42 años y original de Chile, es la presidenta de la asociación SOS Racismo Madrid, a la que no le ofende que le llamen por su fenotipo.

La palabra se ha colado continuamente en la información de actualidad en los últimos días. “Hemos reorganizado el equipo de este Ministerio para que haya una presencia visible de mujeres pertenecientes a colectivos racializados. Eso significa que no asumiré la Dirección General”. Así anunciaba en Twitter Alba González Sanz (Unidas Podemos) su renuncia a liderar el área de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico-racial –dependiente del Ministerio de Igualdad– el pasado miércoles.

Fuentes ministeriales confirmaban después que la sustituta de González sería su compañera de formación Rita Bosaho. Una decisión aplaudida por colectivos antirracistas que ya preparaban un comunicado donde expresaban su descontento ante la decisión de que este departamento no fuese encabezado por una persona racializada. Bosaho, activista antirracista, fue la primera diputada negra en el Congreso de los Diputados en 2016.

Sin embargo, su nombramiento, lejos de zanjar el tema, se ha convertido en objeto de debate en redes sociales y medios de comunicación en torno al término “racializado”, que utilizan las personas de colectivos discriminados por raza o etnia para autodesignarse.

“Es una manera desde la que describir la categoría racial. Es una categoría más como pueden ser el género o la sexualidad. Estrictamente una persona racializada es alguien que recibe un trato favorable o discriminatorio en base a la categoría racial que la sociedad le atribuye”, explica el periodista Moha Gerehou en un artículo sobre el tema para eldiario.es.

Hablamos con varias activistas antirracistas sobre este término y lo que representa para los colectivos no blancos.

Paula Guerra: “La raza conlleva estereotipos”

“Yo soy mestiza, tengo sangre indígena y no indígena, aunque mi piel pueda ser más blanca que la de otros hermanos y hermanas, también soy una persona racializada porque mi condición de sudamericana conlleva unos estereotipos que derivan en una discriminación racial o étnica”, comenta Paula Guerra, de SOS Racismo.

Anna Fux: “Sirve para dar nombre a otra lucha social”

Para la activista antirracista Anna Fux (25 años), “el concepto racializado puede ser un poco complicado, como todos los conceptos que creamos ante la necesidad de darnos nombres en las luchas sociales”.

“Es importante hablar del proceso de racialización porque hay personas de las que sí se destaca su raza, pero claro, son todas aquellas que no son blancas”, dice Fux, de padre alemán y madre filipina. “Más que con mestiza, que es una palabra un poco controvertida, me siento más identificada con la palabra racializada”.

“Que exista este debate ahora mismo es sintomático de que en España todavía no se ha iniciado una conversación a escala nacional de lo que es el racismo”, concluye.

Antumi Toasijé: “Un gesto de solidaridad”

Como explica a Verne Antumi Toasijé (50 años) –director del Centro de Estudios Panafricanos y doctor en Historia, Cultura y Pensamiento–, “todas las personas, incluidas las blancas, están racializadas, por eso no creo que sea apropiado utilizar este término para referirnos únicamente a personas no blancas, aunque entiendo que se utiliza como solidaridad entre los que son discriminados por motivos raciales”.

Según el historiador español de origen colombiano, este término comenzó a popularizarse a partir de los años setenta asociado a fenómenos sociales, cuando se empezó a escuchar frases como “la racialización de la pobreza o racialización de la analfabetización” para problemáticas que se asociaban a determinados grupos de personas que no eran blancos. “Así, vemos como el verdadero problema surge de las connotaciones negativas y positivas que se establecen a las razas, pero que no siempre ha sido así”, explica Toasijé.

La palabra raza se empezó a utilizar originalmente en la Edad Media para designar, sin ninguna connotación, las líneas ascendentes de grupos de personas –lo que hoy conocemos como etnias–. “La raza irlandesa, británica, germánica, etíope, sudanesa… grupos de personas con rasgos físicos similares y relacionados, por supuesto, geográficamente”, pone de ejemplo Toasijé.

“Con el tiempo, se fueron reagrupando estas etnias en lo que hoy conocemos como razas, atribuyéndoles una serie de características, más bien estereotipos, como que los blancos eran más inteligentes o las personas negras estaban mejor dotadas anatómicamente, por ejemplo”, añade.

Lucía Mbomio: “Fruto de una lectura desigual entre personas”

Para la periodista y activista antirracista Lucía Mbomio (38 años), “estos estereotipos raciales han generado una lectura desigual entre individuos”. “A las personas blancas se las considera dentro del paradigma de normalidad, mientras que los que no somos blancos sí que estamos atravesados por un componente racial diferenciador”.

“Por eso se habla de colectivos o personas racializadas, aunque haya gente de colectivos no blancos a los que no les gusta este término porque consideran que no se está especificando las diferencias y necesidades de cada uno de ellos”, explica Mbomio, a quién no le molesta que le digan negra. “Negra, sí, o mestiza, porque lo soy, pero a mi edad que no me digan negrita para suavizarlo”, añade.

“Lo que de verdad me apena de toda esta polémica es que se haya perdido tanto el tiempo hablando de terminología y que haya tan poco respeto en la autodesignación de las personas”, dice.

María José Jiménez: “No debería haber debate en torno a un nombre”

“Que nos llamemos mujeres racializadas o mujeres gitanas viene a ser un poco lo mismo porque al final los payos nos llaman así para dejarnos claro que somos de otra raza”, dice María José Jiménez (43 años), presidenta de la Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad.

“El término racializadas surge también desde la necesidad de combatir el feminismo hegemónico blanco, europeo, centro payo que ha estado menospreciando aquellos feminismos que hablan de la interseccionalidad y el peso que tiene la pertenencia étnica o la raza”, explica Jiménez y añade que “es vital que se hable de racialización, pero el debate no se debería crear en torno a un nominalismo”.

Aurora Ali: “Con una palabra, la lucha cobra más fuerza”

Aurora Ali (40 años), activista hispano-egipcia de la Asociación Musulmana por los Derechos Humanos –con sede en Madrid–, está de acuerdo con Jiménez. Cree que “esta polémica surgida en las redes sociales en torno a la terminología es intencionada y promovida por los mismos que crean ese discurso de odio hacia las personas no blancas y que han visto que, bajo esta palabra, las diferentes luchas de personas atravesadas por violencias racistas cobran más fuerza”.

En el caso de Ali, esas violencias vienen determinadas por cuestiones religiosas pero que también extranjerizan a los individuos. “Yo soy blanca de piel, pero si llevo hiyab, inmediatamente se me asignan una serie de características que, por supuesto, van a provocar mi discriminación social”, lamenta la activista.

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