Javier Roldán

La soberbia los convierte en la némesis de sí mismos      

En su primera intervención, como presidente de la Mesa Directiva del Senado, Gerardo Fernández Noroña, ofreció a la oposición que ‘conducirá los debates con respeto e institucionalidad y, en él, tendrán a un compañero’, agregó que debían servir a la patria, ‘más allá de nuestra diferencia de opinión y proyectos’.

Así pues, de entrada, Noroña se mostraba (en contraste con lo que siempre ha sido), como un interlocutor con urbanidad política.

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Sin embargo, pocos días bastaron para que, como el lobo de Rubén Darío (aunque por distintos motivos), volviera a ser un legislador montaraz.

Precisamente, al recibir la minuta de la reforma al Poder Judicial aprobada por los diputados, el único plebeyo que cobra como patricio, soltó ufano: ‘tenemos mayoría calificada, no hay poder en la Tierra que detenga la reforma judicial’.

Pero eso no es todo, fiel a su arrogancia, además de no corregir, lanzó un mensaje a los que se manifiestan en desacuerdo con la mentada transformación: ‘los bloqueos no impedirán la reforma judicial’, o sea, ni los ve, ni los oye.

Ojalá, a diferencia de como él lo hacía, nadie se le tire al piso para detener su marcha e increparlo, no hace falta ser traumatólogo, para saber que tiene los ‘pies de barro’.

Posdata en modo mañanera; que no se le olvide que tiempo atrás, el clásico, también engreído, afirmó: ¡ni los conejos suben por ahí!

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