Luis Enrique Chalaga Macario, de 27 años, llamó por última vez a su familia el miércoles 2 de junio. Les dijo que al día siguiente debía viajar desde Monterrey, Nuevo León, donde residía, hasta Nuevo Laredo, Tamaulipas. Aunque es originario de Puebla, llevaba tres años trabajando en el norte y desde enero estaba empleado en la seguridad de una compañía de transportes. Realizó el trayecto junto a otros tres compañeros, pero desde aquella mañana no se ha vuelto a saber nada de ellos.

Ni una llamada. Ni una petición de rescate. Nada. “Hemos preguntado en fiscalía y en la empresa, pero nadie nos da información”, denuncia por teléfono María Elena Chalaga Macario, de 26 años, hermana del joven, que lleva en Monterrey desde el sábado para tratar de encontrarlo.

Los cuatro vigilantes de seguridad son las últimas víctimas de una ola de desapariciones que se registran en la carretera de Monterrey a Nuevo Laredo y que afecta especialmente a trabajadores que se dirigían a la localidad fronteriza con Estados Unidos.

Hay choferes, transportistas y, como el último grupo, vigilantes de seguridad. La Fiscalía General del Estado de Nuevo León reconoció en un comunicado del 28 de mayo que al menos 19 personas estaban reportadas como no localizadas en este trayecto desde el inicio del año.

En total, 14 fueron incluidas en 11 carpetas de investigación abiertas en el estado y otras 5 en expedientes remitidos a las autoridades de Tamaulipas. Pero a Chalaga Macario se le pierde la pista varios días después de esta publicación. Así que la lista no ha hecho sino incrementarse.

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Angie Orozco, vocera de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos (FUNDENL) denuncia que podrían ser muchas más víctimas, que las autoridades tienen conocimiento de estos eventos pero que no han puesto medidas para alertar del peligro ni tampoco están dedicando esfuerzos a las búsquedas.

La familia de Chalaga Macario supo de la desaparición tras ser alertados por Transportes Orta, la empresa en la que trabajaba el joven. El sábado 5, dos días después de que se perdiera la comunicación, representantes de la compañía los contactaron y les pusieron un vehículo para llegar a Monterrey. Allí les confirmaron que el jueves se presentó a trabajar y que viajó a Nuevo Laredo junto a otros tres compañeros para “custodiar unos elementos”, sin dar más detalles.

A partir de ese momento las versiones comenzaron a ser contradictorias. Que si rentaron un cuarto en el que fueron capturados y donde se encontraron botellas de alcohol. Que si se tomaron una foto junto a una imagen de la Santa Muerte y no se vuelve a tener noticias. Nada sobre lo que hayan presentado prueba alguna. “Cada persona con la que hablamos nos dice una cosa diferente”, dice la hermana.

Transportes Orta es una empresa que realiza envíos tanto en México como en Estados Unidos. Dispone de una flota de tráileres que Chalaga Macario se encargaba de custodiar en viajes a diversos puntos de la república. Animal Político contactó con la compañía, pero una representante declinó hacer comentarios.

Desde que se registraron las desapariciones la empresa ha tratado de mantener el asunto con bajo perfil. Cuenta María Elena que le pidieron que no denunciara hasta que hubiese pasado al menos una semana. Esto va en contra de cualquier protocolo en casos de este tipo, donde las primeras horas son cruciales para iniciar la búsqueda.

“Les preguntamos por el modelo de vehículo y por si tenían GPS, pero nos dicen que son tan viejitos que no tienen. Nos dijeron que no fuéramos a Nuevo Laredo, que no lo buscásemos en hospitales. Nos quisieron intimidar diciendo que si decíamos algo nos podía ocurrir cualquier cosa”, dice.

El martes 8, casi una semana después de la última llamada, la familia de Chalaga Macario presentó la denuncia ante la fiscalía del Estado. La institución solo reconoce haberla recibido y señala que “ante la falta de certeza en la información (ya que no se sabe ni la hora ni el lugar exacto de la desaparición) y con antecedentes de eventos similares se ha establecido comunicación con autoridades del vecino estado y avanzar en las investigaciones en tanto se formalice a través de solicitud de colaboración”.

Una ruta peligrosa

El trayecto entre Monterrey y Nuevo Laredo, de 220 kilómetros, siempre ha sido considerado de alto riesgo por la presencia de grupos del crimen organizado, especialmente el cartel del Noreste, escisión de Los Zetas. Es habitual que, en momentos de gran flujo de mexicanos residentes en Estados Unidos, como las fiestas de Navidad, estos se desplacen en caravana para evitar ser asaltados. A pesar de ello, cada día cientos de tráileres con mercancías producidas en Monterrey se desplazan por esta carretera para cruzar la frontera.

La inseguridad es una realidad con la que se convive en este territorio. Pero tiene sus picos. Y estamos en uno de los peores. Angie Orozco, de FUNDENL, explica que las denuncias por desapariciones se incrementaron desde inicios de año. Cuando se dieron cuenta de que los reportes aumentaban y las autoridades no daban respuesta, el colectivo hizo público un primer comunicado el 19 de mayo.

“Vemos con preocupación que las autoridades de Nuevo León continúan sin informar lo que sucede y sin activar medidas de protección y minimizando la inseguridad que prevalece en el Estado y la región”, decía este primer documento.

Una semana después, el 27 de mayo, FUNDENL redactó una carta dirigida a las principales autoridades de Nuevo León en la que ya advertía de la existencia de al menos 10 personas desaparecidas en la ruta.

En 24 horas llegó la respuesta de fiscalía a través de un comunicado en el que se incrementaba el número de personas no localizadas, al menos 19.

De ellas, sin embargo, Orozco aclara que cuatro ya han sido localizadas. Tres de ellas reaparecieron con vida y otra fue hallada muerta. El resto sigue buscando.

Para evitar que este tipo de sucesos siga repitiéndose, FUNDENL lanzó una alerta con recomendaciones como no viajar de noche, compartir siempre el trayecto con alguna persona y mantener comunicación cada 30 minutos. Estos consejos están basados en las normas de seguridad que maneja el gobierno de Estados Unidos, que pide a sus ciudadanos que no viajen a Tamaulipas y que impone restricciones a sus funcionarios para transitar por carreteras como la que une Nuevo Laredo y Monterrey.

Por el contrario, se queja Orozco, ninguna autoridad mexicana ha realizado un solo aviso sobre la peligrosidad del tramo a pesar de saber que las desapariciones y los asaltos no son una excepción.

El chofer de aplicación que no regresó a casa

El caso de Luis Enrique Chalaga Macario es el último de una larga lista. Lo sabe bien Verónica López, de 26 años, lleva casi mes y medio sin saber de su esposo, José Rigoberto Mata Díaz, de 28. Él también es un trabajador al que se “tragó” la tierra en su camino a Nuevo Laredo.

Se trata de un chofer de la aplicación Didi que, en ocasiones, también realiza servicios privados de transporte desde Monterrey hasta la ciudad fronteriza. Viajaba con el coche vacío hasta Tamaulipas. Allí recogía a los clientes y los dejaba en Nuevo León. Por uno de esos transportes podía ganar hasta 3 mil pesos. Una oferta muy atractiva para una pareja con un hijo de 4 años que llevaba meses atravesando dificultades económicas.

Apenas llevaba tres semanas con estos viajes cuando desapareció el pasado 23 de abril. Cuenta su esposa que aquel día madrugó mucho y que por la tarde tenía previsto asistir a una boda. Nunca llegó.

“Él siempre estaba muy al pendiente del teléfono”, explica López, resguardada en el domicilio de sus padres. Dice que la última comunicación fue un mensaje que él nunca respondió a las 9 de la mañana. Que no se preocupó ni siquiera cuando supo que no había llegado a la boda porque alguien le aseguró que había visto su coche junto a la casa de su suegra. “Tendrá un mal día o estará cansado”, pensó la mujer. Y se durmió tranquila. Al día siguiente llegó el golpe: nadie había visto a su esposo. Llevaba 24 horas desaparecido.

En México hay actualmente más de 88 mil personas sin localizar, según datos de la Comisión Nacional de Búsqueda. De ellos, más de 11 mil 500 son de Tamaulipas, mientras que casi 5 mil 500 residían en Nuevo León.

Para Verónica López, sin embargo, esta es una realidad que solo había escuchado por televisión. Y, de la noche a la mañana, se ve a si misma diciendo a su hijo de 4 años que no se preocupe, que su papá está trabajando, que ya verá cómo pronto, en cuanto se desocupe, regresa para estar con ellos.

Los únicos datos de los que dispone: que su esposo viajaba con otro compañero llamado Jorge que también está desaparecido. Que debieron recoger a una familia, porque en el último audio se escucha un bebé de fondo. Que el rastro del celular del colega llega hasta una colonia de Nuevo Laredo.

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