La oposición partidaria y mediática de México se resiste a asumir la histórica derrota que su candidata, Xóchitl Gálvez, sufrió el pasado domingo al perder las elecciones presidenciales por una contundente diferencia del 31 % de los votos frente a la oficialista Claudia Sheinbaum, la presidenta electa.
Ese día, las reacciones oscilaron de los insólitos festejos de un triunfo de Gálvez que jamás existió a la aceptación parcial del fracaso electoral. Pero después optaron por anunciar impugnaciones y denunciar un supuesto fraude.
Además, en lugar de hacer una autocrítica de la campaña opositora, la narrativa predominante de los derrotados se basa en subestimar y despreciar a los votantes y asegurar que eligieron a Sheinbaum solo porque reciben programas sociales.
También afirman que ya no hay democracia en México a pesar de que votaron más de 60 millones de personas y de que hay un Instituto Nacional Electoral (INE) independiente; y acusan que hubo inequidad y que ahora deben evitar que el oficialismo obtenga la mayoría calificada en el Congreso que le permitiría realizar reformas constitucionales.
“Pasaron de ‘el INE no se toca’, a ‘al INE se le impugna'”, resumió el analista político Ernesto Núñez al destacar otra incoherencia, ya que quienes organizaron marchas masivas para defender a este organismo de los ataques del presidente Andrés Manuel López Obrador, hoy son los mismos que ponen en duda el trabajo de las autoridades electorales, sólo porque el resultado no les fue favorable.
Vaivenes
El domingo por la tarde, antes de que hubiera resultados oficiales, Gálvez enumeró las supuestas victorias que habría obtenido la alianza opositora en las gubernaturas y jefatura de Gobierno, alcaldías y el Poder Legislativo. “Por esos resultados, está claro que ya ganamos”, dijo, aunque pidió esperar la confirmación por parte del INE.
La excandidata también escribió una serie de mensajes que sugerían irregularidades, lo que tensó la espera de las cifras oficiales, pero una vez que el INE confirmó la victoria de Sheinbaum, Gálvez reconoció la derrota.
Sin embargo, en los días siguientes volvió a poner en duda el desenlace de la elección. “Iniciamos la defensa de tu voto”, dijo al confirmar que impugnará los datos del 80 % de las casillas y que iniciará acciones legales “por la clarísima intervención del presidente en el proceso electoral” y “el evidente uso de recursos públicos en la campaña” de Sheinbaum.
Los expresidentes Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012) reforzaron las tesis conspiracionistas.
“Esto ya es una marranada. Lástima del gran sacrificio y entrega de la ciudadanía para cumplir con su deber (…) Claudia, si sigues con tu necedad y el fraude serás una presidenta espurea [sic], pero además no te vamos a aceptar”, advirtió en un mensaje que después borró.
“Estas diferencias tienen que cotejarse y subsanarse en los cómputos distritales y municipales que tendrán lugar en todo el país, que para eso son”, escribió Calderón.
El expresidente representa un irónico capítulo de la historia contemporánea de México, ya que él ganó en 2006 en unas elecciones en las que hubo sospechas de fraude debido a que obtuvo sólo un 0,5 % de votos más que López Obrador, quien entonces popularizó el lema “voto por voto, casilla por casilla” para que se revisaran las actas, lo que nunca ocurrió.
Casi dos décadas más tarde, es Calderón quien pide revisar los resultados de una elección en la que la diferencia entre la ganadora y la perdedora es de 31 % y equivale a más de 17 millones de votos.
Sketch
A las reacciones de la oposición partidaria se suman las de la oposición mediática que realizó una intensa campaña por Gálvez y que ahora fluctúa entre la incredulidad, la desazón, los insultos y el pesimismo.
Destaca el caso de Atypical Te Ve, un canal de streaming cuyas “reflexiones” electorales se viralizaron porque su clasismo es tan furioso, que más bien parecen un involuntario sketch cómico.
La actriz Laura Zapata y la escritora Guadalupe Loaeza, por ejemplo, aseguraron en ese canal que era imposible que hubiera ganado Sheinbaum porque la gente que ellas se encontraban en sus “vuelos a París” odiaba a Sheinbaum y a López Obrador y elegían a Gálvez. Luego, Zapata cantó el himno nacional y advirtió que empezaba “una guerra”.
El empresario Carlos Alazraki, dueño de ese medio, se dijo dispuesto a que “los comunistas” que van a gobernar el país le “quiten” su casa e incluso a ir a la cárcel por criticar a Sheinbaum.
Por otra parte, la politóloga y columnista Denise Dresser se viralizó al autopercibirse como una heroína de la democracia mexicana y subestimar, otra vez, a la ciudadanía.
“Me entristece saber que la mayor parte de mis compatriotas volvieron a colocarse las cadenas que les quitamos en los 80 y los 90”, dijo, lo que desató burlas en redes sociales.
Otro famoso escritor opositor, Héctor Aguilar Camín, es uno más de los que despreció a quienes votaron por Sheinbaum.
“Si te dan tu dinerito, eres un ciudadano de muy baja intensidad”, dijo al repetir la tesis de que millones de mexicanos se pliegan a los recursos que les ofrece el Gobierno, sin reconocerles capacidad alguna de discernimiento político.
“La democracia no es un factor importante para los mexicanas y mexicanos que votaron”, aseguró María Amparo Casar sin reconocer que la responsabilidad primaria de la derrota es de la candidata opositora y de quienes la apoyaron, ya que no lograron convencer a los votantes.
En ese mismo sentido, el periodista Raymundo Rivapalacio coincidió en que “la avallasadora victoria” de Sheinbaum representa “un mandato popular sólido para más autoritarismo y menos democracia”.
El empresario Claudio X. González, uno de los principales adversarios de López Obrador, provocó una de las polémicas más intensas con su reacción a la derrota.
Reclamos
“Ayer perdimos. Hay que reconocerlo y entender el por qué. Mucho que reflexionar, aprender y corregir […] Nos vienen batallas duras y hay que estar preparados y unidos”, convocó.
“¿Perdimos? […] Perdió Claudio X. González y todo lo que organizó. Parte de este clima de encono, parte de este clima de rijosidad, parte de este clima de polarización, parte de este clima que ahora sale a decir, muy a su estilo, ‘perdimos’. No, Claudio: perdiste tú”, le respondió el periodista Joaquín López Dóriga.
“¿Qué hace Claudio X. González diciendo que ‘perdimos’? ¿Qué hace Claudio X. González, una figura tan denostada, una figura tan criticada por el presidente de la República, apareciendo públicamente en las marchas, en las manifestaciones, enarbolando la bandera de la sociedad civil? […] ¿A quién representa y por qué?”, apuntó la periodista Azucena Uresti. “Quisieron protagonizar una campaña sabiendo que su imagen no beneficiaba”, añadió.
El periodista Eduardo Ruiz Healy coincidió en que el perdedor fue el empresario. “Perdió él y los ingenuos que le creyeron […] Perdió él, el grupo que lo rodeó”, afirmó y agregó: “Claudio, ya métete a la política y déjate de payasadas”.
Ricardo Salinas Pliego, otro empresario ultraopositor, prefirió compartir un cartel que promueve que se les deje de dar propinas a los meseros y a quienes limpian los parabrisas de los automóviles y dejar de donar en catástrofes en represalia contra la ciudadanía que votó mayoritariamente por Morena.
Eduardo Verástegui, un actor que intentó en vano registrarse como candidato presidencial, optó por un mensaje religioso acorde con su militancia ultraconservadora.
“México, tenemos que arrepentirnos y pedir perdón a Dios por darle la espalda. México necesita volver a ser fiel a la sagrada escritura y a la tradición milenaria de la Iglesia, sin ambigüedades ni componendas. Lo que pasó el 2 de junio es una falta de respeto a los mártires mexicanos. Así que yo los invito a dar el primer paso: pedirle perdón a Dios”, convocó en medio del desconcierto que todavía predomina en la oposición.