Oteapan pertenece al territorio del pueblo nahua, el pueblo indígena más grande de México. Se encuentra ubicado al sureste del estado de Veracruz y es uno de los 212 municipios de la entidad. Allí vive Christopher Mendoza, un joven de 20 años y con su grupo El Tapalewi (en español: ayuda mutua) lucha por la defensa de los derechos de su comunidad. Participó en la caravana de “El Sur Resiste”, un encuentro de comunidades indígenas organizado por el Congreso Nacional de Indígenas (CNI) en México. La caravana finalizó la semana pasada (04.05.2023) y tuvo como fin visibilizar e informar sobre el impacto que los megaproyectos como el Tren Maya tienen en las comunidades indígenas. Es por eso que muchos jóvenes como Christopher luchan por su territorio: “Nuestra principal causa de lucha es el territorio y lo que abarca el territorio, que es el agua, la naturaleza, los animales, la tranquilidad, la paz”, dijo Christopher a DW.

A la caravana fueron invitados defensores de derechos humanos internacionales. La mayoría son de Europa, como Branko, un activista alemán. Utiliza un pseudónimo por motivos de seguridad y contó a DW lo que presenció en la caravana: “Durante diez días viajamos por el sur de México y visitamos varias comunidades que están sufriendo por los megaproyectos aquí. Y sí, vimos que es una lucha bastante amarga, porque el país está siendo totalmente militarizado por el Tren Maya. La presencia militar está aumentando enormemente. Es realmente duro de ver”, afirma.

Los megaproyectos en México

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La construcción del Tren Maya es uno de los megaproyectos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador que tiene como fin expandir la red ferroviaria por los estados de Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Según se lee en la página oficial del gobierno de México, se construirán 1.525 km de vías férreas para así “potenciar la industria turística, proteger el ambiente y mejorar la calidad de vida de los habitantes”. Aunque en muchas comunidades se celebra este proyecto,  muchas otras están en contra.

Es así como el activista alemán presenció en la caravana “El Sur Resiste” el descontento que el Tren Maya ha causado en algunas las comunidades: “El tren no es sólo un tren, es un proyecto de infraestructura, que atraerá a varias empresas, promoverá varias fábricas industriales, que talarán la selva tropical y, por tanto, contaminarán el aire y el agua y desplazarán a las comunidades indígenas”, afirma Branko en entrevista con DW.

Pero el Tren Maya no es el único megaproyecto de México. El gobierno de AMLO también revivirá la construcción de un tren en el histórico corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec que está situado entre el océano Pacífico y el golfo de México. “Se supone habrá una enorme zona industrial y este tren se supone que es una alternativa al Canal de Panamá”, afirma Branko.

Oteapan, el municipio donde vive Christopher, está en el Istmo del lado de Veracruz y por la construcción del tren “son 2000 hectáreas que se nos quiere arrebatar”, dice él. También añade que estos proyectos lo que hacen es “dividir a las comunidades, industrializarlas y dar al mejor postor la tierra”. Y esa es la lucha de las comunidades que participaron en la caravana y que protestan en contra de los megaproyectos. Christopher afirma que el no querer perder su territorio es lo que moviliza a las comunidades: “Esto nos demostró que es un problema colectivo que compartimos con muchas comunidades del sur de México y el mundo”.

La represión de las autoridades mexicanas

En muchas protestas de las comunidades indígenas se ve la represión de las autoridades. Como lo vivió Christopher el año pasado cuando bloquearon una parte de la carretera transístmica en forma de protesta para pedir información sobre el proyecto del Corredor Interoceánico: “En vez de enviarnos información, el gobierno envió 25 patrullas de la Policía Estatal  del sur de México, a reprimir a la gente”, cuenta el joven de la comunidad de Oteapan.

Branko dice que se necesitan defensores de los derechos humanos para que observen y documenten si se viola algún derecho de las comunidades. Entonces “hay menos violencia, hay menos riesgo de que se produzca violencia”, comenta. Y, segín Christopher, sólo la presencia de estos observadores da confianza a las comunidades. 

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