Era una madrugada larga, tanto para simpatizantes como para detractores de la virtual presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, quien salió a pronunciarse el lunes tras el conteo rápido de la autoridad electoral. Mientras agradecía la llamada de jefes de Estado, se refirió a una “especial”.

Con una sonrisa, que por un instante tapaba sus orejeras tras una intensa jornada, saludó el mensaje que le extendió el actual mandatario de México, Andrés Manuel López Obrador, “un hombre excepcional, único, que ha transformado para bien la historia de nuestro país”.

“Vamos a seguir haciendo de México cada día un país más justo, democrático, libre, soberano, para seguir construyendo la grandeza de nuestra patria”, prosiguió la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Unas palabras que a pocos en la nación latinoamericana sorprende. Se trata de dos figuras estrechamente ligadas en las últimas décadas dentro del llamado “humanismo mexicano” que, además, comparte proyecto en la llamada ‘Cuarta Transformación’. Sin embargo, ya se proyectan algunas diferencias de cara a la asunción.

Las desemejanzas

Gwendolyne Negrete, integrante de la Red de Politólogas, nombró la primera: la preparación, una disimilitud reconocida por el propio López Obrador. Sheinbaum, quien es científica, profundizó sus estudios con una maestría y un doctorado en Ingeniería.

Además de gobernar la capital de México (el segundo puesto más relevante del país), fue alcaldesa de Tlalpan. Previamente, en 2011, participó en la fundación del oficialista Movimiento Regeneración Nacional (Morena), impulsado por López Obrador.

El vigente mandatario tuvo unos orígenes más vinculados a la clase política tradicional, que lo llevaron incluso a las bases regionales del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Por el contrario, ella mantuvo un perfil técnico, más académico, de lucha social universitaria.

Pese a que Sheinbaum tiene solo nueve años menos que López Obrador, la experiencia ha demostrado que ella tiene una visión más renovada sobre la crisis climática. Como física e ingeniera ha llamado la atención en varias ocasiones sobre las políticas de energía.

Otro hecho incuestionable data del año pasado, cuando Sheinbaum y decenas de mujeres de cuatro continentes fundaron, precisamente en Ciudad de México, la Internacional Feminista (IF). Toda una declaración de intereses en plena gestión capitalina.

“Es una mujer muy sensible, muy preparada que sí o sí tendrá que tomar en cuenta las cuestiones de género porque ha trabajado con ellas y para ellas, lo que le da muchísimo bagaje en conocimiento y en sensibilidad”, agrega Negrete.

Sumado a esto, son dos personalidades muy disímiles. López Obrador representa el característico liderazgo carismático latinoamericano: ocurrente, locuaz, cercano a las masas; mientras que su sucesora es introvertida, mesurada, de silueta seria.

No obstante, por decisión de la ciudadanía mexicana, Sheinbaum se convirtió en la lideresa más fulgurante de este siglo. Resultados preliminares confirman que Morena superó lo conseguido en 2018. Con 35 millones de votos la nación se tiñó de color guinda como nunca antes.

“Triunfo avasallador, con cinco puntos más que AMLO —acrónimo de Andrés Manuel López Obrador—, eso le da una amplitud de ganancia impresionante (…). Es importante identificar que la base de la pirámide económica-social está fuertemente con Morena”, afirma la experta.

Lo que viene

Bajo este contexto, desde que Sheinbaum obtuvo la candidatura de Morena se comenzó a especular sobre el rol que tendría López Obrador en el nuevo mandato de seis años que se avecina. Una duda que fue despejada rápidamente por la propia autoridad.

“Continúa la transformación”, consintió el presidente en su conferencia matutina del lunes, pero aclaró: “Ella es la facultada para tomar todas las decisiones, yo no voy a influir en nada”.

Sheinbaum respondió al respecto en varias ocasiones durante la campaña electoral e indicó que su gabinete tendría “objetivos propios”.

“Al principio será un gobierno muy marcado por su antecesor, que tendrá voz y quizás voto, pero ella tendrá que irse desmarcando, empezar a señalar su propio destino”, asegura Negrete.

En ese sentido, septiembre puede ser un momento clave, puntualizó Flavia Freidenberg, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y directora académica del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina.

Sheinbaum asumirá el mando el próximo 1° de octubre, pero un mes antes ya habrán tomado posesión los nuevos congresistas y todo apunta a una mayoría calificada de Morena, lo que implicaría que la coalición oficialista tendría “abierta la llave para las reformas constitucionales, como las propuestas que el presidente ya presentó en febrero al Congreso y, estaríamos hablando de la posibilidad de que se pudiesen aprobar durante el mes de septiembre”, avizora Freidenberg.

Se trata de un ambicioso paquete de reformas que abarca diversos ámbitos, como el fortalecimiento de programas sociales, la elección directa de los jueces de la Corte Suprema o la reducción de competencias de organismos autónomos.

Es decir, existe la posibilidad de que antes del cambio de timón en México, se autoricen las mayores enmiendas a la Constitución mexicana de los últimos tiempos. Al respecto, López Obrador ya anticipó que lo conversará con la virtual mandataria.

En abril ya avisó que piensa retirarse para dedicarse a la investigación sobre las sociedades prehispánicas en México. “No me voy a dejar fotografiar. Y ya nada de política”, añadió en su singular ‘mañanera’.

“La Presidencia de México es demasiado grande como para ser compartida, quizás esto tensiona la relación entre un liderazgo que ha estado acostumbrado a la palestra política durante mucho tiempo y ahora debería poder reservarse”, menciona Freidenberg.

Por su parte, el presidente nacional de Morena, Mario Delgado, ha acudido a múltiples medios de comunicación para ensalzar el plan C, como han tildado en Morena su meta de obtener mayoría calificada en estas elecciones, en un pronunciamiento para toda la población.

La seguridad —una de las principales falencias en la era de López Obrador—, el fortalecimiento de la economía y la ampliación de las políticas sociales serán pilares para el próximo sexenio, puntualizó Delgado.

Entretanto, Sheinbaum ya designó a Juan Ramón de la Fuente como encargado de coordinar los trabajos de transición. Un paso más antes de que se produzca el cambio de mando e inicie la “continuidad con sello propio”.

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