• Un taller de juguetes artesanales en la Ciudad de México preserva la memoria de la infancia frente a la competencia del mercado y el avance de la tecnología.

En un pequeño taller ubicado en un barrio popular de la capital mexicana, los sonidos de la madera, el metal y la pintura reemplazan a las pantallas y dispositivos electrónicos. Allí, los juguetes artesanales hechos a mano siguen siendo una forma de resistencia cultural frente al olvido, la competencia desleal del mercado y el cambio en los hábitos de consumo de las nuevas generaciones.

Carritos de madera, trompos, baleros y muñecas elaboradas con técnicas tradicionales forman parte del catálogo que este taller ha conservado durante décadas. Cada pieza es única y cuenta una historia ligada a la infancia de varias generaciones de mexicanos.

Juguetes hechos a mano frente a la competencia del mercado industrial

Los artesanos reconocen que el principal desafío es competir con juguetes industrializados de bajo costo, muchos de ellos importados, que dominan los anaqueles de supermercados y tiendas departamentales. La producción en masa y los precios reducidos colocan a los juguetes artesanales en clara desventaja comercial.

A ello se suma la falta de apoyos constantes para el sector artesanal y la escasa valoración del trabajo manual, que requiere tiempo, conocimiento y dedicación. “No vendemos solo un juguete, vendemos recuerdos”, señalan los creadores, quienes apuestan por la calidad y el valor cultural de cada pieza.

Tradición artesanal y nuevas generaciones digitales

Otro reto importante es el cambio generacional. Niñas y niños de hoy crecen rodeados de videojuegos, aplicaciones y contenidos digitales, lo que ha reducido el interés por los juguetes tradicionales. Sin embargo, visitantes nacionales y extranjeros encuentran en este taller una experiencia distinta: un regreso a la infancia sin baterías ni pantallas.

Los artesanos consideran que estos juguetes no solo fomentan la creatividad y la imaginación, sino que también fortalecen el vínculo entre padres, abuelos e hijos, al compartir juegos que han pasado de generación en generación.

Preservar la historia cultural de los juguetes mexicanos

Más allá de la venta, el taller funciona como un espacio de memoria y preservación cultural. Cada juguete representa una parte del patrimonio intangible de México, donde el juego era también una forma de aprendizaje y convivencia comunitaria.

En un contexto dominado por la tecnología y el consumo rápido, estos juguetes artesanales resisten como símbolos de identidad, tradición y nostalgia, recordando que la infancia también se construye con objetos simples, hechos a mano y con historia.

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