Al menos 9 centros de exterminio en 4 estados, donde murió un grupo indefinido de personas, fueron creados y controlados por la banda criminal Los Zetas hace una década, a semejanza de los creados por los nazis en territorio europeo durante la Segunda Guerra Mundial.

La Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) de la secretaria de Gobernación descubrió la existencia de estos tenebrosos lugares ubicados en la región noreste del país, en la zona de influencia de la temida banda criminal creada originalmente con grupos de élite del ejército mexicano y del de Guatemala.

Según refiere, estos lugares estaban ubicados en los estados de Coahuila, San Luis Potosí, Tamaulipas y Nuevo León, donde cientos o quizá miles de personas fueron asesinados y luego sus cadáveres cremados o procesados con elementos químicos.

La existencia de al menos uno de esos lúgubres sitios en una prisión de la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, ya había sido adelantada por denuncias periodísticas desde 2017.

De acuerdo con los investigadores Sergio Aguayo y Jacobo Dayán, de El Colegio de México, uno de los más reputados “think tanks” del país, la cárcel fue “pieza clave” para que los Zetas se convirtieran en una de las más poderosas maquinarias asesinas y criminales del país.

“Cuando se cocinaba a las personas, se iban poniendo chiquititas y se les iba picando con un fierro hasta que no quedaba nada. Se empinaba el barril para vaciar los residuos en el suelo, que, la mera verdad, era muy poco”, relata un testigo de cómo funcionaba este centro, citado por el estudio de Aguayo y Dayán.

Aguayo, investigador asociado del FXB Center for Health and Human Rights de la Universidad de Harvard, y Dayán, que fue director del Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México, publicaron el informe “El yugo Zeta. Norte de Coahuila 2010-2011”, a fines de noviembre de 2017.

Los Zetas fueron un brazo armado del Cártel del Golfo que se convirtió en 2010 en una banda independiente, formada primero por los “Gafes”, un cuerpo de fuerzas especiales del ejército mexicano y los Kaibiles, especializados en lucha contrainsurgente, de Guatemala.

La prisión de Piedras Negras fungía como taller mecánico para alterar o reparar vehículos de transporte droga a Estados Unidos, centro para mantener ocultos a secuestrados hasta que familiares pagaran el rescate y lugar de torturas, así como refugio para criminales fugitivos.

Sin embargo, sobre todo fue “un campo de exterminio subsidiado por el Estado, por ello de que funcionaba adentro de unas instalaciones estatales y con, cuanto menos, la omisión de ese gobierno”, indicó Dayán.

Sin embargo, la CNB ahora descubrió que entre 2009 y 2013 operaron sitios similares en otros tres estados del país.

“Los hemos denominado así: sitios de exterminio”, señaló la titular de la CNB Karla Quintana al diario Milenio, al señalar que se decidió usar el mismo término que Auschwitz, a Birkenau donde murieron millones de judíos porque “son crematorios ilegales” y emulan “hechos espeluznantes de la historia de la humanidad”.

“Son crematorios en donde se ha intentado desaparecer y pulverizar, al menos, a centenas de personas con la finalidad de que no quedara ningún rastro”, afirmó.

Este fenómeno “no tiene paralelo con ningún otro país de América y muestra un fallo casi catastrófico del Estado, que permitió que miles de sus ciudadanos fueran desaparecidos en el equivalente mexicano de los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial”, expuso.

Los nombres con los que las autoridades identifican estos sitios son los de las aldeas o ciudades donde fueron hallados, como Abasolo (Tamaulipas), Moctezuma (San Luis Potosí), La Mano (Nuevo León) y Estación Claudio (Coahuila).

El engranaje del horror incluye pozos de varios metros de profundidad, en los que se “procesaba” a grandes cantidades de cadáveres o toneles donde se disolvían los cuerpos con sustancias químicas.

“Uno todavía puede detectar ahí el olor a ácido, el olor a diésel, el combustible con el cual fueron cremadas estas personas. La motivación es clara, es no dejar rastro alguno”, indicó Quintana.

La funcionaria señala que “la pregunta que nos tenemos que hacer es ¿cómo puede suceder algo de estas dimensiones? La gente sabía. Las autoridades sabían. Algo de estas dimensiones no puede suceder sin que exista conocimiento de lo que estaba pasando”.

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