El expresidente mexicano Luis Echeverría (1970-1976), un personaje de triste memoria y al que es considerado el “símbolo del populismo” en México, cumple hoy un siglo de vida, enfermo, casi en el olvido total y sometido a un implacable juicio de la historia.
El escritor Enrique Krauze señaló que Echeverría, el ex jefe de Estado más longevo en los anales del país, es un hombre que “cerró el sistema político y reprimió la libertad de expresión”, además de que “desalentó la inversión privada, sextuplicó la burocracia” y llevó al estancamiento a la economía del país.
Sin embargo, los peores pecados que se le atribuyen son las masacres de estudiantes en zonas céntricas de la capital del 10 de junio de 1971, que causaron al menos 17 muertos y decenas de desaparecidos y del 2 de octubre de 1968, cuando era ministro de Gobernación, que provocó decenas de muertes.
En ambos casos, el primero llamado “Jueves de Corpus”, ocurrido en un sector llamado Casco de Santo Tomás, y el segundo en el barrio de Tlatelolco, la policía y el Ejército reprimieron a manifestantes antigubernamentales durante sendas protestas en zonas céntricas de la capital.
Krauze recordó que tras la matanza del “Jueves de Corpus”, inscrita en el aciago período de la represión contra grupos de izquierda y organizaciones clandestinas, Echeverría culpó a las “fuerzas oscuras” que conspiraban en su contra y ofreció llevar adelante una investigación rigurosa.
“Por esa sed insaciable de poder y por su temperamento personal, Echeverría ha terminado por creerse un Mesías, es decir, el escogido por Dios para revelar al mundo la verdad”, escribió en 1976, en la revista Plural, el economista e historiador Daniel Cosío Villegas.
El politólogo Ulises Corona compara a Echeverría con el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, al indicar que sus políticas públicas son similares. Corona recordó que durante el gobierno de Echeverría tuvo lugar la llamada “guerra de baja intensidad” dirigida a frenar a los movimientos de oposición armada surgidos después de la masacre de 1968, de la cual habría sido autor intelectual, lo que derivó en la desaparición forzada de cientos de personas y disidentes a su gobierno.
En 2006, Echeverría se convirtió en el primer expresidente mexicano en recibir dos órdenes de detención por genocidio e incluso cumplir una prisión domiciliaria, aunque finalmente en 2009 fue absuelto de toda responsabilidad.
Al ex jefe de Estado no sólo se le recuerda por la represión, sino también por la inflación rampante atribuida a su mal manejo de la economía, a pesar de que aumentó varias veces el salario mínimo de los trabajadores, pero este perdió la batalla ante la devaluación y los precios desbocados.
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Los expertos recuerdan que su gobierno estatizó empresas quebradas con el pretexto de sostener los empleos, sin lograr sacarlas a flote, sino al contrario, empeorando su ineficiencia y convirtiéndose en fuentes de corrupción.
En su gobierno se abandonó el tipo de cambio fijo que existía desde 1954, y el peso se devaluó frente al dólar un 100%, mientras la deuda externa aumentó de 6.000 a 20.000 millones de dólares, recordaron los especialistas.
Cosío Villegas, uno de los más tenaces críticos de Echeverría, en su libro “El estilo personal de gobernar”, publicado en 1974, que vendió cerca de 100.000 ejemplares, un verdadero récord para su época, pintó al mandatario como “el rey de la fábula: desnudo en sus decisiones irresponsables y erráticas”, recordó Krauze.
“Echeverría está convencido de que, quizás como ningún otro presidente revolucionario, se desvive literalmente por hacer el bien a México y los mexicanos. De allí salta a creer que, quien critica sus procedimientos, en realidad duda o niega la bondad y limpieza de sus intenciones”, señaló Cosío Villegas.
Otro experto y crítico tenaz de su gestión, el poeta e intelectual Gabriel Said, señaló que “en vez de usar los poderes que tuvo para servir al país, los reinvirtió en adquirir más poder”.
“Se dedicó apasionadamente a hacer crecer la silla presidencial, hasta que le quedó grande”, afirmó Said, autor de “Para leer en bicicleta”.