Los rusos que intentan entrar en Estados Unidos por la frontera con México están frustrados porque no consiguen entrar como los ucranianos, a pesar de haber abandonado su país por la guerra.

Las autoridades estadounidenses han dejado pasar a decenas de ucranianos esta semana, pero los rusos siguen en el limbo, lo que ha llevado a algunos a acampar en el pavimento junto a una valla fronteriza, desafiando las advertencias de las autoridades mexicanas de que se vayan.

Irina Zolkina, una profesora de matemáticas que abandonó Moscú con sus cuatro hijos, rompió a llorar cuando un agente fronterizo estadounidense echó un vistazo a su pila de pasaportes rusos y movió la cabeza de lado a lado, diciendo que tendrían que esperar, poco después de que otros funcionarios hicieran pasar a seis hombres ucranianos.

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“Son tantos años de miedo que estamos viviendo (…) es horrible dentro de Rusia también”, dijo a Reuters en la ciudad fronteriza mexicana Tijuana, frente a San Diego, California.

Zolkina mostró a Reuters un video de la BBC que muestra su detención por asistir a una protesta contra la guerra el 24 de febrero, el día en que Rusia invadió Ucrania en lo que el Kremlin ha llamado una “operación militar especial” que los aliados occidentales han denunciado.

La mujer fue liberada unas horas más tarde y salió de Rusia con sus hijos la semana siguiente, confesó, pasando por Taskent, la capital uzbeka, y Estambul, en Turquía, antes de llegar al balneario mexicano Cancún, un punto de partida habitual para los rusos que se dirigen a la frontera con Estados Unidos.

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Más de tres millones de ucranianos se han convertido en refugiados, según las Naciones Unidas, la mayoría de ellos en países fronterizos con Ucrania. Miles de rusos también han abandonado su país, según los medios de comunicación.

Algunos ucranianos que cruzan en Tijuana han obtenido permiso para permanecer en Estados Unidos durante un año.

Cuando se le preguntó el jueves sobre los ucranianos y los rusos en la frontera, el secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Alejandro Mayorkas, dijo que el gobierno estaba ayudando a las personas que huían de Ucrania y que se estaban considerando otros programas para ampliar la ayuda humanitaria.

La frontera entre Estados Unidos y México se ha cerrado a la mayoría de los solicitantes de asilo en virtud de una política contra la pandemia del coronavirus.

Un portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, preguntado por la política actual hacia los rusos, dijo que la agencia hace excepciones a la orden caso por caso para “individuos particularmente vulnerables”.

“INJUSTO”

Dos docenas de otros rusos han tenido que recurrir a gruesas mantas para dormir a metros del muro fronterizo, con la esperanza de que los funcionarios estadounidenses escuchen sus súplicas.

“Es injusto que no podamos entrar”, se lamentó Mark, de 32 años, gerente de un restaurante que llegó desde Moscú con su esposa, volando a México vía Turquía y Alemania a principios de marzo.

Ambos fueron detenidos durante tres días el año pasado tras protestar en apoyo del líder opositor encarcelado Alexei Navalny, contó Mark, que pidió que no se revelara su apellido.

El hombre sostuvo que volver a Rusia no era una opción tras la nueva legislación que impone hasta 15 años de cárcel por acciones que desacrediten al ejército ruso.

“Nuestra decisión es estar aquí y esperar en el suelo”, confesó, sentado en una manta mientras observaba cómo cientos de turistas y ciudadanos estadounidenses entraban en San Diego. “Si abandonamos este lugar, todo el mundo se olvidará inmediatamente de este problema”.

Entre octubre de 2021 y enero, los datos del gobierno estadounidense mostraron que los agentes fronterizos se encontraron con unos 6.400 rusos, algunos de los cuales dijeron ser disidentes y están ahora en Estados Unidos.

En Tijuana, la semana pasada, funcionarios mexicanos repartieron folletos en ruso con una lista de refugios para migrantes cercanos y una carta en la que se decía que los rusos podían solicitar asilo pero no debían acampar en la concurrida frontera.

Permanecer allí aumentaba “el riesgo de que Estados Unidos decidiera cerrar el cruce por razones de seguridad interna”, decía la carta firmada por el director de migración de Tijuana, Enrique Lucero. El Instituto Nacional de Migración mexicano no respondió a una solicitud de comentarios.

Por el momento, los rusos no se mueven.

Mijaíl Shliachkov, de 35 años, sentado en un catre bajo una sombrilla para resguardarse del abrasador sol, aseguró que llegó a México con su esposa al día siguiente de la invasión, temiendo que lo llamaran a pelear contra parientes cercanos en Ucrania.

“No quiero matar a mis hermanos”, confesó, mostrando una foto de su certificado de nacimiento en el que se indica que su madre nació en Ucrania.

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