En el mitin organizado este sábado para conmemorar los siete años del triunfo de Morena, Claudia Sheinbaum aseguró que “la mayoría de los jóvenes” están con la Cuarta Transformación, que el T-MEC “continuará sin riesgos” y que “ninguna campaña derrotará a la presidenta”.
La afirmación se produce en un momento políticamente incómodo para el oficialismo. Pocos días antes, la llamada Generación Z irrumpió en las calles con manifestaciones que exhibieron un descontento juvenil creciente y un rechazo cada vez más visible al relato gubernamental sobre seguridad y rumbo nacional.
La respuesta fue un Zócalo saturado desde antes del amanecer, con contingentes transportados en autobuses, grupos sindicales como el SNTE y una operación de movilización que poco tiene de espontánea. Más que celebración, el acto se convirtió en un esfuerzo por reimponer control después del golpe político que significó el protagonismo juvenil.
En su intervención, Sheinbaum no solo reiteró que la juventud está “en su gran mayoría” con la 4T”. También sostuvo que el T-MEC “continuará sin riesgos”, intentando proyectar estabilidad en un contexto donde su gobierno ha enfrentado cuestionamientos sobre certidumbre económica y reglas de inversión. La mención funciona como un mensaje hacia sectores empresariales y observadores internacionales que han seguido con atención las tensiones del acuerdo.
Además, la mandataria advirtió que “ninguna campaña sucia, venga de donde venga, vencerá a la presidenta ni al pueblo de México”. El planteamiento no es menor. Posiciona a su administración como objeto de una ofensiva orquestada y busca blindar políticamente a la presidenta ante críticas externas, internas y particularmente digitales, donde la inconformidad juvenil ha crecido.
Las lonas de apoyo colocadas frente a Palacio Nacional, las banderas, los banderines sindicales y la escenografía montada para proyectar fuerza política reforzaron la imagen que el gobierno buscaba transmitir. Sin embargo, persiste la pregunta central: ¿esta multitud representa realmente a la juventud mexicana o solamente a la capacidad del oficialismo para movilizar estructuras afines?
El contraste entre la marcha juvenil y el mitin oficialista deja claro que el conflicto no es por la ocupación física del Zócalo, sino por la legitimidad política. Mientras Sheinbaum intenta restablecer hegemonía mediante demostraciones masivas, una generación entera -más autónoma, crítica y ajena al guion oficial- insiste en poner sobre la mesa problemas que el gobierno no ha resuelto. Y, a diferencia del acarreo, esa movilización no depende de operadores.










