El estandarte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es la ‘lucha contra la corrupción’, una bandera que lleva casi como insignia en la frente, pero que no logra saltar del discurso a la acción.
El mandatario se esfuerza una y otra vez en ‘endiosar’ a la llamada Cuarta Transformación al destacar el combate que su administración está llevando a cabo contra uno de los males que históricamente ha aquejado a México, pero basta con revisar los datos y las victorias que presume para percatarse que no hay resultados, y que si los hay, no son precisamente gracias a su gobierno.
“El exjefe de la petrolera estatal de México, Emilio Lozoya, fue extraditado de España hace más de un año por presuntos sobornos. Pero fue solo después de que las fotos de él comiendo pato de Pekín en un restaurante de lujo desencadenaron la indignación pública el mes pasado que los fiscales solicitaron que lo pusieran en prisión preventiva”, sostiene un artículo del Financial Times publicado este lunes titulado López Obrador tiene poco que mostrar por su lucha contra la corrupción.
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Y claro, el caso de Lozoya, que ahora podría ser la aportación más grande de la 4T en el combate a la corrupción, fue solo porque la periodista y columnista de El Financiero, Lourdes Mendoza, reveló la foto del exdirector de Pemex cenando en el Hunan.
Eso desató un gran escándalo mediático, pero, de no haber sido así, ¿Lozoya seguiría gozando de privilegios?
El discurso contra la corrupción de AMLO se le ha vuelto casi una obsesión que lo llevó como un ‘tesoro preciado’ a las Naciones Unidas el pasado nueve de noviembre. Y esa obsesión no le permite ver que del ‘dicho al hecho, hay mucho trecho’.
“Transparencia Internacional ubica a México en el lugar 124 de 180 países. El fiscal federal anticorrupción solo ha logrado asegurar dos sentencias por delitos en más de dos años y medio en el cargo, dijo un experto. Los casos de alto perfil tardan en avanzar”, destaca en la edición de hoy el periódico británico.
“No tienen una política de enjuiciamiento penal (…) eligen casos por razones muy poco claras. Esa arbitrariedad es una mala señal en la fiscalía”, comentó Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Internacional en México, en entrevista para el Financial Times.
Y volvemos a lo mismo, López Obrador está más preocupado por mostrar una imagen de austeridad, que por las acciones y los resultados que su gobierno está teniendo.
“Seguimos teniendo el mismo problema, no tenemos instituciones. El presidente no ha invertido nada de su capital político o recursos, no es parte de su proyecto el fortalecimiento de las instituciones”, dijo Edna Jaime, directora del Think-Tank México Evalúa.
Un claro ejemplo es la Guardia Nacional, una institución debilitada que no tiene una estrategia clara de seguridad. La política de ‘abrazos, no balazos’ tiene desatados a las organizaciones criminales sin que los elementos de la GN puedan hacer algo al respecto. La tarea del ejército ya no es enfrentarse al crimen organizado, sino ‘cuidar’ el territorio de los carteles.
López Obrador utiliza las ‘mañaneras’ para hacer propaganda de la Cuarta Transformación, pero con muy pocos datos que lo respalden.
“En una de sus conferencias de prensa matutinas diarias el mes pasado, López Obrador prometió publicar detalles de quienes han sido sancionados o acusados de corrupción. El comunicado posterior dijo que miles de funcionarios habían sido excluidos del gobierno y se habían presentado cientos de denuncias penales, pero no mencionó una sola condena penal”, critica Financial Times.