Desde siempre suscitó sentimientos contrastantes entre los súbditos de Su Majestad, Camilla Parker Bowles, de 75 años, la segunda esposa del príncipe Carlos, ahora finalmente rey.
Una mujer que supo luchar en segundo plano, esforzándose por años en romper la barrera de recelo de los medios y de aquella parte de la opinión pública ligada a la memoria de Lady Diana, ícono aún popular, que la detestaba por la cercanía con el príncipe de Gales y que en ella veía la ruina de su familia.
Y consiguió, finalmente, conquistar incluso a la soberana Isabel, que solo recientemente la promovió al rol de reina consorte cuando su hijo Carlos se convirtiera en rey.
Carlos y Camilla se conocieron en 1970 en un partido de polo. Camilla, un año mayor que Carlos, lo descoloca al recordarle que una bisabuela suya, Alice Keppel, fue la amante de un bisabuelo de él, el rey Eduardo VII.
El príncipe tenía entonces 22 años, la cortejó por espacio de seis meses, pero luego partió para una formación en la Marina sin el coraje de dar el paso decisivo y pedirle matrimonio.
Camilla tomó entonces las riendas de su vida y se casó con un apuesto oficial, Andrew Parker Bowles, con el que tuvo dos hijos, Tom y Laura Parker Bowles.
Casamiento que golpeó muy duramente a Carlos en su corazón.
Como narran las crónicas de los principales observadores de la Casa Real, solo en ese punto Carlos se dio cuenta de cuanto verdaderamente la amaba.
Una revelación en retrospectiva, quizás también por el clima de desconfianza que se respiraba en el palacio de Buckingham con relación a Camilla, considerada en palacio “una muchacha con pasado”, esto es no virgen.
Recelo que incluso no impidió a los dos construir una relación clandestina, convirtiendo a Camilla en la amante del príncipe, que siempre la consideró la mujer de su vida, la única capaz de comprenderlo realmente.
Pero es con la muerte de la “princesa del pueblo” que cambia decididamente la perspectiva en torno a Camilla, a más gracias a un cambio de imagen, luego de su divorcio y finalmente matrimonio con el príncipe, que consagró su imagen de mujer capaz de estar junto al heredero al trono, sin cometer jamás un error o dejar escapar una frase de más, y encarnar con gracia el modelo de mujer estable, y mostrar un rol determinante para la familia, como pedía la suegra e imponía el protocolo.
Con los años supo asimismo acercar al marido a sus hijos, William y Harry, después de un período turbulento luego de la muerte de Diana.
Pocas las entrevistas o chismes que se filtran en el palacio. Entre sus pasiones figura la lectura, como reveló ella misma durante una entrevista, cuando invitó a los padres del Reino a leer algunas páginas a sus propios hijos pequeños cada día, para “guiarlos en un viaje de descubrimientos”.