Mientras muchos países vieron tambalear la reputación de sus políticos por su gestión de la pandemia de la covid-19, la confianza de los suizos en la estabilidad de sus instituciones ha aumentado desde entonces, un sentimiento que se pondrá nuevamente a prueba en las elecciones federales del domingo.
Según el estudio “Seguridad 2023” de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, la confianza del pueblo suizo en sus instituciones ha crecido de forma sostenida desde la celebración de los anteriores comicios generales en 2019.
Esta alta fiabilidad del Gobierno suizo no es un fenómeno reciente, ya que se ha mantenido al alza en las últimas dos décadas y ha actuado como elemento fundamental para dotar al país de la resiliencia necesaria contra las crisis que han debilitado a otras democracias.
En este sentido, el sistema democrático europeo se ha visto recientemente erosionado por una tendencia política de declive de la centroizquierda política frente al aumento de los partidos populistas de derecha y la irrupción de la extrema derecha, la cual ha pasado de estar al margen del espectro político a conseguir puestos de poder.
En cambio, el voto suizo se ha mantenido estable desde mediados de los años 90, con un apoyo que se reparte de más a menos entre un gran partido populista de derechas, el Partido Popular Suizo; uno socialdemócrata tradicional, el Partido Socialista Suizo; otro liberal, el Partido Liberal Radical; y un partido democristiano, que recientemente ha sido renombrado como Alianza del Centro.
Este arraigado sistema de partidos se ratificó en las últimas elecciones federales de 2019, cuando el Partido Popular Suizo se hizo con la mayoría de los votos (25,6 %), seguido por los socialistas (16,8 %), los liberales (15,1 %), el partido ecologista de Los Verdes -con el mayor crecimiento de su historia- (13,2 %) y los democristianos (11,4 %).
Este domingo los suizos acuden de nuevo a las urnas para elegir a los miembros del Parlamento nacional, integrado por dos cámaras, la alta o Consejo de los Estados (46 escaños), que representa a los 26 cantones; y la baja o Consejo Nacional (200 escaños), que representa de forma proporcional al pueblo suizo.
El órgano parlamentario, encargado del poder legislativo, elige o ratifica a su vez a los siete integrantes del Consejo Federal (Poder Ejecutivo), que comparten el poder de forma igualitaria, se reparten los siete ministerios existentes y rotan anualmente en la presidencia del país.
Desde hace décadas, políticos de los cuatro principales partidos están representados en el Consejo Federal, lo que en Suiza es denominado “fórmula mágica” y define un Gobierno de gran coalición inédito en otras partes de Europa.
Del mismo modo, el Tribunal Federal, que representa al Poder Judicial en el Estado suizo, es reelegido por el Parlamento cada seis años.
Además, la democracia semidirecta, que permite que los suizos mayores de edad pueden no sólo ejercer su derecho al sufragio, sino también proponer votaciones sobre cuestiones determinadas u oponerse a medidas del gobierno, actúa como un elemento estabilizador.
Para ello existe el derecho de iniciativa popular que requiere de la recolección y validación de al menos 100.000 firmas si el objetivo es que se convoque a un referéndum nacional, y menos si se trata de consultas populares a nivel cantonal o comunal.
Los ciudadanos pueden también impedir la entrada en vigor de leyes mediante un referéndum facultativo si logran reunir un mínimo de 50.000 firmas.
Esta participación directa del pueblo en el espacio político se complementa además con el derecho de referéndum de los cantones (divisiones administrativas del país, con un alto grado de autonomía), que pueden exigir la celebración de una votación que decida si una ley federal que les afecta entra o no en vigor.
Para evitar los excesos y el desorden que provocaría que los 26 cantones utilizaran este derecho de forma regular, se pide que un mínimo de ocho cantones se pongan de acuerdo y lancen conjuntamente la petición de referéndum.
De este modo y mediante la interdependencia de los niveles políticos -la Confederación, los 26 cantones y los 2,172 municipios-, el federalismo del país salvaguarda el concepto de “unidad en la diversidad” que le permite permanecer inamovible ante el reciente incremento de la agitación política internacional.