Desde que comenzó la guerra en Ucrania, Estados Unidos ha respondido a las constantes amenazas nucleares del líder ruso, Vladímir Putin, con la misma frase: “No vemos un peligro inminente de un ataque nuclear”.
La moderación contrasta con la urgencia de los órdagos del Kremlin y se basa, según expertos, en amplios análisis de inteligencia y en el estudio del terreno por vía satélite.
Pero con la aparente caída del último tratado de control de armas atómicas entre las potencias -el Nuevo START, que obliga a Washington y a Moscú a compartir información sobre el número y la ubicación de sus ojivas nucleares-, el margen de error no hace más que crecer.
“EE.UU. todavía tiene capacidades de inteligencia para ayudarles a entender qué tiene Rusia y qué está haciendo, en términos de armas nucleares”, explica Emma Claire Foley, analista de Global Zero -un grupo que lucha por la abolición de las armas atómicas.
Sin embargo, la experta advierte de que, a medida que pase el tiempo, este rechazo deliberado de la transparencia creará “cada vez más espacio para la incertidumbre y para asumir lo peor”.
CÓMO MIDE EE.UU. EL RIESGO DE UN ATAQUE NUCLEAR
Una pista sobre las capacidades de Washington para valorar la posibilidad de que Rusia utilice armas nucleares se puede intuir en las constantes aclaraciones que hace el Gobierno estadounidense cada vez que Putin amenaza con usarlas en Ucrania.
Después de que en noviembre el periódico The New York Times publicara una noticia de las supuestas conversaciones entre generales rusos sobre el uso de armas atómicas, John Kirby, uno de los portavoces de la Casa Blanca, aseguró que “no hay muestras de que Rusia se esté preparando” para utilizar este tipo de armamento.
El mensaje fue repetido recientemente, en declaraciones a EFE, por un funcionario del Departamento de Defensa, que añadió que Estados Unidos dispone “de una variedad de formas de monitorizar la guerra de Rusia en Ucrania”, pero sin entrar en más detalles por “motivos de seguridad operacional”.
“Si se viera que los misiles móviles empiezan a abandonar sus garajes, o que los bombarderos realizan más vuelos de lo normal, eso sería una señal de que los rusos se disponen a atacar”, aclara, por su parte, el exjefe de verificación del Organismo Internacional de la Energía Atómica Tariq Rauf.
Rauf explica que, a día de hoy, incluso la población civil puede estar al tanto de la posición y el estado de los silos, misiles y sistemas de lanzamiento rusos a través de imágenes tomadas por satélites comerciales.
Así, mientras las fuerzas nucleares del Kremlin permanezcan en el mismo nivel de alerta y EE.UU. no vea movimientos de misiles, en Washington seguirán diciendo que están preocupados, pero que no ven indicaciones de un ataque inminente, añade.
UNA CUESTIÓN DE RETÓRICA
La posición de los misiles y el movimiento de los bombarderos no es lo único que da a las autoridades estadounidenses una idea del riesgo nuclear en Ucrania; también la retórica es importante.
Según Daryl Kimball, director ejecutivo de la Asociación por el Control de las Armas (ACA), cuando salió la historia de los generales rusos discutiendo la posibilidad de usar armas atómicas, muchos en el Gobierno estadounidense cambiaron su valoración del riesgo de un ataque nuclear.
“Desde entonces ha habido un rechazo diplomático importante de las amenazas nucleares de Putin, no solo por parte de EE.UU., sino de funcionarios chinos y del propio (presidente de China) Xi Jingping”, asegura el experto, hasta el punto de que el propio Putin negó en diciembre que tuviera intención de usarlas.
Para Kimball, la posibilidad de que el Nuevo START deje de funcionar -de momento Rusia solo ha cancelado su participación en el régimen de verificación, pero seguirá respetando el límite de ojivas- no genera tanto una amenaza de uso, sino de que los arsenales de las dos potencias dejen de estar constreñidos.
Esto aumentaría el riesgo de cometer fallos de cálculo en el caso de que hubiera algún accidente o de que Rusia decidiera usar un ataque nuclear limitado en Ucrania al verse ante la perspectiva de sufrir una derrota.
UN FUTURO INCIERTO
Para los tres expertos, la fragmentación del Nuevo START aleja todavía más la posibilidad de que EE.UU. y Rusia se pongan de acuerdo en la elaboración de un nuevo pacto para sustituirlo. Más allá del cumplimiento de los rusos, el tratado caduca en 2026.
Kimball asegura que ha tenido conversaciones con cargos “de muy alto rango” en la Administración de Biden que están muy comprometidos con devolver a Rusia al Nuevo START y con negociar límites a los arsenales nucleares.
Pero la inestabilidad política en Estados Unidos, y la imprevisibilidad de la guerra en Ucrania, hacen difícil pensar en un acuerdo formal.
Los tres expertos creen, sin embargo, que se podrían alcanzar compromisos informales entre mandatarios que permitan seguir manteniendo una mínima ventana para la desescalada.
La alternativa, advierten, es ir cegándonos, progresivamente, a nosotros mismos.