El presidente de Rusia, Vladímir Putin, afirmó este domingo que el suministro de municiones de racimo al régimen de Kiev “debería considerarse un crimen”, señalando que tiempo atrás los propios estadounidenses calificaban así su uso.

Al ser preguntado por la prensa sobre el suministro de este tipo de munición a Ucrania, Putin subrayó que Washington decidió tomar esta medida debido a la escasez general de municiones en su propio arsenal. Recordó que las Fuerzas Armadas ucranianas utilizan hasta 5.000-6.000 municiones de calibre 155 al día, mientras que EE.UU. solo produce 15.000 municiones de este tipo al mes. “No tienen suficientes, y Europa no tiene suficientes, y no han encontrado nada mejor que proponer el uso de municiones de racimo”, afirmó.

El mandatario señaló que Moscú, por su parte, dispone de reservas suficientes de diversos tipos de municiones de racimo. “Hasta ahora no las hemos utilizado. Y no hemos tenido tal necesidad, a pesar de la conocida escasez de municiones en un determinado período de tiempo. Pero no lo hemos hecho”, subrayó.

Al mismo tiempo, Putin afirmó que si municiones de racimo son utilizadas contra las fuerzas rusas, Rusia “por supuesto se reserva el derecho a tomar medidas recíprocas”.

La Casa Blanca anunció el pasado viernes un nuevo paquete de asistencia militar a Kiev que incluirá este tipo de arma. El presidente estadounidense Joe Biden afirmó que fue una decisión “muy difícil” pero necesaria. Mientras tanto, una serie de países, como España, Canadá, Alemania y Austria, expresaron su rechazo al envío de esos proyectiles a Kiev, alertando el peligro que suponen para la población civil.

Mientras tanto, el jueves Douglas Sims, director de operaciones del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., anunció que Washington ya ha suministrado municiones de racimo a las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Las municiones de racimo, que se usaron por primera vez durante la Segunda Guerra Mundial, pueden emplearse en cohetes, bombas, misiles y proyectiles de artillería. Una vez lanzadas, se abren en pleno vuelo, esparciendo muchas minibombas sobre una amplia zona.

Los críticos argumentan que, al dispersarse, estas submuniciones pueden mutilar y matar a civiles, a lo que se une el riesgo asociado a los proyectiles sin estallar, que representan un peligro durante años.

Debido a la incidencia letal de estas armas en la población civil, 123 países adoptaron en 2008 una convención que prohíbe el uso de las bombas de racimo. Cabe destacar que 111 naciones son parte del convenio, mientras que solo 12 son firmantes.

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