Los liderazgos presidenciales en América Latina exhiben recursos de poder devaluados, con una estabilidad ejecutiva que se encuentra muy lejos de la ansiada por sus exponentes, resumió la Universidad de Buenos Aires (UBA) en un informe reciente.

Un texto de 42 páginas en el cual el Observatorio de Liderazgo Político en América Latina (Olpal) de la UBA analizó la situación actual en la región, específicamente en la parte sureña, desde la Argentina de Javier Milei hasta la Bolivia de Luis Arce.

“Estos líderes enfrentan una situación económica, política y social extremadamente compleja”, estima Santiago García, miembro del Observatorio y uno de los directores del informe, tras contestarle un cuestionario a RT.

Anuncios

Menciona una “posición política institucional frágil” en la zona. En su balance, la Olpal destacó la “situación política inestable y de confrontación” que se vive especialmente en Perú, donde Dina Boluarte afronta acusaciones de corrupción.

El caso de la mandataria peruana es particular. A pesar de que no tiene bancada en el Congreso, ni siquiera partido propio, alcanzó un “pacto de no agresión” con el fujimorismo y otras fuerzas conservadoras. De hecho, hace una semana rechazaron tres intentos de destitución, en una nación que hace poco contó seis presidentes en cuatro años.

En cambio, en los casos de Argentina, Chile, Colombia y Ecuador sus dirigentes tampoco tienen mayorías parlamentarias y eso les ha impedido impulsar sus principales reformas.

“Observamos cómo la interacción del presidente con otros poderes del Estado afecta su capacidad de mantener el control y llevar a cabo su agenda, así como de enfrentar desafíos y neutralizar amenazas a su continuidad en el cargo”, señala el especialista.

Los cambios

En los últimos años la región latinoamericana ha cambiado su panorama. La precariedad de su institucionalidad ha propiciado incluso una “rápida circulación de las élites políticas”, entendida como un “frecuente y acelerado reemplazo de líderes y grupos en el poder”.

“Las élites tradicionales han perdido estabilidad y control, ya que los recursos de poder de los presidentes están siendo tensionados por un electorado y un sistema político cada vez menos tolerante”, afirma García.

Desde 2015, esta zona ha registrado 31 sufragios y las agrupaciones en el Gobierno solo lograron mantenerse en nueve ocasiones, es decir, en apenas el 29 % de los casos, precisó la Olpal.

“La rápida circulación de élites y la elección de liderazgos nuevos son reflejos de un descontento popular creciente, de crisis de representación no saldada y de una fragmentación política”, explica García.

No obstante, aclara: “Esto no quiere decir que las élites tradicionales hayan perdido influencia, sino que su capacidad para mantener el poder se ve interpelada por estos cambios”.

El carácter internacional

Para el experto, el contexto geopolítico y económico internacional también dificulta la estabilidad presidencial y el cumplimiento de las promesas de campaña.

Hace menos de cinco años, en diciembre de 2019, se encontraron los primeros indicios de un virus desconocido que desencadenó una enfermedad conocida como covid-19 y obligó a un confinamiento mayúsculo, con todo lo dañino para la economía mundial que eso significó, puntualmente en Latinoamérica.

“El análisis de los presidentes sudamericanos de este período es un claro indicador de las dificultades que conlleva gobernar en nuestra región en esta última etapa”, opina.

Muy diferente a lo que se vivió a principios de siglo, con una región inclinada a la izquierda y un alza de las materias primas. Un clima ideal para la unificación, escenificada en el nacimiento de diversos mecanismos de integración regional.

Uno completo como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), uno subregional como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) e incluso uno mayormente económico, como el Mercado Común del Sur (Mercosur), entre otros.

“Estas organizaciones fueron impulsadas para profundizar la cooperación y así como los procesos de integración regional, su ‘desatención’ nos indica que vivimos tiempos de relaciones y acuerdos bilaterales”, piensa García.

Así se plasma en el documento de la Olpal, exactamente en el caso uruguayo, con Luis Lacalle Pou privilegiando precisamente las relaciones y acuerdos bilaterales por sobre bloques regionales, una decisión que ha paralizado el Mercosur.

“El abandono de estructuras regionales como la Celac, Unasur y las dudas en torno a Mercosur tienen un impacto significativo en la fragmentación política de la región, que no es otra arista de la fragmentación social y política que se vive en cada uno de los países”, apunta García.

Un distintivo que han asumido mayormente líderes de la derecha, como Iván Duque (2018-2022) y el fallecido Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022), quienes optaron por retirar a Colombia y Chile, respectivamente, de la Unasur. Una postura sin mucha estridencia, en comparación con ultras que han surgido recientemente.

La aparición

Dentro de esas irrupciones, no hay duda de que una sobresale. Se declara liberal libertario, es decir, piensa que el mercado tiene que actuar sin límites; profesa el anarcocapitalismo, por lo tanto, añora la extinción del Estado, una quimera impensada hace 15 años. Pero lidera la tercera economía más grande de América Latina.

Milei, de 53 años, se encuadra dentro de la fulgurante aparición de ‘outsiders’ o antisistemas en varios rincones del planeta, incluso en el Cono Sur, como José Antonio Kast en Chile, o más al norte con Jair Bolsonaro en Brasil.

“Lo nuevo es el carácter de extrema derecha que va más allá del neoliberalismo económico”, asegura García. “Me refiero a la necesidad de construir una agenda y una base de apoyo frente a la idea de incorporación de derechos colectivos o de minorías”, añade.

El jefe de Estado ha cambiado la agenda por completo en Argentina, en un país donde el neoliberalismo no es ajeno. Tuvieron a Carlos Menem o a Mauricio Macri, pero no habían tenido al portador de una “motosierra” que usa cada micrófono para emprender la “guerra cultural”.

Preguntado por este medio sobre una comparación con Macri (2015​-2019) en el abordaje de protestas, el especialista detalla una “diferencia central” entre ambos: “Milei fogonea el conflicto, desafía con la represión”.

Los medios

Milei es un ejemplo claro de dignatarios que todavía imponen su propia agenda. No obstante, detrás todavía persiste el cuarto poder: los medios de comunicación. De acuerdo con la Olpal, en la Argentina los principales “han abrazado el liderazgo libertario”.

“La relación entre el presidente Milei y los medios de comunicación se origina en su papel como provocador panelista que desafía los modos ‘políticamente correctos de dialogar’. A menudo, sus intervenciones públicas incluyen agravios, insultos y descalificaciones, tanto en redes sociales como en entrevistas con periodistas, lo que lo convirtió en un personaje con ‘rating’ propio”, dijo García.

Diversas estadísticas confirman que cada vez se consume menos televisión, se leen menos periódicos y se escuchan menos radios. Empero el especialista valora todavía como preponderante el rol de los medios tradicionales en las sociedades.

“Los medios de comunicación han ampliado el espacio entre la ‘objetividad’ y la opinión editorial, convirtiéndose en actores que defienden ideas e intereses. La editorialización se ha vuelto común en pantallas, teclados y micrófonos, intentando asumir roles políticos tradicionalmente ocupados por los partidos políticos”, sostiene.

En su estudio sobre Latinoamérica, visualiza “la utilización de investigaciones periodísticas, llegando a la utilización con fines judiciales, para moldear la opinión pública a favor o en contra de un liderazgo presidencial”.

Mientras tanto, desde la derecha más radical, como la que expone Milei, o la izquierda más progresista, como la que enarbola Gustavo Petro, critican frecuentemente a la prensa en una interacción cada vez más enmarañada.

Publicidad