Las principales ciudades de la frontera norte de México, limítrofe con Estados Unidos, comenzaron a inundarse de venezolanos expulsados desde el país vecino, ante lo cual autoridades locales anticiparon una nueva crisis migratoria y pidieron auxilio urgente.

Los recién llegados a urbes como Ciudad Juárez, Matamoros y Tijuana, entre mujeres, niños e inclusive ancianos, comienzan a ser vistos en espacios públicos con el gesto triste y la mirada de incertidumbre y generan inquietud de los responsables de las alcaldías ante la incertidumbre de si será posible otorgarles asistencia.

En la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, que colinda con Texas, la oleada hace prever que se instalarán más campamentos en algunas zonas, porque los actuales están básicamente saturados.

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“Se espera que cada día sean deportados 100 migrantes de Venezuela”, dijo el secretario de la municipalidad de Matamoros, quien indicó que se está estudiando la colocación de otro campamento.

En Ciudad Juárez, las autoridades alertaron sobre el riesgo de un colapso de la infraestructura de atención migratoria, pues están llegando también venezolanos desde la zona sur del país.

Se calcula que arriban cada día a esta ciudad fronteriza con El Paso, Texas, alrededor de 200 venezolanos por día, según César Jáuregui, secretario de gobierno de Chihuahua.

“Se van a hacer las gestiones diplomáticas necesarias para ver si resulta posible detener ese flujo, porque si no van a colapsar las instituciones en Ciudad Juárez que se encargan de la atención de los migrantes”, afirmó.

Algunos venezolanos han tenido que dormir a la intemperie y comenzaron a improvisar un campamento para afrontar el fuerte frío de las noches, con frazadas donadas por organizaciones civiles mientras esperan que se resuelvan sus solicitudes de asilo.

Carlos Rivera, de 29 años, dijo que inició su azarosa travesía con su prima Gina el pasado 6 de septiembre desde su país, y luego cruzó Colombia y Panamá por el famoso y temido “Tapón de Darién”, y luego de sortear todo género de vicisitudes en la selva, transitó por Centroamérica hacia México antes de llegar a la frontera norte.

“Nos quedamos sin plata”, dijo Rivera, quien relató que perdieron todas sus pertenencias y el poco dinero que llevaban consigo lo usaron para alimentarse, pagar extorsiones o bien se los robaron.

En la capital mexicana también se observa a venezolanos vagando por las calles, terminales de buses y oficinas migratorias tras la decisión la semana pasada de Estados Unidos de no permitir más la entrada por tierra a los venezolanos en su territorio (los que ingresen deberán hacerlo por aire y después de tramitar su asilo desde el exterior). México se comprometió por razones humanitarias a recibir hasta 24,000 venezolanos expulsados, pero se cree que la cifra será fácilmente rebasada en pocos días. En la sureña ciudad de Tapachula, estado de Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala, el Instituto Nacional de Migración prometió darles un permiso a los migrantes venezolanos para llegar a la frontera norte, pero en lugar de ello están recibiendo una carta de ultimátum para que abandonen el país en 10 días máximo. Algunas decenas de venezolanos duermen en el quiosco de la plaza central de Tapachula en espera de alguna noticia.

De todas maneras, siguen entrando a México muchos ciudadanos de ese país en crisis, donde han salido más de 7 millones de personas, alrededor del 20% de la población total, a través de la porosa frontera sur.

Cada día se pueden observar entrar en balsas a través del río Suchiate, frontera natural con México, pagando una pequeña cuota, para internarse por diversas áreas, burlando la estricta vigilancia montada por agentes migratorios y la Guardia Nacional.

Al ser atrapados, se les traslada a una estación migratoria y cuando logran salir enfrentan un destino incierto, pues todo intento por organizarse en caravanas para viajar hacia la frontera con Estados Unidos ha resultado infructuoso. 

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