• La ciudad enfrenta los incendios más destructivos de su historia
  • Las llamas arrasaron sin piedad con propiedades multimillonarias, incluidas las de empresarios, políticos y celebridades, sin importar sus estándares altos de protección
  • El Dr. Juan Manuel Núñez, académico e investigador del Centrus-IBERO, detalla estrategias para construir comunidades resilientes a partir de la acción colectiva

Los Ángeles, una ciudad acostumbrada a convivir con incendios urbanos y forestales, enfrenta ahora uno de los momentos más críticos de su historia. Los recientes siniestros, catalogados como los más destructivos jamás registrados en la región, han evidenciado la insuficiencia de los sistemas actuales de prevención y combate contra incendios ante fenómenos cada vez más extremos.

A pesar de contar con uno de los departamentos de bomberos más avanzados del mundo con casi 140 años de experiencia e infraestructura como una red de hidrantes altamente desarrollada —con espaciamientos promedio de 76 metros en áreas comerciales e industriales y de entre 122 a 152 metros en zonas residenciales—, los recursos de la Ciudad de Los Ángeles no han sido suficientes. Durante los incendios recientes, la demanda de agua destinada al sistema de hidrantes cuadruplicó lo habitual durante más de 15 horas, vaciando tres tanques de un millón de galones cada uno y reduciendo la presión en los hidrantes. Este colapso mostró las limitaciones de las infraestructuras tradicionales, diseñadas para escenarios menos extremos.

Lecciones desde las comunidades de lujo

Las comunidades de alto poder adquisitivo, como Pacific Palisades y Malibu, ofrecen un ejemplo claro de cómo incluso las medidas individuales más sofisticadas pueden fallar. En estas zonas, muchas residencias cuentan con sistemas avanzados de rociadores automáticos, alarmas conectadas directamente con los departamentos de bomberos y sistemas privados de suministro de agua. Sin embargo, las llamas arrasaron sin piedad con propiedades multimillonarias, incluidas las de empresarios, políticos y celebridades, dejando claro que la seguridad individual no basta.

Estas residencias, equipadas con los estándares más altos de protección, ilustran una realidad innegable: la prevención dentro de los hogares no es suficiente para enfrentar fenómenos de esta magnitud. Los incendios recientes ponen de manifiesto la necesidad urgente de un cambio de paradigma.

La necesidad de un cambio de paradigma

Las causas de estos incendios son multifacéticas. Además de las condiciones climáticas extremas, como las sequías prolongadas y la intensidad de los vientos de Santa Ana que impiden la atención de los incendios por aire, el crecimiento urbano en áreas propensas a incendios y la visión individualista de la gestión de riesgos han incrementado la vulnerabilidad de las comunidades.

La lección es clara: necesitamos priorizar la planificación territorial como herramienta clave para construir resiliencia frente a desastres. Esto implica ir más allá de la infraestructura casa a casa y pensar en soluciones colectivas que aborden las causas subyacentes de la vulnerabilidad.

Planificación territorial: la clave para la resiliencia colectiva

La planificación territorial no solo organiza el uso del suelo, sino que también actúa como una estrategia preventiva para incrementar la resiliencia ante fenómenos naturales. Algunas acciones esenciales incluyen:

  • Zonificación de áreas de riesgo: Delimitar zonas propensas a incendios o inundaciones para restringir el desarrollo urbano en estas áreas.
  • Protección de ecosistemas naturales: Preservar bosques y corredores ecológicos que actúan como barreras naturales contra incendios.
  • Infraestructura resiliente basada en la naturaleza: Plantar árboles y vegetación en patrones que ayuden a romper la continuidad del combustible en áreas boscosas.
  • Reubicación de comunidades vulnerables: Ofrecer alternativas de vivienda seguras para quienes habitan zonas de alto riesgo.
  • Educación comunitaria: Involucrar a la población en la planificación territorial, fomentando una cultura de resiliencia colectiva.

Un llamado a la acción colectiva

Los recientes incendios en Los Ángeles no son un caso aislado, sino una advertencia sobre cómo el cambio climático y la urbanización descontrolada están intensificando los riesgos. Construir comunidades resilientes exige repensar cómo planificamos y gestionamos nuestras ciudades. Esto incluye desde la preservación de los ecosistemas naturales hasta la promoción de políticas públicas que prioricen el bienestar colectivo por encima de intereses individuales.

La infraestructura casa a casa debe complementarse con estrategias más amplias, donde la prevención no sea solo responsabilidad individual, sino un esfuerzo colectivo. Un cambio de paradigma hacia la resiliencia comunitaria es la única forma de enfrentar un futuro donde los fenómenos extremos serán cada vez más frecuentes. Es hora de actuar pensando en el bien colectivo.

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