Cuando China botó en 1974 su primer submarino nuclear —el 091— más que inquietar, provocó burlas en Occidente. Encargado por Mao 16 años antes, además de ineficiente, emitía ruidos insoportables y altos niveles de radiación. Algunos analistas aseguraron que era más peligroso para su tripulación que para el resto del planeta. Menos de medio siglo después, los pasos de gigante del Ejército chino y la ambición de Pekín por dominar el Pacífico suponen un quebradero de cabeza en Washington.
El país lleva años inmerso en un proceso de transformación de sus Fuerzas Armadas. Coincidiendo con su despegue económico, el aumento del gasto militar en los últimos años —casi 10 veces mayor que a mediados de los noventa, según datos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI)— le ha permitido un desarrollo exponencial de sus capacidades, fundamentalmente enfocado en el Ejército del Aire y en la Marina. Desde hace tiempo, el Pentágono no oculta su preocupación por la vulnerabilidad a la que se enfrentan las tropas estadounidenses en el Pacífico ni por la creciente amenaza que padecen aliados como Japón y Taiwán. Cifras recogidas por Reuters revelan que desde 2014 China —que según datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres, posee un Ejército de 2.035.000 efectivos en activo, de los cuales 250.000 pertenecen a la Armada— ha botado más buques de guerra, submarinos, barcos de apoyo o anfibios que el total de la flota británica. Sin embargo, los expertos señalan que esta fortaleza es relativa. Pekín se ve lastrado aún por su falta de experiencia y una capacidad nuclear menor que la del resto de las principales potencias (EE UU, Rusia, el Reino Unido y Francia).
800.000 (millones de dólares)
Con el objetivo de completar la modernización del Ejército Popular de Liberación (EPL) para 2035 y de convertirlo en “fuerza de clase mundial” para 2049 —un compromiso adquirido por el presidente Xi Jinping en el XIX congreso del Partido Comunista Chino celebrado en 2017—, el gasto militar del país en 2018 alcanzó casi los 250.000 millones de dólares (unos 226.065 millones de euros), más que Francia, Rusia y el Reino Unido juntos, y superado solo por EE UU, con 649.000 millones de dólares. Los datos del SIPRI muestran que la inversión de China en defensa aumentó un 130% en la última década. Pese a aumentar con respecto al año anterior, EE UU se mantuvo en 2018 todavía por debajo de los niveles de 10 años atrás, cuando los conflictos en Irak y Afganistán elevaban el gasto.
La cuestión naval ocupa el grueso del último informe del Departamento de Defensa de EE UU sobre el poderío militar chino. En el documento se destaca que Pekín es capaz de destruir con misiles DF-21 cualquier barco —incluidos portaviones— que navegue a menos de 1.500 kilómetros de sus costas. En el informe también se asume que la nueva posición hegemónica de China supone una amenaza para las tropas estadounidenses de la región, principalmente en puntos clave como el estrecho de Taiwán. El texto reconoce que el poderío militar chino se está reflejando en que, desde 2016, casi un tercio de los aliados con los que contaba Taiwán han preferido traicionar a Taipéi y establecer relaciones con Pekín. Japón, otro aliado principal de Washington, también siente cada vez más el aliento de China, con quien se disputa la soberanía de las islas Senkaku, patrulladas cada vez con mayor frecuencia por el EPL.
La creación de islotes artificiales en el Pacífico supuso un punto de inflexión. En 2013, China comenzó a construir en aguas que rodean a las islas Spratly y las Paracelso, una zona que, además de ser una vía principal del comercio marítimo internacional, alberga importantes reservas de petróleo y gas. Malasia, Vietnam, Taiwán, Filipinas y Brunéi también aseguran tener derechos sobre estas aguas. Los islotes artificiales —La Gran Muralla de Arena, como la acuñó en 2015 el comandante en jefe de EE UU en el Pacífico— son utilizados por Pekín como bases militares, lanzaderas y depósitos de armas.
“Tradicionalmente, la Marina del EPL se ha centrado en las operaciones en el litoral de China, defendiendo los reclamos de soberanía en el mar del Sur de China y alrededor de Taiwán. La estrategia militar de 2015 ahora dirige a la Marina a cambiar gradualmente su enfoque de defensa de aguas costeras para desarrollar capacidades de proyección de poder de mayor alcance para defender los intereses políticos y económicos internacionales de China”, explica por correo electrónico Henry Boyd, investigador para defensa y análisis militar del IISS.
Ahora, “las fortalezas de la Marina del EPL son principalmente cuantitativas y tecnológicas: han encargado una impresionante cantidad de grandes buques de guerra modernos con sistemas avanzados de misiles antibuque y de misiles tierra-aire en la última década”, afirma Boyd. Basándose en los datos actualizados del Military Balance, que elabora el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, el experto señala que la Armada china tiene en servicio cuatro submarinos de misiles balísticos, 54 submarinos de ataque (de los cuales seis son de propulsión nuclear), un portaviones, 81 cruceros, destructores y fragatas, además de seis grandes barcos anfibios. La Marina de EE UU, por su parte, cuenta con 14 submarinos de misiles balísticos, 53 submarinos de ataque (todos de propulsión nuclear), 11 portaviones —más que el resto de países juntos—, 110 cruceros, destructores y fragatas y 32 grandes buques anfibios en servicio.
Cuatro décadas para transformar un Ejército
La transformación de las Fuerzas Armadas chinas comenzó hace cuatro décadas. Siemon T. Wezeman, investigador principal del programa de armamento y gasto militar del SIPRI, señala su inicio en los años ochenta, siendo uno de los detonantes la derrota en 1979 en la guerra con Vietnam. Al principio se trató de un proceso lento, “la economía aún no había despegado y los países de Occidente eran reacios a proveer equipos. Tras el colapso de la Unión Soviética, las relaciones con Rusia mejoraron y la economía china se aceleró”, explica el experto.
Otro desencadenante fue la crisis desatada entre 1995 y 1996 en el estrecho de Taiwán —que separa la China continental de la isla de Taiwán—. Cuando el presidente Bill Clinton envió dos portaaviones como respuesta al lanzamiento de misiles balísticos sobre el estrecho, “Pekín se dio cuenta de que sus capacidades eran nulas o casi inexistentes”, apunta Fernando Delage, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Loyola.
El submarino nuclear “es una de las armas estratégicas de mayor importancia dentro de la Armada china”, explica Tong Zhao, experto en seguridad nuclear del Carnegie-Tsinghua Center for Global Policy. Actualmente, los seis submarinos tienen capacidad para 12 misiles balísticos y pertenecen a la segunda generación de submarinos nucleares, los llamados clase 094. “Se cree que China está desarrollando la tercera generación, los 096, y según información de dominio público, está probando su tercera generación de misiles balísticos lanzados desde submarinos, los JL-3, un tipo de proyectil que podría volar más lejos que los actuales y ser capaz de liberar una carga más pesada”. Sin embargo, el experto admite que estos submarinos “no se pueden comparar” con los estadounidenses. “Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido y Francia los han desarrollado mucho antes. La capacidad de China no es todavía tan buena como la de las otras cuatro potencias y en este campo EE UU posee las tecnologías más avanzadas. Pero la brecha se está reduciendo por la cantidad de recursos que sigue invirtiendo Pekín”, advierte.
“Aunque la Marina china produce más buques que la Armada de EE UU cada año, los barcos chinos son generalmente más pequeños y menos capaces”, señala Siemon T. Wezeman, investigador principal del programa de armamento y gasto militar del SIPRI. “Un ejemplo, China apenas está introduciendo su segundo portaviones y tiene la mitad de tamaño que el estadounidense ”.
Entre sus ventajas, China posee una importante flota de barcos costeros, afirma Wezeman. Para Fernando Delage, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Loyola, otra de las fortalezas reside en el desarrollo de una serie de puertos que, bajo apariencia civil, pueden servir de instalación de apoyo logístico a la Marina china. “Eso significa Birmania [actual Myanmar], Sri Lanka, Pakistán y Yibuti [en el Cuerno de África], donde ya tiene desde hace dos años una base”, la primera en el extranjero.
Las debilidades de la Armada, por el contrario, “se centran en el capital humano, la organización y la doctrina”, señala Boyd. “La Marina del EPL tiene una experiencia operativa e institucional relativamente limitada en operaciones navales complejas a gran escala”, explica. Según Siemon T. Wezeman, la Armada china “no está acostumbrada a operar fuera de la primera cadena de islas [islas sureñas de las Kuriles, el archipiélago japonés, Taiwán, el norte de Filipinas y la isla de Borneo] y por tanto, trabaja muy cerca de la costa china”. No tiene experiencia tampoco en operaciones con otras ramas del Ejército, afirma el experto.
Sin embargo, aunque la Armada estadounidense es todavía, con mucho, la más poderosa, China no necesita tener 11 portaviones como EE UU para impedirle el acceso al Mar de China Meridional, afirma Delage. “Hoy le basta con tener misiles antibarco, que son infinitamente más baratos que un portaviones y que tienen la capacidad para destruir, en caso de un conflicto, un buque americano”, señala.
“A EE UU le preocupa que los esfuerzos de modernización de la Marina del EPL puedan haber cerrado la brecha cualitativa entre las dos fuerzas hasta el punto en que, en un escenario de conflicto, la Marina estadounidense lucharía para operar de manera oportuna y efectiva en las aguas litorales alrededor de China sin incurrir en pérdidas muy altas en buques y personal”, concluye Henry Boyd.
Reivindicaciones marítimas de siete naciones