Vaticano, segundo domingo de Adviento. Ante miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV ofreció este domingo un mensaje cargado de esperanza y, a la vez, de exigencia espiritual. Inspirado en el Evangelio de Mateo (3,1-12), el Pontífice centró su homilía en un llamado directo: la llegada del Reino de Dios está cerca y requiere preparación interior, conversión y apertura a la novedad que Dios ofrece.
El Papa retomó la figura de Juan el Bautista, cuya voz en el desierto -“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”- convocaba a multitudes por la fuerza de una invitación que interpelaba la vida cotidiana. León XIV afirmó que este llamado sigue vigente, pues “Dios juzga desde las intenciones profundas y no desde las apariencias”, recordando a los creyentes la seriedad espiritual con la que deben afrontar el tiempo presente.
Durante su mensaje, el Pontífice subrayó la relevancia de la oración del “Padre nuestro”, especialmente la petición “Venga tu Reino”. Explicó que esta invocación no es una fórmula repetida mecánicamente, sino una orientación vital hacia la novedad que Dios promete. “Reconocemos que la historia no está definida por los poderosos del mundo, sino por un Dios que viene no a dominar, sino a liberar”, afirmó.
León XIV recuperó también la imagen profética de Isaías: un brote que surge de un tronco aparentemente muerto, símbolo de la vida nueva que el Espíritu puede hacer germinar incluso allí donde se percibe desgaste o fracaso. “Así obra Dios”, señaló, “sorprende siempre, incluso a quienes esperan su llegada con más fervor”.
En su reflexión, el Papa situó la experiencia del Concilio Vaticano II como un momento emblemático en el que la Iglesia se dejó sorprender por el Espíritu y asumió un camino común renovado. Cuando la comunidad camina unida hacia el Reino, añadió, lo frágil florece y lo imposible se vuelve posible, evocando la célebre imagen bíblica del lobo y el cordero viviendo en armonía.
El Pontífice aseguró que “el mundo necesita esta esperanza”, e invitó a los fieles a acoger sin miedo el Reino que ya comienza a despuntar. Presentó a Jesús como el “más pequeño”, aquel cuya luz nace en la humildad de Belén y alcanza su plenitud en la cruz.
Finalmente, León XIV destacó que el Adviento es una espiritualidad “luminosa y concreta”. Las luces que adornan las ciudades en estas semanas, dijo, recuerdan que cada persona puede convertirse en una pequeña luz para los demás si deja espacio a Cristo. Como modelo de espera confiada, propuso a María, la mujer que supo acoger con fe paciente la novedad de Dios.










