Israel celebra mañana sus segundas elecciones legislativas en cinco meses, unos comicios con tintes de referendo a favor o en contra del primer ministro, Benjamin Netanyahu, y en los que la influencia de los religiosos puede resultar clave. Netanyahu, de 69 años y quien más tiempo ha ocupado el cargo de primer ministro del Estado hebreo, sufrió un revés en abril cuando su partido, el Likud, empató con Kahol Lavan, una nueva alianza centrista liderada por el general Benny Gantz.
Ante la imposibilidad de formar una coalición mayoritaria, Netanyahu prefirió disolver el Parlamento y celebrar nuevas elecciones antes que dejar que el presidente, Reuven Rivlin, solicitara formar gobierno a uno de sus adversarios. La elección del martes se produce a solo un mes de la comparecencia de Netanyahu ante la justicia por corrupción, abuso de confianza y malversación, cargos por los que aún no fue inculpado. Una victoria electoral podría permitir a sus aliados votar su inmunidad.
Frente a “Bibi”, como lo llaman los israelíes, se sitúa Gantz, ex jefe del Estado Mayor, quien se presenta con una propuesta más liberal en materia social pero con una imagen de halcón en las cuestiones de seguridad. Según un sondeo de la televisión Channel 13, el Likud y Kahol Lavan, obtendrían cada uno 32 de los 120 escaños de la Knéset, el parlamento israelí. Será por tanto necesario formar una coalición, y ahí el ex ministro de Defensa Avigdor Lieberman, del partido Israel Beitenu, puede ser decisivo.
Lieberman se opone a cualquier coalición con los religiosos, aliados de Netanyahu, y acusa a los judíos ultraortodoxos de buscar imponer la religión sobre el Estado. El ex ministro exige que los estudiantes de las escuelas talmúdicas, que actualmente gozan de exenciones, cumplan su servicio militar como la mayoría de jóvenes israelíes. Según los sondeos, esta postura le hizo aumentar su popularidad.
La campaña electoral se endureció la semana pasada, cuando Netanyahu prometió que, en caso de victoria, anexionará un sector estratégico de la Cisjordania ocupada. Una promesa criticada por los palestinos, que la consideran el fin del proceso de paz. La propuesta fue criticada también por varios países árabes, la ONU e incluso Moscú, algo especialmente significativo, ya que Netanyahu aparece en varios carteles estrechando la mano del presidente ruso, Vladímir Putin, al igual que con Donald Trump.