Desde abril de 2018 Nicaragua vive un conflicto sociopolítico con resultados sangrientos, pero también sufre una crisis silenciosa que parece difícil de resolver, el déficit habitacional.

La crisis es tal que la estadística oficial más reciente data de 2014, cuando las autoridades establecieron el déficit de viviendas en 957 mil, en un país con 6.4 millones de habitantes.

Se trata de una crisis difícil de observar en Nicaragua, ya que en este país los indigentes no encuentran techo ni en las paradas de autobuses, pero también porque les basta una vieja caja de cartón o un poco de plástico en un rincón, para “construir” lo que llamarán “mi casa”.

Y ni siquiera ese refugio después de convertirse en una casa completa con los años, se podrá considerar como “vivienda adecuada”, advierte a Efe la gerente de Programas de Hábitat Nicaragua, Nancy Arostegui, puesto que se necesita que la edificación esté libre de todo riesgo, de desastres, financieros o legales.

La vulnerabilidad de las viviendas agudiza la crisis habitacional en Nicaragua, ya que “hay un 30 a un 35 % de personas que, teniendo una vivienda, necesita mejorarla, ampliarla, darle mantenimiento”, sostiene Arostegui.

Peor aún, datos de Hábitat indican que el 60 % de las casas construidas en Nicaragua no son consideradas como “viviendas adecuadas”, no solamente por la calidad de la construcción, sino también por el riesgo del terreno donde fueron construidas, el estatus legal de la parcela, la falta de acceso a los servicios públicos, entre otros.

A juicio de Arostegui, la situación de la vivienda en Nicaragua, de cara al Día Mundial del Hábitat 2019, es “absolutamente crítica”, aunque también señala que “no es irreversible”.

Hasta antes del estallido social de 2018 unas 5 mil viviendas nuevas eran construidas todos los años, una cantidad insuficiente si se toma en cuenta que el déficit crece en 20 mil casas anuales, pero importante para las familias que pueden adquirirlas, según Arostegui.

Una desventaja que tiene la oferta de casas nuevas en Nicaragua es que, además de insuficiente, no mejora las condiciones de las clases más desfavorecidas, ya que está dirigida a extractos medios y altos.

Aunque el Gobierno ofrece subsidios del 2.5 % a la tasa de interés de una casa, con una tasa preferencial del 7.13 % y exoneraciones de gastos registrales para viviendas de hasta 50 mil dólares, Nicaragua hasta ahora no logra su meta de 6 mil unidades vendidas en un año.

Esto se debe a que las políticas públicas dan prioridad a quienes tienen “ingresos sólidos”, lo que no es sencillo en un país donde el 70 % de las personas vive de negocios informales.

De acuerdo con Arostegui, un cambio en los montos y destinos de los subsidios, para que beneficien a la población con mayor dificultad para adquirir una vivienda, podría mejorar los esfuerzos para disminuir el déficit habitacional en Nicaragua.

“Hay que revisar en la política pública realmente dónde están las brechas y dónde crear esos mecanismos, para poder canalizar adecuadamente el subsidio y poder llegar a más población con mayores necesidades y menos capacidad adquisitivo, sin decir que se debe eliminar completamente lo otro”, sostiene.

En el caso de Hábitat, Arostegui explica que el organismo dispone de su propio personal para garantizar que los fondos destinados al mejoramiento de viviendas a través de microfinancieras locales, así como la construcción de “módulos básicos progresivos” para familias de muy escasos recursos, se conviertan en espacios “adecuados”.

Precisamente la crisis sociopolítica que vive Nicaragua en el último año y medio, con más de 400 mil personas que han perdido su plaza de trabajo, representa un nuevo reto, el de la “vivienda productiva”, ya que muchos nicaragüenses han tenido que hacer espacio en sus casas para poner su propio negocio.

“La vivienda se convirtió no solo en el lugar donde yo duermo y vivo, sino también en mi centro de trabajo, entonces las viviendas necesitan ese doble rol”, sostiene Arostegui.

Por esta razón, Hábitat Nicaragua, que financia unas mil 200 mejoras por año, está dirigiendo su objetivo hacia la vivienda que sea casa y negocio a la vez, afirma, a la espera de que la oferta general tome ese rumbo.

Pero no es fácil, una vivienda no es adecuada si no está en una ciudad ordenada, y la falta de urbanismo en Nicaragua es otra crisis nada silenciosa.

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