Tras el asesinato de dos sacerdotes y un guía de turistas en la comunidad de Cerocahui, municipio de Urique, Chihuahua, el padre Héctor Fernando Martínez Espinoza, vicario general de la Diócesis Tarahumara, denunció que hay problemas de inseguridad en la región debido a la ausencia de un cuerpo de policía.

El padre Martínez Espinoza denunció que desde hace cuatro años no hay agentes patrullando ese municipio, lo que tiene como consecuencia inseguridad y la operación impune de bandas criminales.

“Los pueblos están llenos de sicarios que atemorizan a la gente pidiéndoles derecho de suelo y los amenazan con matarlos si no les pagan; hay personas que sí acceden, pero en este caso debieron huir por el pavor que sienten ante los criminales”, explicó a Latinus el sacerdote.

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El pasado 12 de junio, el padre Martínez Espinoza denunció ante algunos medios el desplazamiento forzoso de al menos 30 familias rarámuri de la comunidad de San Juan de Guacayvo, en el municipio de Bocoyna, debido a a las amenazas de grupos delictivos.

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A pesar de las múltiples denuncias por la violencia e inseguridad que prevalece en la Sierra Tarahumara, la respuesta del gobierno estatal se ha limitado al envío de despensas.

“Deseamos que esto derive en una respuesta que dé paz y seguridad a todos en la región, pero lo que más deseamos es la recuperación de los cuerpos de los sacerdotes Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, con quienes nos hicimos fuertes para acompañar al pueblo y con el que hoy compartimos su debilidad”, dijo el vicario.

La Diócesis de Tarahumara emitió un comunicado en el que manifestó su consternación por lo ocurrido: “No conformes con matarlos, los asesinos se llevaron sus cuerpos, sufriendo la misma suerte de tantos desaparecidos. Dejando una estela de dolor, tristeza e indignación en todos los que los queremos y quisiéramos rendirles el homenaje que merecen con unas exequias de cuerpo presente”.

La Diócesis de Tarahumara pidió a las autoridades encontrar a los responsables y hacer justicia “no solamente a ellos, sino a todos los que han sido víctimas de esta ola de terror y miedo en estos últimos 10 años”. Exigió la recuperación de los cuerpos sustraídos del templo parroquial.

Por su lado, el padre jesuita Javier Ávila, conocido como “El Pato”, al enterarse de los asesinatos, difundió en sus redes sociales el siguiente mensaje: “Ya no puedo callar y necesito compartirles mi dolor. Estaba saliendo de Creel hacia Chihuahua, a mediodía, cuando me llamaron de Cerocahui para decirme que ‘El Chueco‘ acababa de matar a Javier Campos y a Joaquín Mora“.

“Lo tuve que callar porque había amenazas sobre la comunidad si acaso hablaban. La noticia ya corrió y empiezan los operativos para buscar al homicida quien, además, se llevó los cuerpos y no sabemos cuándo los regresarán. Son muchos los detalles, pero no es el momento más que para compartirles mi dolor, mi rabia, y también mi fe en el Dios que nos sigue llamando a dar la vida por los demás y a no detener nunca el paso”, agregó.

De acuerdo con medios locales, “El Chueco” es el apodo de un hombre llamado Noel Portillo, líder de un grupo delictivo, sobre quien pesan numerosas denuncias por diversos crímenes, originario de la región Tarahumara y conocido por aterrorizar a la población.

Según versiones de un testigo del multihomicidio, todo empezó por la tarde de ayer cuando integrantes de un grupo delictivo de la región dispararon contra un hombre en el atrio de la parroquia de Cerocahui, lo introdujeron al templo y lo dejaron en el altar.

Los cinco religiosos que estaban ahí salieron a ver qué pasaba y al ver al hombre tirado se acercaron para darle los santos óleos. Fue entonces que los hombres armados le dispararon a los sacerdotes. Dos de ellos fueron asesinados, dos lograron esconderse y un quinto, sacerdote también, empezó a dialogar con los asesinos y estos decidieron llevarse los cuerpos.

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