“No hay otra manera de cumplir la voluntad de Dios que asumiendo la fuerza de los humildes”, expresó el Papa Francisco en la Misa que celebró en el atrio de la Basílica de Collemaggio, en el L’Aquila – región del Abruzzo (Italia), para abrir la Puerta Santa del Jubileo del “Perdón Celestiniano” inspirada por el Papa Celestino V.

“Este hombre -refiriéndose a Celestino V, dijo Francisco- parece darse cuenta plenamente de lo que hemos escuchado en la primera lectura: “Cuanto más grande seas, más humilde te harás, y hallarás gracia ante el Señor” (Sir 3,18)”.

El Papa Francisco indicó que la manera de cumplir la voluntad de Dios es asumiendo la fuerza de los humildes: “Precisamente por serlo, los humildes parecen débiles y perdedores a los ojos de los hombres, pero en realidad son los verdaderos ganadores, porque son los únicos que confían plenamente en el Señor y conocen su voluntad. En efecto, es ‘a los mansos a quienes Dios revela sus secretos… Por los mansos es glorificado’ (Sir 3,19-20)”.

La humildad no consiste en desvalorizarnos

En su homilía también recordó que hoy la Palabra de Dios, nos invita a ser humildes y mansos, explicó que “la humildad no consiste en desvalorizarnos, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer nuestro potencial y también nuestras miserias. Partiendo precisamente de nuestras miserias, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos y dirigirla a Dios, Aquel que todo lo puede y también nos consigue lo que no podemos tener por nosotros mismos. ‘Todo es posible para el que cree (Mc 9,23)”.

Resaltando el valiente testimonio evangélico del Papa Celestino V, insistió en que “la fuerza de los humildes es el Señor, no las estrategias, los medios humanos, la lógica de este mundo”.

“En él admiramos una Iglesia libre de la lógica mundana y que da pleno testimonio de ese nombre de Dios que es la Misericordia. Este es el corazón mismo del Evangelio, porque la misericordia es saber amarnos en nuestra miseria. Ser creyente no significa acercarse a un Dios oscuro y aterrador”, dijo Francisco.

El perdón es pasar de la muerte a la vida

Asimismo, mencionó que “la misericordia es la experiencia de sentirse acogido, restaurado, fortalecido, curado, animado. Ser perdonado es experimentar aquí y ahora lo más parecido a la resurrección. El perdón es pasar de la muerte a la vida, de la experiencia de la angustia y la culpa a la de la libertad y la alegría”.

El Papa alentó a los habitantes de L’Aquila a seguir recuperándose de las dificultades que vivieron en el terremoto del 2009. Y acotó que “todo el mundo en la vida, sin experimentar necesariamente un terremoto, puede, por así decirlo, experimentar un ‘terremoto del alma’, que le pone en contacto con su propia fragilidad, sus propias limitaciones, su propia miseria”.

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La humildad y la mansedumbre

“En esta experiencia -explicó el Santo Padre-, uno puede perderlo todo, pero también puede aprender la verdadera humildad. En tales circunstancias, uno puede dejarse enfurecer por la vida, o puede aprender la mansedumbre. La humildad y la mansedumbre, pues, son las características de quien tiene la tarea de custodiar y dar testimonio de la misericordia”.

Finalmente, el Francisco exhortó a los habitantes del L’Aquila a que “sea realmente una capital del perdón, ¡la paz y la reconciliación! Que sea capaz de ofrecer a todos esa transformación que canta María en el Magníficat: ‘Ha derribado a los poderosos de sus tronos, ha levantado a los humildes’ (Lc 1,52)”.

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