El príncipe Harry inició acciones legales contra el Gobierno británico por su decisión de retirarle la protección policial cuando se encuentra en el Reino Unido y de no permitirle pagar personalmente por ella.

El duque de Sussex, segundo hijo del heredero al trono Carlos y alter ego de la difunta madre Diana, que tras ser arrancado de la dinastía y el traumático traslado a Estados Unidos con su esposa Meghan Markle, y sus hijos Archie y Lilibet Diana, sostiene que no se siente seguro en su país y, por tanto, “no puede volver a su hogar” con su familia.

Por ejemplo la hija pequeña de los duques, a la que llaman Lili, tiene ahora siete meses y todavía no conoce a su familia paterna, ya que los duques no han viajado al Reino Unido.

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Tampoco su padre ni hermano, que sí cuentan con protección oficial permanente, se han desplazado a California en este tiempo.

El príncipe Harry puso en tela de juicio al Ministerio del Interior, que en los últimos meses había rechazado la petición, asegurándole la protección necesaria pero no una escolta extra ad hoc y de hecho impugnando la pretensión de pagar de forma privada a la fuerza pública.

De ahí la decisión del príncipe rebelde de acudir al Tribunal Superior de Londres con un recurso presentado por sus abogados en septiembre, pero hecho público por la parte interesada el sábado al margen de una nueva entrevista en la televisión estadounidense.

Harry perdió el derecho al servicio de protección permanente que otorgan en el Canal de la Mancha los contribuyentes a los miembros de la realeza de más alto rango tras la decisión espontánea de renunciar al estatus de miembro mayor de la familia y escapar de los compromisos oficiales ordinarios de representación para buscar una mayor “libertad” y “autonomía financiera” en California (donde mientras tanto ha iniciado negocios privados con Meghan que les han valido contratos millonarios).

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Al otro lado del océano, también ha financiado la protección de una escolta privada destinada a asegurar la “privacidad”, así como a defenderlo de cualquier amenaza potencial junto a su esposa, el hijo mayor Archie y la recién nacida Lilibet Diana, quien salió a la luz después de mudarse al nuevo mundo.

Una escolta que, sin embargo, por motivos legales, no puede llevar consigo a su patria cuando regresa. Y cuya ausencia le preocupa especialmente de cara a futuros viajes a la isla: como el que según los medios tiene previsto realizar para participar en las celebraciones de las Bodas de Platino de los 70 años en el trono de su abuela, la reina Isabel II de casi 96 años, destinada a alcanzar el clímax en junio próximo, justo cuando la pequeña Lilibet, a la que Isabel nunca pudo ver en persona hasta ahora, cumplirá un año. La solicitud de revisión judicial se procedió luego de un accidente reportado en Londres en julio de 2021, durante la última visita del duque a Gran Bretaña, cuando su automóvil fue perseguido por fotógrafos -un poco como aquel de su madre antes del trágico incidente que cobró la vida de Lady Di en París en 1997- cuando salía de un evento de caridad.

“El príncipe Harry heredó los riesgos de seguridad al nacer, y para toda su vida. Sigue siendo el sexto en la línea de sucesión al trono, sirvió en dos misiones de combate en Afganistán y, en los últimos años, su familia fue objeto de amenazas neonazis y extremista. El Reino Unido -continúa- será siempre el hogar del príncipe, un país donde quiere que su mujer y sus hijos estén a salvo; pero en ausencia de protección policial el riesgo personal es demasiado grande”, subrayó uno de sus abogados.

Si el caso prospera, conducirá a una batalla en los tribunales entre el príncipe y el ministerio. Esta es la primera vez que un miembro de la familia real emprende acciones legales contra el Gobierno de su majestad, algo de lo que la reina está ya al corriente.

Por lo tanto ahora la pelota pasa a los jueces. Y, tal como van las cosas, se avecina una nueva ocasión de vergUenza para los Windsor. No sólo en el contexto de las tensiones desatadas por el autoexilio de los duques de Sussex, lejos de suavizarse especialmente en las relaciones del príncipe cadete tanto con su padre Carlos como con su hermano mayor William, futuros reyes.

Pero también y sobre todo sobre la estela de los acontecimientos -mucho más grave- que está abrumando en las últimas semanas al príncipe Andrés, tercer hijo y ya el predilecto de Su Majestad la Reina: ahora repudiado por la Familia Real por su presunta implicación en el escándalo sexual vinculado a la gira de explotación VIP de adolescentes y jovencitas organizada en años pasados ;;por su amigo, el difunto magnate estadounidense Jeffrey Epstein. 

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