Cuando parecía que Cuba tenía el virus doblegado y avanzaba a buen ritmo en la reapertura, un aumento significativo de los casos de COVID-19 en La Habana y una provincia vecina han forzado a la isla a frenar en seco y retomar duras restricciones en la capital para recobrar el control de la epidemia.

La isla desplegó desde marzo una estrategia de vigilancia activa para la identificación de casos sospechosos con rastreo de contactos y aislamiento inmediato para controlar la pandemia y limitar los contagios a la vez que mantenía una tasa reducida de mortalidad.

Pero ello no ha evitado que al menos en la capital se repita el mismo guión que en la mayoría de los países cuando han tratado de reabrir sus economías.

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A 9 de agosto, Cuba, con algo más de 11 millones de habitantes, suma 2.953 casos confirmados y 88 fallecidos por COVID-19.

Los primeros casos llegaron en marzo. Las autoridades fechan el pico de la pandemia a finales de abril, con un promedio de 50 casos diarios. En mayo y junio se inició un descenso gradual de la curva que culminó el 20 de julio, el primer día en que no se registraron contagios.

Pero una semana después las cifras se aceleraron, hasta regresar a una media de 50 en los últimos tres días, incluyendo casos importados. En los primeros ocho días de agosto se registró el 90 % de todos los casos de julio.

REAPERTURA CON CASOS

¿Qué pasó y por qué pasó tan rápido? Lo cierto es que en este escenario cobra fuerza un sarcástico refrán cubano que dice “Cuba es La Habana y lo demás son áreas verdes”. Las miradas se centran en la capital, que determinará (o no) el éxito final de la estrategia cubana.

El aumento de los contagios ha sido gradual desde que a principios de julio La Habana entró en la primera fase de reapertura, un plan nacional de normalización en tres etapas y por el que la mayoría del país transitaba desde semanas antes sin rebrotes.

En la capital, con más de dos millones de habitantes, fue distinto. De hecho, todos los nuevos contagios detectados ahora en otras provincias (Santa Clara, Artemisa, Pinar del Río…) donde el virus ya era solo un mal recuerdo también se relacionan con viajes a La Habana.

“Hay que separar las cosas. La Habana es parte de Cuba pero hasta el momento el aumento significativo de casos se produce fundamentalmente en la capital y un núcleo poblacional (Bauta, en la vecina Artemisa) asociado a un foco de contagios”, explica a Efe el biólogo molecular e investigador de la Universidad del Estado de Sao Paulo (UNESP) Amilcar Pérez Riverol.

“Como para otras naciones, en Cuba no se debe homogeneizar el análisis y, por tanto, las medidas a implementar. Por ahora el resto del país continúa con una evolución epidemiológica favorable”, acota.

Este experto cubano, cuyos detallados y didácticos análisis sobre el desarrollo de la pandemia en Cuba han sido aplaudidos por sus compatriotas en las redes sociales, considera que varios factores explican lo ocurrido, pero no cree que la razón principal de la tendencia actual resida en una reapertura prematura de la capital.

“Es cierto que la mayoría, si no todos los territorios de Cuba, entraron en la fase 1 con un histórico de cero casos durante los últimos 15 a 30 días. En contraste, La Habana nunca tuvo una secuencia de más de 5 días con uno o ningún caso, y completó apenas una de 10 días con 5 confirmados diarios o menos”, recuerda.

Pero “esto no quiere decir que la entrada en fase 1 haya sido un error. Apenas apunta a la diferencia de circunstancias en que se produjo este paso y que explican parcialmente las diferencias”, precisa.

CONFUNDIR DESCONFINAMIENTO CON NORMALIDAD

A su juicio, “parte de la sociedad e instituciones estatales parecen haber confundido desconfinamiento con normalidad” y “mientras exista actividad viral, más allá de la desescalada o cualquiera de sus etapas, se deben mantener cuatro principios básicos”.

“Uso generalizado de mascarillas, distanciamiento físico, evitar aglomeraciones, así como ambientes y actividades con alto riesgo de transmisión y mantener una rigurosa higiene personal y de superficies contaminadas. Sin ellos, por muy controlada que este la actividad viral en un momento, volverá a crecer”, alerta.

Los nuevos focos se generaron en fiestas privadas, celebraciones religiosas, bares, entornos laborales como una construcción y también hay tres brotes en el este de la capital, donde se localizan las playas a las que acuden los habaneros.

“El caso de Bauta es un ejemplo claro del profundo impacto que tiene la violación de las recomendaciones sanitarias incluso tras el inicio de la desescalada. Desde el 20 de julio este foco originado a partir de un evento interior con aglomeración de personas acumula ya 92 casos solo en esa localidad. Eso es el 20,3 %, de los 442 casos informados para Cuba desde esa fecha”, subraya el científico.

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Como el de Bauta, que se trató de una celebración religiosa, han ocurrido en los últimos tiempos “varios casos cuyo origen es la realización de eventos en condiciones de alto riesgo de contagio”.

Pero el aumento de los números “no se debe solo a violaciones de los ciudadanos, sino también a la apertura de varios centros estatales como bares, clubes nocturnos, o restaurantes que, como hoy sabemos gracias a la evidencia epidemiológica publicada, representan puntos calientes de contagio y pueden haber impulsado significativamente la actividad viral”, sostiene Pérez Riverol.

DISPERSIÓN PELIGROSA

Con este panorama, el científico detecta dos elementos “particularmente preocupantes” para el comportamiento reciente de La Habana.

Primero, aunque el número de pruebas ha aumentado, también lo ha hecho el porcentaje de positividad, “lo cual indica que el número de casos no aumenta porque se hacen más test, sino por un aumento de la actividad viral”. Y segundo, los casos están más dispersos, “patrón que sugiere una mayor diseminación del virus y que podría complicar significativamente el control del rebrote”.

Según datos oficiales, en este momento hay activos 31 focos de contagio repartidos en 12 de los 15 municipios de La Habana.

Un último factor que no se puede dejar fuera es que a los altos números de los últimos días han contribuido los casos importados.

“Desde el 20 de julio son 109 casos con origen de contagios en el exterior, 24,6 %, del total de 442 casos registrados desde esa fecha”, indica el experto.

Aunque Cuba mantiene sus fronteras cerradas, sí permite la entrada de cubanos y extranjeros residentes, a lo que se suma el retorno de brigadas médicas y otros profesionales que cumplen misión en el extranjero.

En los últimos diez días se ha producido un llamativo aumento de viajeros contagiados que procedían de Venezuela, donde hay destinados unos 20.000 profesionales cubanos, sobre todo personal sanitario y docente.

CERRAR LOS BARES PARA PODER REABRIR ESCUELAS

Cuando se controle la situación y mientras exista actividad viral, una eventual nueva reapertura de La Habana debe hacerse bajo los principios básicos mencionados y controlar con especial atención los “puntos calientes” de contagio, como bares y centros nocturnos, reevaluando su apertura gradual a partir del análisis riguroso de la evolución de la curva epidemiológica, según Pérez Riverol.

De ello dependerá no poner en jaque la reapertura de las escuelas en septiembre, un retorno que parecía ya seguro y ahora preocupa de nuevo a las autoridades.

“La principal variable para poder reabrir escuelas son los niveles de actividad viral en ese momento, la incidencia de casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 15 días. Si eso no está controlado, el riesgo de abrir las escuelas se multiplica exponencialmente”, advierte el científico.

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