El triunfo de Javier Milei es el giro más radical que haya sufrido Argentina en su historia electoral. Su victoria ha dejado el país a merced de un neoliberal, un radical que quiere darle un vuelco al modelo imperante de democracia.
Representa además, para América Latina, un signo importante de regreso del péndulo hacia un ciclo de derecha, en este caso, ostensiblemente más radicalizado que el anterior.
Así como en el 2015 el triunfo del expresidente Mauricio Macri encarnó el fin del ciclo progresista que duró prácticamente quince años en la región, la victoria de Milei podría tener repercusiones más o menos similares. Y es factible esperar sus réplicas a lo largo del continente, aunque siempre con enorme resistencia.
Junto al triunfo en Ecuador de Daniel Novoa, el de Milei implica una seguidilla de victorias importantes para sectores de la derecha regional que, en cualquier momento, van a tener la opción de articularse entre sí. Esa posibilidad de cooperación también cobra fuerza en el ámbito internacional, con actores similares que emergen en Europa, como la primera ministra italiana Giorgia Meloni y los líderes de los partidos de extrema derecha en Francia y España.
El cambio de estrategia de Milei de cara al balotaje, y después de haber visto pasmarse su votación en la primera vuelta, en comparación con las primarias, resultó ser sorpresivamente impecable.
Por ende, este resultado implica una Latinoamérica que equilibra el posicionamiento de los gobiernos de derecha, que se veían eclipsados apenas el año pasado con una larga cadena de victorias progresistas en Colombia, Perú, Chile, Brasil y Honduras.
Milei: un balotaje con variantes determinantes
El cambio de estrategia de Milei de cara al balotaje, después de haber visto pasmarse su votación en la primera vuelta en comparación con las primarias, resultó ser sorpresivamente impecable.
El techo férreo que algunos analistas le vimos a Milei con el resultado de la primera vuelta, realmente era extrapolable al candidato peronista Sergio Massa, quien entre las dos votaciones apenas pudo elevarse un 8%. El ultraderechista, en cambio, arrasó con todo el voto moderado y centrista llevándose –con un crecimiento de 25 %– la totalidad de votos de la derechista Patricia Bullrich, que había obtenido 23 % de los sufragios en la primera tanda.
La estrategia de Milei en los últimos días, incluido el del debate presidencial, implicó un rediseño de imagen eficaz. Del ‘Milei agresivo’, con motosierra, de barra brava, injurioso, un personaje capaz de insultar hasta al sumo pontífice en cualquier rabieta, pasó al ‘Milei político’, mucho más moderado y racional, más intelectual orgánico que estrella de rock, modificando una buena cantidad de elementos de su repertorio discursivo en cuanto a las políticas sociales, su enfoque sobre la izquierda y las relaciones internacionales.
Esta reingeniería del personaje significó un cambio certero que permitió darle confiabilidad a las moderados para que asistieran a votar por él, sin los miedos que planteó la campaña del peronismo, que ha resultado infructuosa.
El “león” de la primera vuelta, se convirtió en un gatito adorable que no conectaba con la idea de miedo que intentaba generar la contra campaña. Incluso durante el debate, prefirió verse arrollado que salirse de sus cabales y esto tranquilizó a los votantes.
Esta reingeniería del personaje significó un cambio certero que permitió darle confiabilidad a las moderados para que asistieran a votar por él, sin los miedos que planteó la campaña del peronismo, que ha resultado infructuosa.
Hay que decirlo sin ambages, el pueblo argentino no tuvo miedo de apostar por una salida neoliberal radicalizada con tal de enfrentar la estructura política tradicional. Y esto es un duro golpe al peronismo: si Mauricio Macri ganó en 2015 con una diferencia del 3 %, en relación al candidato peronista Daniel Scioli, Milei le sacó una ventaja de 11 % a Sergio Massa, lo que implica que la grieta, por lo pronto, se ha cortado por lo más angosto para la izquierda.
Ahora habrá que ver cuál de los dos Milei dará cara a su gestión presidencial, el más radical que le hizo famoso, o el más moderado que le permitió ganar las elecciones.
¿Qué le espera a Argentina?
Más acá de la campaña, el resultado era esperable. Todas las gestiones gubernamentales en Argentina, de derecha o progresistas, están siendo castigadas desde las elecciones de medio término. Ninguna ha podido controlar la situación económica y el presidente Alberto Fernández tampoco.
De hecho, el panorama se volvió más indeterminado. En paralelo, Argentina ha visto la emergencia de la delincuencia organizada y común. Por todo esto, si nos quitamos el espejismo de la campaña por el balotaje, una derrota del peronismo era no solo previsible, sino más esperable que en 2015.
Ahora, con Milei en la presidencia, se supone que vendrán medidas de ajuste estructural que podrían traer cierta desestabilización en la esfera social, debido a los efectos que puede conllevar en una sociedad empobrecida. Esto, aunado al poder que tienen en Argentina los sindicatos, los movimientos sociales y el propio peronismo, que ha conseguido un 44 % de los votos, pueden complicarle las labores al gobierno en ejercicio.
Es previsible que los sectores más radicalizados del conservadurismo traten ahora de acelerar salidas de facto o extrainstitucionales, tal como ocurrió cuando el primer ciclo de derecha, cuando buena parte del liderazgo de izquierda quedó inhabilitado políticamente.
El triunfo de Milei significa un cambio importante en el imaginario político argentino, pero puede traer mucha mayor desestabilización. No obstante, para eso lo han votado los argentinos: para que propine un revolcón a la institucionalidad vigente. Tendrá que saber el peronismo cómo hacer frente a esta pretensión.
En un escenario de conflicto próximo, el peronismo puede volver a tomar territorio simbólico que ha perdido desde la gestión gubernamental, sobre todo si la experiencia de la ultraderecha en el gobierno no hace sino repetir los errores políticos del macrismo, producidos en torno a los intentos de ajuste que tuvo que ir ralentizando.
Efectos para América Latina
Las repercusiones en la región no se van a hacer esperar. Este triunfo envalentona a la derecha, tanto como sucedió con el de Macri.
Por eso, es lógico que le ofrezca oxígeno a los sectores conservadores y ultras para presionar por la caída de presidentes de izquierda y limitar aún más el margen de maniobra que estos están teniendo.
Es previsible que los sectores más radicalizados del conservadurismo traten ahora de acelerar salidas de facto o extrainstitucionales, tal como ocurrió cuando el primer ciclo de derecha, cuando buena parte del liderazgo de izquierda quedó inhabilitado políticamente.
Comienza una nueva era en Argentina en la que el neoliberalismo, ahora más populista, tendrá que saber aplicar las medidas de política económica si quiere consolidar un ciclo extendido y no tan interrumpido como el anterior (2015-2019).