Rusia, primer exportador mundial de trigo, refuerza su posición dominante en el mar Negro y busca rediseñar las rutas de este grano utilizado para el pan, gracias a cosechas excepcionales y precios agresivos.
“Rusia garantiza por sí sola un cuarto de las exportaciones mundiales de trigo, y posee reservas consecuentes”, afirma Sébastien Abis, autor de “Géopolitique du blé” (Geopolítica del trigo) e investigador del Instituto francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS).
La guerra en Ucrania abrió nuevas rutas, como las fluviales del Danubio. Esto permitió a Kiev continuar exportando granos a pesar de la suspensión a mediados de julio del acuerdo cerealero del mar Negro, que Turquía busca reanudar y para lo cual prepara “un conjunto de propuestas” junto a la ONU, dijo el lunes su presidente, Recep Tayyip Erdogan, tras una reunión con su homólogo ruso, Vladimir Putin.
Pero, sobre todo, el conflicto que comenzó en febrero de 2022 asienta el dominio ruso sobre el comercio mundial del trigo.
Por un lado, las vías fluviales continúan siendo “frágiles”, ya que son bombardeadas de manera regular, recuerda el economista Joseph Glauber, del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, según sus siglas en inglés) en Washington.
Por otro, si bien el corredor marítimo “permitió sacar cerca de 33 millones de toneladas de productos agrícolas del país” en un año, “no ayudó a Ucrania a recuperarse en términos de producción agrícola, a raíz de la propia guerra”, que amputó un cuarto de sus tierras cultivables, explica.
Reorganización agrícola
En 2023-24, la producción mundial de trigo debería ser menos abundante que la cosecha anterior, como consecuencia, en parte, de las fenómenos climáticos en Canadá y Australia. Las estimaciones de consumo son superiores a las de producción en 20 millones de toneladas (MT).
En este contexto, “el mundo espera que 45 MT de trigo ruso lleguen al mercado”, subraya David Laborde, director de la división economía de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Este dominio ruso tiene su historia: “Hace 55 años, la mitad del trigo exportado en el mundo provenía de Estados Unidos. En los últimos cincuenta años, vimos una diversificación del mercado mundial”, cuenta el economista.
La hegemonía estadounidense fue progresivamente “cuestionada por las exportaciones de Europa Occidental –que se levantaba de la Segunda Guerra Mundial–, luego por países como Argentina y Australia, y a partir de los años 2000 por el surgimiento del polo del mar Negro”, continúa.
Rusia, importadora neta de trigo hace 25 años, tras el derrumbe del bloque soviético, se recuperó hasta ubicarse como primer exportador mundial en 2016.
La agricultura se convirtió en el tercer sector comercial del país, detrás de la energía y los metales/minerales, y por delante de las armas: “Rusia rearmó su agricultura”, resume Sébastien Abis.
Con la guerra, “todo se aceleró”, subraya este investigador. “La Rusia cerealera ‘rusificó’ su diplomacia del trigo: ya no estamos más en las reglas del mercado”.
Cuando llegó a su fin el acuerdo de granos del mar Negro, Putin prometió entregas gratuitas a seis países africanos (que representan menos del 1% de las exportaciones rusas), aplicar tarifas preferenciales para Egipto –nación amiga– y mantener precios bajos para conservar una ventaja competitiva.
Moscú “dibuja nuevos mapas, a la vez estratégicamente porque no juega con las mismas herramientas (que los otros actores del mercado), pero también apoyándose en el hecho de que Rusia es la única que produce más y exporta más. El único país que competía con Rusia en términos de tendencia era Ucrania”, destaca Abis.
Importadores “neutrales”
Esta hegemonía tiene un peso importante para países como Egipto y Turquía, que son de lejos los dos primeros importadores de trigo ruso.
Mientras que el primero importa el 80% de su trigo del mar Negro, el segundo transforma el grano en harina para reexportarlo hacia Oriente Medio, África o Asia, precisa Laborde.
Los países más dependientes son aquellos que consumen más pan, como los del norte de África, pero también Sri Lanka, Bangladés o Pakistán.
El peso de Rusia traza rutas comerciales “que no son lógicas en el plano de la geografía”, señala Abis. Un ejemplo es que Marruecos o Argelia, tradicionales clientes de Francia, modificaron sus reglas de importación para poder comprar trigo ruso.
Y, como lo indica Joseph Glauber, desde el inicio de la guerra muchos países importadores en África se han mantenido “neutrales” en las instancias internacionales para no ofender al gigante ruso, y al mismo tiempo defienden el acuerdo de grano del mar Negro.
Este acuerdo es crucial para los importadores porque, al favorecer la movilidad del trigo, hizo que los precios bajasen tras la disparada de la primavera boreal de 2022.
Ahora, uno de los grandes temores de los operadores es un incidente en el mar Negro, como podría ser el bombardeo de un barco con granos y un aumento desmedido de los seguros.
Sin embargo, “a los rusos no les interesa eso”, ya que el mar Negro “debe mantenerse como su corredor exclusivo”, asegura Abis.