El camino hacia una tregua aún es largo, pues al día siguiente de las aperturas de los negociadores de Rusia a las conversaciones de Estambul, el portavoz de la presidencia rusa, Dmitry Peskov, aseguró que, “por el momento no podemos afirmar que haya algo muy prometedor o algún punto de inflexión. Hay mucho trabajo por hacer”.

Sus palabras frenaron el optimismo sobre las negociaciones mostrado por Kiev, pero también por los enviados del presidente ruso, Vladimir Putin, mientras que Francia subrayó que no hubo “ningún avance” en los acuerdos.

La posición de Moscú sigue siendo esperar y ver.

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Una ambigüedad también cultivada en la expectativa de desarrollos militares favorables.

Tras 35 días de guerra, las fuerzas rusas aseguran que quieren concentrarse en la “prioridad” estratégica de conquistar todo el territorio de Donbas, continuando el asedio de las provincias vecinas del este y sur de Ucrania, desde Járkov hasta Mariupol.

Pero los informes desde el terreno dan testimonio de una nueva ola dramática de ataques con misiles en Kiev y Chernihiv, donde Moscú había prometido “una reducción radical de la actividad militar”.

Según la Defensa de Ucrania, en cambio, no hay una retirada a gran escala de esas áreas, sino solo movimientos limitados de las “unidades que sufrieron las mayores pérdidas para abastecerlas”.

En un aluvión de mensajes contradictorios, tras el parón del Kremlin -que en todo caso juzgó “positivo” el hecho de que Kiev haya comenzado a formular propuestas por escrito- llegaron nuevas aperturas por parte de los negociadores a varios niveles.

Para Medinsky, “Ucrania demostró por primera vez que está preparada para cumplir las condiciones para construir relaciones de buena vecindad con Rusia” y “discutir sus demandas en principio”.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, vio “un progreso significativo” en las conversaciones, argumentando que Kiev se está “dando cuenta de que los problemas de Crimea y Donbas están definitivamente cerrados”.

Una interpretación rechazada rotundamente por Ucrania, que vuelve a invocar “el restablecimiento” de su “soberanía” sobre esos territorios.

Un tema sobre el que sigue siendo evidente la distancia entre las partes, que no por casualidad lo excluyeron de las negociaciones por el momento. En ese contexto, los servicios de inteligencia estadounidenses afirmaron que el presidente ruso estaría “desinformado por sus seguidores” sobre el avance de la guerra, porque los mandos militares “tienen miedo” de decirle lo “mal que lo están haciendo las fuerzas armadas de Moscú”.

En Kiev, en tanto, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, volvió a hablar con su par estadounidense, Joe Biden.

En una llamada telefónica de una hora, Biden le confirmó la “asistencia militar, económica y humanitaria” de Washington, prometiendo una ayuda por un valor de 500 millones de dólares.

Mientras tanto, continuaba el choque sobre las sanciones con Occidente, con las repercusiones en las relaciones bilaterales y la diatriba sobre el pago del gas ruso en rublos, que junto al desarrollo del conflicto y las negociaciones, estuvo en el centro de las llamadas telefónicas de Putin con el primer ministro italiano, Mario Draghi, y con el canciller alemán, Olaf Scholz. 

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