Xalapa, Ver. (El Universal)- Ricardo Ahued Bardahuil viaja frecuentemente en una camioneta Nissan Pick-up en color blanco de modelo atrasado. El hombre de 58 años de edad, odiado por políticos pero querido por el pueblo, tiene un imperio del plástico en la capital veracruzana con 555 empleados a su servicio.

En las 12 unidades de venta y cuatro tiendas, es habitual verlo en las cajas registradoras, módulos de atención, bodegas y en los pasillos repletos de cristalería, juguetería, peltre, plásticos, loza, cuchillería, lámina y electrodomésticos, los miles de productos que se ofertan en las tiendas “Ahued”, un nombre que ha ido de la mano del crecimiento de la capital de Veracruz.

Ricardo es priista, ha logrado las más altas votaciones y ha duplicado el número de sufragios a sus competidores cuando fue candidato a la presidencia municipal, diputación federal y local; pero siempre ha ido a contra corriente y, a veces, en contra de su monolítico partido, lo que le convirtieron –dice- en el “apestado” de su clase política.

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Con el repudio de sus compañeros de partido y la admiración y receló de la oposición, en su carrera política votó en contra del Impuesto Empresarial a Tasa Única, del Impuesto a los Depósitos en Efectivo, de incrementar el IVA y en los últimos meses se opuso a toda la serie de reformas legales propuestas por el priista número uno de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa.

Los del partido tricolor lo consideran un panista encubierto de priista; poco congruente con la postura del partido que lo llevó a la alcaldía y diputación; desleal que flota en sus intereses; mezquino y un tipo con una doble moral.

“Yo no he avergonzado a mi partido hasta ahorita, pero si es así pido una disculpa”, dice el empresario.

Las opiniones en las filas de la bancada panista se dividen entre aquellos que lo consideran un hombre sensato, de trabajo, exitoso y de familia; con quienes lo ven con recelo por sus constantes bandazos y desacuerdos con su partido, cosa que –dicen- jamás favorecería que un instituto construya mayorías.

“En las decisiones que he tomado, con valentía y arriesgando el pellejo, no me ha importado si voy en contra del PAN, PRI, PRD o Morena, porque yo quiero morir tranquilo y ser responsable de mis actos y no heredarlos a mi familia. Las decisiones que tomo no las tomo por el partido, sino por la conciencia y obedeciendo la voluntad ciudadana”, responde.

Cuando finalmente dejó de ser alcalde de la ciudad de Xalapa (en el 2007) regresó de tiempo completo a la oficina de su próspero negocio. Era necesario hacer un corte de caja, revisar las finanzas y las cuentas bancarias de Casa Ahued, las tiendas que venden desde un alfiler hasta las ollas de peltre que son utilizadas en miles de hogares.

Se encontró con una desagradable noticia. Su cuenta bancaria contaba con sólo 43 pesos. Estaba en quiebra. “Y tuve que empezar, vender propiedades para meterle ese dinero a mi negocio y pagar consecuencias fiscales, contables y de proveedores”, recuerda.

Los ejecutivos bancarios lo miraban incrédulos, pero al igual que miles de xalapeños lo conocían muy bien y decidieron triplicarle su línea de crédito, aunque debió esperar un año entero para enderezar el barco que abandonó cuando fue electo alcalde con una votación de 78 mil 260, la más alta del estado.

Su partido, el PRI, lo invitó a ser candidato a la diputación federal por el distrito de Xalapa. Aceptó, pero dejó a cargo del negocio a su hijo Ricardo, recién egresado de la licenciatura en Administración de Empresas. Y volvió a aplicarles la dosis a los partidos de oposición que tenían en sus manos las dos diputaciones locales y la federal: les ganó con el doble de votos.

Y entonces votó en contra del Impuesto Empresarial a Tasa Única, del Impuesto a los Depósitos en Efectivo, de incrementar el IVA y vetó algunos artículos de la Ley Televisa que había pactado el PRI con el PAN.

“Voté en contra del aumento del IVA porque eso habíamos dicho en campaña”, afirma. También habían prometido no más aumentos, pero su partido les dijo que ya se habían arreglado y fue que decidió no ir en votación conjunta.

“Me bloquearon mucho, eso te cuesta y empecé a apestar desde entonces”, dice.

Ahued estaba en medio de una lucha por la candidatura presidencial. Los legisladores del Estado de México impulsaban a Enrique Peña Nieto; los diputados de Veracruz a Fidel Herrera Beltrán; y los parlamentarios de Coahuila a Humberto Moreira. Fue una carnicería.

“En el PRI no lo vieron bien porque cuando razonas tu voto, aunque te asista la verdad, pero vas en contra del grupo y de tu partido, te vuelves desleal. No importa que estés bien y que te asista la razón”, explica.

El grupo selecto de políticos lo apartó, lo aisló.

“Te vuelves un estrobo y te vuelves incómodo”.

Recontó una y otra vez las piezas que uno de los proveedores había mandado a la tienda de su padre. En una de las bodegas de la calle Juárez y Revolución, en pleno centro histórico de Xalapa, sus ojos brillaban de contentos al detectar que les hicieron llegar mercancía de más.

A los siete años vio aquel descubrimiento como una ganancia. Y así se lo hizo saber a su padre Don Alberto Ahued, ese dueño de una fábrica de hilados que fundó en Pachuca, Hidalgo, y que quedó en quiebra tras un incendio que arrasó con todo.

Durante 35 años, el patriarca, cada vez que pasaba por aquella pesada puerta de metal de la cortina del negocio, se persignaba e imploraba a sus dioses por su familia, compuesta por su esposa y sus cuatro hijos. Fue entonces cuando le hizo recordar esa escena.

-No ganaste, ganas cuando vendes el producto y tienes utilidades decentemente y lo que sobra lo anotas y se los pagas al proveedor, le replicó.

Esa puerta de metal, años después, la compró al dueño del local que su padre rentó por décadas, la mandó a restaurar y la mantiene en el acceso principal de su actual oficina como un recordatorio de cómo debe hacer las cosas en su vida y de aquella última frase en el recuento de mercancía: “Nunca pienses que lo que está enfrente es tuyo hasta que no lo ganaste, lo demás es robar”.

A los pocos meses su madre, Lupita Bardahuil murió. Y cuando llegaba a los doce años, su padre tuvo un infarto que si bien no lo mató lo alejó del negocio familiar. Los cuatro hijos (dos hombres y una mujer) debieron ser los empleados: uno empacaba, otro desempacaba, el otro pasaba jerga y Ricardo administraba.

Su padre duró hasta los 83 años, al momento de su muerte dejó una sola tienda al mando de su hijo que decidió seguir la carrera de comerciante. Su único empleado era Isaías, el mismo que ahora convive con los 555 que laboran en el emporio Ahued.

Se paró de su curul y se dirigía con paso firme a la tribuna para manifestar su rechazo a la decisión del gobernador Javier Duarte de Ochoa de utilizar el dinero del impuesto del 3 por Ciento a la Nómina para el pago de todas las deudas de su administración.

“Te van a madrear”, se escuchó a lo lejos. Fue una amenaza para el priista que se opuso a la decisión de utilizar el impuesto creado para generar obra pública en pago de adeudos.

“Aquí estoy, cuando gusten”, respondió enojado. “Pero antes que suceda, vayan y díganle a sus hijos, a sus familias y a su conciencia de las cosas que se hacen erróneas con perversidad. Si me van a madrear me voy contento, me voy contento, me voy tranquilo, me voy en paz, lo que ellos nunca van a poder hacer”.

Ahued se sienta en las curules que ocupa la bancada del PRI. En la página web del Congreso del Estado aparece en la lista de legisladores de ese partido, pero regularmente va en sentido contrario a la votación de sus compañeros e incluso a lo ordenado por el actual mandatario.

Refutó en tribuna la aprobación de una reforma a la Ley de Tránsito por considerarla anticonstitucional; rechazó las reformas anticorrupción, la entrega de plazas laborales a siete mil burócratas, la utilización del impuesto a la Nómina para el pago de deudas y la entrega de la Casa de Gobierno a organismos autónomos, propuestas todas ellas impulsadas por Duarte de Ochoa.

Llegó a la diputación local con 52 mil sufragios, nuevamente el doble que sus contrincantes. “Ya nos costaba más trabajo porque la gente ya no quería votar por el PRI, votaba la gente pero no era mucha votación. Estábamos ya en caída libre, notaba que era más difícil que la gente nos aceptara como partido”.

Y sigue en las filas del tricolor. “Yo quisiera tenerle fe a un partido y decir: me cambio porque allá está el ISO 9000 90 de la bondad, del buen gobierno, decencia y honradez, pero no existe”, afirma.

El empresario asegura que en el fondo le gustaría que existiera un partido decente para salvar su imagen, porque –reconoce- el que quiera seguir participando en el PRI, su vida política “ya está muerta”.

El PRI, resume, “está en un momento desastroso, lástima por los grandes mujeres y hombres priistas capaces y honrados, que si hay”.

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