Desde el pasado fin de semana, Sudán vive un brutal conflicto armado entre las fuerzas leales a dos generales, que se encuentran en el poder de facto desde el golpe de Estado del 2019. Los enfrentamientos ya han dejado cientos de muertos y miles de heridos, y esto solo según datos oficiales. ¿Qué ha llevado al tercer país más grande de África al borde de una guerra civil a gran escala y cómo puede esta crisis afectar a la región en general?

Historia y causas del conflicto

En diciembre del 2018, se produjeron protestas en Sudán contra la administración del entonces presidente Omar al-Bashir, quien a su vez también llegó al poder mediante un golpe militar en 1989, por problemas económicos y corrupción. Finalmente, tras unos 6 meses de protestas, el Ejército sudanés decidió intervenir y Al-Bashir fue derrocado y arrestado.

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Como consecuencia, el poder pasó a manos del Consejo Militar de Transición, liderado por el general Abdel Fattah al-Burhan. El cargo de su adjunto lo ocupó Mohammed Hamdan Dagalo, más conocido como ‘Hemedti’, comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), la fuerza paramilitar que surgió de las antiguas milicias conocidas como ‘yanyauid’ y cuyas funciones en los últimos años han incluido la seguridad interna y la lucha contra el contrabando. 

Las milicias yanyauid también son conocidas por su participación en el conflicto en la región de Darfur del 2003, donde fueron utilizadas por la administración de Al-Bashir para ayudar al Ejército sudanés a sofocar la rebelión de una minoría étnica que acusó al Gobierno central de discriminación. Según los datos de la ONU, durante el conflicto unas 300.000 personas murieron y cerca de 2,7 millones se vieron obligadas a desplazarse.

En agosto del 2019, los militares llegaron a un acuerdo con los grupos promotores de las protestas, tras lo cual se creó el Consejo Soberano, formado por civiles y militares, y finalmente Sudán inició un largo y complejo proceso de transición del poder a estructuras civiles. 

Durante este tiempo, ya estuvo en el poder un funcionario no militar, Abdalla Hamdok, que también fue derrocado del cargo de primer ministro por el Ejército en el 2021, pero debido a la presión internacional fue reinstalado en el cargo poco después y alcanzó un acuerdo con los militares para lograr la transición a un gobierno civil en el país. Sin embargo, Hamdok dimitió en el 2022. “He hecho todo lo posible para evitar que el país se deslice hacia el desastre”, dijo a la nación, señalando la “fragmentación de las fuerzas políticas y los conflictos entre los componentes [militares y civiles] de la transición”. Advirtió también que el país estaba “en un peligroso punto de inflexión que amenaza toda su supervivencia”.

Al final, ambos generales, que habían declarado su compromiso con la transformación democrática de Sudán, consiguieron llegar a un acuerdo sobre la formación de un gobierno civil y la celebración de elecciones generales. El acuerdo final debía haberse firmado a principios de abril, en el cuarto aniversario de la destitución de Al-Bashir, pero el acto se retrasó.

Se cree que el principal motivo para aplazar la firma fue la cuestión de la integración de las RSF en la Fuerzas Armadas tras la transición del país a un gobierno civil. Al-Burhan, por ejemplo, creía que la integración de las RSF en las estructuras del Ejército tenía que completarse lo antes posible, en un par de años, mientras que Hemedti insistía en un mínimo de 10 años.

Cabe destacar que, mientras que, según los datos del portal especializado en estadísticas Macrotrends, el Ejército sudanés contaba con unos 124.000 soldados en el 2019, se desconoce el número exacto de los combatientes de las RSF, pero se cree que podría tener hasta 100.000 efectivos en todo el país. 

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