Las rupturas, rivalidades y debilitamientos de las organizaciones criminales en México provocaron su dispersión en múltiples grupos de diferentes tamaños e influencia territorial que operan en todo el país y que dificultan su identificación como cárteles o acotadas bandas delictivas.

Así lo demuestran informes oficiales y privados que disienten sobre el número de cárteles que existen en la actualidad y que, de acuerdo con la fuente que se consulte, oscila de dos a decenas. El único consenso es que los organizaciones más poderosas son el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa, conocido también como Cártel del Pacífico.

Esto demuestra que la detención y condena a cadena perpetua en EE.UU. de su líder, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, no mermó la influencia del Cártel de Sinaloa y que, al igual que ha ocurrido con otros grupos, solamente reacomodó los liderazgos de grupos que ya no se dedican solo al narcotráfico, sino también a secuestros, extorsiones, robo a transportistas y de hidrocarburos, lavado de dinero y trata de personas.

A mediados de este año, por ejemplo, el portal Animal Político citó un informe en el que el Gabinete de Seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador reconoce que en el país operan por lo menos 16 cárteles, lo que duplica el número estimado oficialmente al inicio de este Gobierno, pero en 2020 un estudio de Lantia Intelligence, una plataforma sobre seguridad y crimen organizado, reducía la cifra a siete.

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El año pasado, Santiago Nieto, extitular de la Unidad de Información Financiera (UIF) de México, ya había revelado que estaban tras la pista del dinero de 19 cárteles, pero en marzo de 2021 la DEA denunció que en EE.UU. operaban nueve cárteles mexicanos, lo que confirmó que no todos los grupos identificados son trasnacionales.

En julio, el diario Excélsior aseguró que, de acuerdo con un reporte del Centro Nacional de Inteligencia (antes Cisen), en México operaban 49 organizaciones criminales, de las cuales 19 eran cárteles y el resto, grupos emergentes limitados a determinados territorios.

La atomización del crimen organizado en México remite al proceso que ya vivió Colombia cuando se desintegraron los cárteles de Medellín y de Cali y surgieron múltiples grupos que fueron bautizados como "cartelitos".

Por el contrario, el periodista y escritor Jorge Fernández Meléndez, quien se ha especializado en el tema del narcotráfico, ha asegurado que solamente el de Sinaloa y el CJNG pueden considerarse como cárteles, ya que el resto de las bandas carece de la capacidad para manejar todas la estructura del negocio desde la producción, distribución, tráfico y lavado de dinero hasta la compra de armas.

La atomización del crimen organizado en México remite al proceso que ya vivió Colombia cuando se desintegraron los cárteles de Medellín y de Cali y surgieron múltiples grupos que fueron bautizados como “cartelitos”.

Dispersión

Lo que sí es un hecho es que las organizaciones narco se diseminan por todo el país y se reestructuran y rebautizan con nuevos nombres que, de a poco, a fuerza de masacres y todo tipos de violencias, se vuelven cada vez más familiares para la opinión pública.

El Cártel de Sinaloa sigue prevaleciendo en siete de los 32 estados del país: Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Durango, Sinaloa y Sonora, y tiene presencia, por lo menos, en otros 13; mientras que el Cártel Jalisco Nueva Generación predomina en Colima, Estado de México, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Nayarit y Veracruz, y cuenta con influencia en 19 estados más. El Cártel del Golfo controla Aguascalientes, San Luis Potosí y Zacatecas.

Esto no significa que se quedan únicamente en esas regiones, ya que siempre buscan aumentar territorios, al mismo tiempo que otras organizaciones les compiten en los estados en donde sí controlan por completo el negocio narco.

Por ejemplo, los cárteles de los Beltrán Leyva y de Tijuana (de los hermanos Arellano Félix), que han quedado debilitados en los últimos años debido a las detenciones de sus principales líderes, todavía le pelean al Cártel del Pacífico operaciones en Sinaloa y en Baja California, respectivamente. La Línea-El Cártel de Juárez, por su parte, dirige desde hace décadas el negocio narco en Chihuahua.

A los grupos rivales se suman las divisiones internas, ya que el Cártel de los Zetas y el Cártel del Golfo, que antes eran aliados, se disputan el dominio en Tamaulipas, uno de los estados con mayor control narco y en donde se han cometido algunas de las masacres más resonantes.

Otras organizaciones nacidas durante la primera etapa de la guerra contra el narcotráfico, que en 2006 puso en marcha el expresidente Felipe Calderón, son la Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios que ya perdieron peso, pero que aun así siguen operando principalmente en Guerrero, Michoacán y el Estado de México.

Los “chicos”

La diseminación de los cárteles o bandas criminales se refleja en la creación de nuevos grupos que imperan en zonas acotadas.

Es el caso, por ejemplo, de la Unión Tepito y el Cártel de Tláhuac, que operan en esos barrios de la Ciudad de México, en donde la penetración del narcotráfico se profundizó a partir de la gestión del exjefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera (2012-2018).

“La reconfiguración de los cárteles es permanente debido a que su principal negocio, que es la producción y tráfico de drogas, no ha disminuido debido, en gran parte, a la demanda que hay en EE.UU.

En la misma situación se encuentran Guerreros Unidos y Los Rojos, que actúan en Guerrero, y Los Viagras, en Michoacán, aunque en ambos estados hay varias organizaciones más, de menores dimensiones, que abonan a la violencia que también persiste en Guanajuato, en donde prevalece el Cártel de Santa Rosa de Lima.

La plataforma Lantia Intelligence considera que desde 2008 México padeció dos crisis de violencia que derivaron en la fragmentación de las grandes organizaciones criminales que existían desde finales de los años 70. La primera se debió a disputas internas que culminaron en la bifurcación del Cártel de Sinaloa tras la separación de la facción de los hermanos Beltrán Leyva y la escisión de Los Zetas de su histórica alianza con el Cártel del Golfo como brazo armado.

“Pero después obedeció a la política gubernamental de captura y abatimiento de líderes —sustentada en operativos conjuntos militares, relegando a las policías estatales y locales—, que pulverizó a las organizaciones en múltiples células criminales antagónicas entre sí. Estas nuevas agrupaciones tuvieron que recurrir a otras actividades ilícitas para mantener sus rentas como la extorsión”, analiza en su informe ‘Mapa Criminal de México’, que publicó en 2020, pero que sigue teniendo vigencia.

La reconfiguración de los cárteles es permanente debido a que su principal negocio, que es la producción y tráfico de drogas, no ha disminuido debido, en gran parte, a la demanda que hay en EE.UU., el país que más consume sustancias ilegales en el mundo y desde donde se trafican las armas que usan las organizaciones criminales mexicanas.

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