Analizando los resultados de la elección intermedia, no deja de ser interesante la expresión manifestada horas después por el presidente López Obrador, en el sentido de que buscará negociar con el PRI y otros partidos el apoyo de sus diputados federales para conseguir las modificaciones constitucionales en el Congreso de la Unión.

Ante ese pronunciamiento del jefe del ejecutivo federal, lo primero que se evoca son las negociaciones oscuras que se acostumbran en las alturas del poder y que se han visto entre todos los partidos grandes o pequeños, sin excepción alguna. Ahí están los términos “concertacesión” o “sospechosismo” que recuerdan a Salinas de Gortari y a Vicente Fox. “El demócrata” Ernesto Zedillo fue quien a finales del siglo pasado dio el visto bueno para que el propio Andrés Manuel pudiera contender por la jefatura del Distrito Federal sin tener residencia en la capital del país. 

Sin embargo, existen muchos casos más y han sido de índole o finalidad diversa. Uno que se tiene muy presente, es la forma en que Peña Nieto minimizó la investidura presidencial en favor del tabasqueño, al siguiente día de que este ganó las elecciones en 2018. Con esa inesperada concesión, López Obrador se dio gusto haciendo y deshaciendo (caso Aeropuerto de Texcoco) antes de tomar posesión. Desde esa fecha mantiene una estruendosa guerra florida con el expresidente y sus excolaboradores principales por el tema de la corrupción. Pero nadie importante está en la cárcel. Al puro estilo campirano, al final de los días veremos que todo ese desprestigiado grupo se irá tranquilo y con todo y reata.

Esa “invitación” reciente del huésped del palacio nacional a los diputados del PRI, recuerda la percepción priista en contra de Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, cuando este se destapó para dirigir al partido en 2019. Muchos se enteraron de que AMLO lo respaldó para obtener la dirigencia y por ello lo rebautizaron como “Amlito”. Eran tiempos en que el oaxaqueño Ulises Ruiz lo denunció y la Fiscalía General de la República le enderezó un expediente por enriquecimiento inexplicable en su paso como gobernador de Campeche.

En este año de funciones como presidente nacional del PRI, y ante el avance de MORENA, los campechanos lo señalan de haber dejado a su suerte al candidato tricolor para favorecer a la morenista Layda Sansores.

Durante su candidatura a la presidencia del partido, Alito solía vociferar estas provocadoras frases: “Vamos por un PRI que encare a MORENA”, “Los campechanos vamos a educar a López Obrador” o “Él y yo no coincidimos en la visión de país”. Ahora, a raíz de la convocatoria explícita (y quizá intimidante para algunos), del jefe de la nación, el presidente del tricolor hace un apresurado guiño y dice que la alianza con el PAN y PRD no lo deja ser independiente, pero que está dispuesto a analizarlo.

Si le gana la ambición de ser candidato presidencial priista en 2024, Alito Moreno podría echar a perder la alianza Va por México y afectar sobre manera a los ganadores de los pírricos triunfos del PRI el pasado 6 de junio. Y con apoyo encubierto, sería como la versión segunda de Toño Meade, un inoloro e incoloro aspirante sin tamaños para esa aventura.

De darse así las cosas en la pantalla nacional, estaríamos viendo la segunda o tercera temporada de “El Primor”, serie dramática que emanaría la molesta halitosis del enfermo terminal que es el PRI, alcanzado por su destino. Entonces los últimos priistas fieles a la marca tendrían que rumiar el triste bocado del intermedio: Alito, envuelto en tamalito horneado por López Obrador. 

Recordando todos que la primera temporada de este “Primor” fue la que filmaron amorosamente Peña Nieto y López Obrador, película que les dio el Oscar a la mejor actuación, y que en la vida, los de arriba siempre se entienden, solo los de abajo y los zopencos son los que riñen. Porque los negocios son los que mandan.

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