Los cuestionamientos por la decisión de viajar esta semana, así como las encendidas peticiones para que no acuda a reunirse con Donald Trump en Washington, que aparecieron a ambos lados de la frontera, son las circunstancias mediáticas que envuelven la visita que el presidente López Obrador hará a su contraparte estadounidense el próximo miércoles.

Se esgrimen razones de orden político, y también salen a flote aspectos como la actual campaña de reelección de Trump y su marcada vocación xenófoba, junto al forzado cambio de discurso y de trato de Andrés Manuel hacia los migrantes centroamericanos. Otros aducen que la epidemia viral que sufre el mundo y las medidas de prevención recomendadas, no aconsejan juntas de trabajo o visitas al extranjero no prioritarias.

Pero la decisión de reunirse, provocada por Trump, y aceptada por el mandatario mexicano, ha ocasionado que este último -para disfrazar las cosas- hubiera convocado a Justin Trudeau, el primer ministro de Canadá, quien parece que continúa evaluando la pertinencia de asistir a la Casa Blanca este 8 de julio.

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Para entender las motivaciones de esta reunión, deben considerarse varios factores. El pretexto para la reunión es la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) o USMCA, por sus siglas en inglés.

El primero y más visible rechazo en la clase política estadounidense, es que el cónclave ocurrirá en plena campaña por la reelección de Trump a la presidencia. Por esa causa, diversos actores pidieron posponer el encuentro para después de noviembre, una vez pasados los comicios. Analistas políticos perciben que los votantes latinos no apoyan tanto al candidato republicano, como hace cuatro años. Y creen que AMLO podría mover las simpatías de esos potenciales votantes hacia el actual presidente, en su lucha por conseguir su segundo periodo de cuatro años.

Pero en el lado mexicano también pudiera existir una necesidad apremiante de esa reunión, más allá de la justificación obradorista de “ir a darle las gracias” a Trump por su apoyo para facilitar medicamentos y respiradores contra el coronavirus.

Pudiera pensarse que el motivo real de Andrés Manuel es el de blindar todo lo relacionado con el Tratado y con su buena marcha, a partir de este mes. Y la razón de Trudeau, como ha señalado el canadiense, es asegurar con el gobierno norteamericano que no se apliquen una serie de aranceles como el del acero y del aluminio, desactivando esa amenaza latente.

Desde su primera campaña, Donald Trump acusó que “el TLCAN es el peor tratado comercial de la historia”, culpable de la pérdida de empleo en los estados del cinturón industrial del país (donde después se definió su elección), exigiendo equilibrar la balanza comercial, desfavorable para Estados Unidos. Al respecto, el exsecretario de economía, Ildefonso Guajardo, confesó en entrevista que “en abril de 2017, Trump tenía sobre su escritorio un documento que ponía fin al TLC, el cual mataba cualquier esperanza de renegociación”.

Expertos canadienses y estadounidenses señalan que el Tratado es el más grande del mundo y que los tres países están interconectados entre sí, por lo que desenredar toda esa integración sería perjudicial para el comercio y el crecimiento económico, advirtiendo que sería desastroso cancelarlo.

Desde 1994 el valor de las exportaciones de México a Norteamérica se incrementó un 536%, pasando de 53 mil 138 millones, en ese año, a 338 mil 226 millones de dólares en 2017. México vende a Estados Unidos más de lo que le compra, y mil 400 millones de dólares en productos cruzan la frontera del Río Bravo cada día.

López Obrador ha destacado que con el Tratado y con las acciones de su gobierno “va a conseguir frenar, detener la caída de la economía, provocada por la epidemia de Covid-19, va a haber un retorno a la normalidad económica, sobre todo un bienestar, que es lo que más nos importa, para que seamos todos felices”. Palabras muy significativas en tiempos mexicanos de alta inseguridad pública, espantosa baja en la economía e insuficiente atención medica a enfermos por Covid-19.

Hasta ahora, los dichos y escarceos de Trump causan gran incertidumbre y desanimo, lo que hace tambalear la alicaída economía mexicana. Seguramente la reunión con él, ayudará a impulsar su carrera a un segundo periodo, eso es previsible. AMLO pretende agradar a Trump. Y, por otro lado, busca blindar sus propias condiciones y las del Tratado. Su imagen no puede exponerse a otro fracaso que podría resultar fatal en la elección intermedia en México.

Sabe que el país necesita que no caiga la economía y las remesas en dólares. En Washington, probablemente quieran hablar de aranceles, y también se blinden, quizá platiquen del narcotráfico, de la emigración y del muro, que ahora quiere ser virtual.

Al final de cuentas entre Estados Unidos y México, será una reunión de blindaje recíproco, con pocas palabras del tabasqueño. No domina el inglés. Y si llegara a ganar Biden, esa será otra historia y otras posibilidades y concesiones. Como siempre, en la historia de un poderoso junto a uno más débil que por desgracia, ¿o fortuna?, es su vecino.

López Obrador critica a la derecha, es un discurso que vende y gusta a sus seguidores. Pero en Estados Unidos, el hombre fuerte de México deberá caminar por la derecha y bien derechito. Estará en el centro del neoliberalismo y con su mayor representante. Y va preparado. Hasta ofrece hacerse los exámenes médicos y colocarse un cubrebocas.

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