“Creo que si uno no dice adiós no puede continuar; ahora el adiós no quiere decir olvido, quiere decir instalar los recuerdos en otro lugar”, asegura en una entrevista con EFE la escritora argentina Clara Obligado a propósito de su libro ‘Tres maneras de decir adiós’, tres cuentos largos que acercan a las historias autónomas, pero encadenadas, de tres mujeres y sus pérdidas.
El primero, titulado ‘El héroe’, trata de una mujer que ha perdido a su pareja y en medio de ese relato la autora aglutina la idea de la violencia vista desde distintos espacios y lo que queda después de ella, “una muerte es todas las muertes, una guerra todas las guerras y es la violencia todas las violencias”, plantea.
Para la segunda historia, Obligado (Buenos Aires, 1950) – una de las grandes defensoras del cuento -, a la vez que sumerge al lector en los adioses de la vida, reflexiona en torno a la vejez y lo que significa ser abuela, mientras que en el tercer relato crea una ucronía (una historia alternativa) desde la que habla del amor juvenil y la despedida de un país, que es intransitable.
Primero el título, luego las historias la redacción de los cuentos le tomó alrededor de cinco años y se vio interrumpida por la pandemia, tiempo en el que escribió dos ensayos, “Una casa lejos de casa” y “Todo lo que crece”: “Me salí de la ficción, porque me resultaba muy agobiante, era bastante ficción la que teníamos afuera”, dice.
“El ensayo lo escribo en meses, pero la ficción no la puedo resolver en menos de cuatro años. Nunca lo he hecho. Doy por terminado el libro varias veces, pero no está bien. Entonces vuelvo y corrijo”, cuenta.
La ganadora en 1996 del premio Femenino Lumen por su novela ‘La hija de Marx’, y en 2015 del premio de novela breve Juan March Cencillo por ‘Petrarca para viajeros’, relata que su más reciente libro comenzó por el título, “al revés de lo que suele suceder”, y a partir de él se determinaron las historias.
Obligado defiende que “los escritores tienen disfraces” y aunque, como exiliada política de la dictadura militar argentina, conoce por historias personales lo que es una desaparición en todo su sentido, comenta que en el primer cuento unió sus sentimientos con los testimonios de otros que sintieron algo similar. “Entonces es una visión ampliada del sentimiento”, dice.
La escritora que desde 1976 vive en España, mediante la ficción recreó una experiencia real en un pueblo de la ciudad española de Guadalajara, en donde tuvo una casa durante 10 años, y trasladó al presente testimonios sobre la guerra civil (1936-1939), el dolor de las pérdidas y las peladas, mujeres rapadas, obligadas a beber aceite de ricino y a desfilar después, sucias, ante sus familiares y vecinos.
Cerca de 30 años mantuvo en su mente las confesiones de Romualdo y Paula, dos de los personajes que adquirieron forma literaria en el cuento ‘El héroe’. “Siempre pensé que era justo que yo contara aquello que me habían contado y ese era mi homenaje a esas personas maravillosas”, comenta.
Un libro sobre el adiós y la escritura En ‘Tres maneras de decir adiós’, Obligado, quien dirigió los primeros talleres de Escritura Creativa que se organizaron en España, reflexiona también sobre escribir y escribirse y sobre la capacidad de sobreponerse al dolor a través de esa propia escritura. La autora desvela parte de su proceso literario, la conformación de los personajes y las interrogantes. “Los escritores vivimos con los fantasmas de nuestros personajes durante muchos años”, hasta que algo dispara todo y adquieren forma, hasta entonces son recuerdos, sostiene.
En el libro se propuso crear incertidumbre en torno a quién cuenta la historia y cuándo ocurre. “El lector tiene que decidir conmigo quién cuenta, entonces se convierte en un autor en cierta medida. La verdad es que es un libro sobre el tiempo, su paso y dos tensiones: una es el tiempo cronológico y la otra es el tiempo totalmente detenido y plano”, explica.
Así, Clara Obligado apuesta por una literatura más participativa y con una mayor implicación, “el lector que yo quiero, es el que se parece a mí”, afirma, de ahí que piense en estructuras complejas para que quienes disfrutan de su escritura regresen a ella.