El anuncio que la gobernadora de Veracruz hizo el pasado 31 de marzo sobre el acueducto que construirá para surtir agua a la ciudad de Xalapa, ha cimbrado a importantes círculos políticos del estado. La conclusión de esta magna obra, que urge en la capital, le rendirá numerosos frutos a la ingeniera Rocío Nahle, una mujer que busca dejar una huella profunda y duradera en la historia estatal.

Y esos frutos que tienen que ver con el prestigio y el reconocimiento, también están relacionados con la sucesión que debe cuidar y con la tersa entrega de su administración al cierre de su gestión, circunstancia que ella misma debe procurarse para marchar  tranquilamente hacia otros objetivos a finales del año 2030. 

Y pareciera que al estilo del obradorismo en el año 2019 respecto a las posibilidades presidenciales de  Sheinbaum, la percepción ciudadana en Xalapa comienza a dibujar esa sucesión tersa, meticulosa y exitosa en lo estatal, que proyecta Nahle, y que de manera natural ya sembró en el imaginario colectivo (a raíz del Acueducto que anunció), con el siguiente mensaje político: “No se equivoquen, es Ricardo”. 

Ricardo Ahued Bardahuil, el secretario de gobierno actual, a quien han mencionado en anteriores ocasiones para la gubernatura. Ahued Bardahuil, un hábil empresario que han buscado algunos partidos políticos para encabezar proyectos políticos con éxito.

Porque también parece que Manuel Huerta se anda perdiendo en las huertas repletas de manzanas podridas y de despropósitos de varios tipos. Huerta continúa perdiendo nombre y adeptos, al tiempo que le surgen archivos incómodos y venganzas pendientes.

Pero es mejor hablar del Acueducto, una obra presupuestada en alrededor de 1,000 millones de pesos, que seguramente requiere de 50 kilómetros de tuberías e ingenierías y que plantean en más de un año de ejecución, para dejar de depender del agua que se trae desde el estado de Puebla. El acueducto es una obra necesaria que dará agua limpia a la región metropolitana de Xalapa y sus municipios conurbados, donde habita más de un millón de personas. Y esa agua tendrá que venir, como ya indicaron, del Acuífero Perote- Zayaleta, en los límites de Perote con el estado de Puebla.

En ese acuífero de más de mil kilómetros cuadrados de extensión, cuyo epicentro es el valle de Perote, existe suficiente disponibilidad de aguas subterráneas para atender durante los siguientes 20 años, las necesidades de la región de la capital veracruzana, si se toman en cuenta los estudios geohidrológicos de la CONAGUA, que se publican en el Diario Oficial de la Federación. En el año 2015 se determinó que anualmente en ese acuífero se disponía de un volumen de 1’559,165 metros cúbicos de agua para poder otorgar nuevas concesiones.

La obra es importante para la gobernadora, en lo político e histórico, porque en la región capital, muy escasa obra pública se construyó en los descompuestos gobiernos de Javier Duarte, de Yunes Linares y de Cuitláhuac García. 

Y debe recordarse que en el sexenio de Cuitláhuac, el mezquino atanasiato del Macuiltepec, decidió no utilizar los recursos federales y mejor devolver los presupuestos oficiales para quedar bien con el machuchón tlatoani de Tabasco, que requería la lana para trasquilarla en sus obras sin planeación ni transparencia, que todavía no son rentables y quizá nunca lo sean.

La imagen de Rocío Nahle, como gobernante eficiente, efectiva y cumplidora, tiene mucho que ver con la concreción del proyecto del acueducto xalapeño, y también con la obtención de la candidatura para Ricardo Ahued, de quien se asegura que sería el prospecto líder del régimen nahlista para la siguiente gubernatura.

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