“El chisme es una peste más mala que el Covid”, afirmó el papa Francisco dirigiéndose directamente a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro durante el rezo del Ángelus para lanzar la enésima exhortación para evitar el desvarío, la chismerío a espaldas de las personas, argumentando muy querido por el Santa Padre.

“Cuando nosotros vemos una equivocación, un defecto, un desliz, en aquel hermano o aquellas hermana, inmediatamente la primera cosa que hacemos es ir a contárselo a los otros, a charlar -dijo comentando un pasaje del Evangelio de Mateo sobre la corrección fraterna-. Y los chismes cierran el corazón de la comunidad, cierran la unidad de la Iglesia. El gran parlanchín es el diablo, porque él es el mentiroso que trata de desunir a la Iglesia, de alejar a los hermanos y no hacer comunidad”.

“Por favor, hermanos y hermanas, hagan un esfuerzo para no chismear. El chisme es una peste más mala que el Covid!. Hagamos un esfuerzo: nada de chismear”.

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Francisco muchas veces evidenció la necesidad de evitar los chismeríos, como ya lo hacía como obispo. Hace dos meses, siempre durante el Ángelus advirtió del riesgo de “perder el sabor del silencio, del recogimiento”, porque “atormentado por tanta charla, por tantas ideologías, por las continuas posibilidades de distraerse dentro y fuera del hogar”.

“El lenguaje mata”, tronó en su lugar en febrero antes de lanzar lo que él mismo llamó la “ecología del corazón” hecha de silencio, reunión y oración.

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“Los hombres espirituales -sus palabras de hace poco más de un año- devuelven bien por mal, responden a la soberbia con mansedumbre, a la maldad con bondad, al estruendo con el silencio, al chisme con la oración, al derrotismo con una sonrisa”.

En el Angelus del pasado domingo, el Pontífice volvió a hablar también de la hermandad y solidaridad, los elementos claves de la nueva encíclica, los “Hermanos todos”, que firmará el 3 de octubre sobre el sepulcro de San Francisco en Asís.

Jorge Bergoglio habló de “corrección fraterna”, es decir, consejo a los hermanos que han caído en el error. “Hay cosas que no pueden dejar indiferentes a otros hermanos -dijo-: se necesita un amor mayor para recuperar al hermano”.

“La Virgen María -su deseo al final del Ángelus- ayúdanos a hacer de la corrección fraterna un hábito saludable, para que en nuestras comunidades siempre podamos establecer nuevas relaciones fraternales, fundadas en el perdón mutuo y sobre todo en la fuerza invencible de la misericordia de Dios”.

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