El primero de septiembre llegó a López Obrador con una inmejorable carga de aceptación pública. Salvo en ciudades medias y pequeñas poblaciones arrasadas por las bandas delincuenciales y el interminable asesinato de hombres y mujeres, es posible que las zonas metropolitanas del país estén brindando en las encuestas esas reconfortantes cifras que validan los logros presidenciales y políticos de AMLO.

El presidente ha hecho adecuados controles de daños de los dos temas más álgidos de su gestión: ha dado mayor importancia al control de la migración centroamericana, aportándole recursos nacionales y contentando a Trump, y la semana anterior acaba de finiquitar con éxito las negociaciones con los empresarios de los gasoductos que encabeza Carlos Slim -que obtuvo este domingo un reconocimiento del ejecutivo federal-, enmendando la plana a Manuel Bartlett, una piedra en el zapato presidencial, que cobra por hacer casi nada en CFE.

El informe y sus logros no fueron enturbiados por las recientes matanzas de agosto. Una de ellas en Coatzacoalcos con 30 muertos. En su novena visita a Veracruz el viernes pasado, el ejecutivo federal volvió a alzarle el brazo al gobernador, mientras los rumores y comentarios negativos iban sobre el secretario de seguridad pública y el fiscal del estado. Pero Cuitláhuac García, como se ha hecho costumbre, siguió vistiendo y liderando la murmuración social en contra. 

El informe fue un listado triunfal a la manera tradicional de los presidentes del neoliberalismo, tan vilipendiado en palacio nacional. Las pensiones a adultos mayores, las becas a ninis y los demás apoyos a la carta, sostienen la alta aceptación popular de Andrés Manuel. A la gente le gusta recibir dinero, lo sabemos todos, y lo dicen desde hace dos mil años todas las biblias mundiales. 

Al mandatario mexicano también lo sostiene su permanente y correcta lucha anticorrupción, que desgraciadamente no alcanza a su partido MORENA, emperrado y empoderado en el Congreso de la Unión, gracias al librito antidemocrático y avasallante que le dictan desde una oficina del zócalo capitalino. 

Sobre los famosos ahorros que tanto se repiten y presumen, esto no es creíble cuando miles de afectados en los hospitales de la nación están esperando doctores, operaciones, estudios y medicamentos para salvar de la muerte a ellos o a sus familiares. En todo caso será un simple y llano subejercicio presupuestal. 

Cuando el Estado no gasta su presupuesto, es ineficaz, no ahorrador, lo afirman así las leyes y los libros de administración. Hace falta que los ahorros presumidos se traduzcan en mejores salarios para doctores y enfermeras y en adquisiciones oportunas de insumos médicos con calidad a instalaciones hospitalarias. 

Y como reconoció el jefe de gobierno en palacio nacional, las remesas de migrantes constituyen el mayor recurso exterior que llega a México. Ellos, en efecto, son los héroes nacionales, como aceptó. También nos avisó que “no hay recesión”, recalcándolo junto a otras grandes noticias que no obtuvieron aplauso alguno por parte de un aburrido y televisivo Emilio Azcárraga, castigado y disminuido representante de los medios de comunicación. 

Los pendientes de AMLO los conoce él a la perfección y no son fáciles de resolver. La terrible y creciente inseguridad pública hacen inseguros e increíbles todos sus informes y frases con buenas intenciones, por más bien hablados y estructurados que estén los discursos. 

El empleo se cae, la economía no avanza y grandes segmentos de la población ven como espejismo aquella rosácea historia de la cuarta transformación.

Pero tenemos que ser conscientes de que AMLO apenas lleva nueve meses en el cargo. Puede enderezar el rumbo, corregir malas decisiones, y como dijo alguna vez, convertirse en el mejor presidente de México. Creemos en su objetivo central de “acabar con la corrupción y la impunidad” o el “que no haya huachicol arriba, ni huachicol abajo”

Y entonces vienen otras reflexiones crudas y jarochas: Si todo está tan bien en el país, como asegura el presidente, por qué no se ven así las cosas en Veracruz.

AMLO cuenta con la confianza de la población, pero no tiene los resultados que sostienen esa confianza. La confianza está sustentada solamente en la esperanza. Recemos porque no deje a los mexicanos y a los veracruzanos esperando.

La política debe ser la imagen diaria de la realidad.

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