El exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, se esconde desde noviembre en Centroamérica. Errante, como profesional del escapismo, salta de un país a otro usando pasaportes falsos para tratar de eludir su captura, mientras se hospeda lo mismo en casas rentadas que en hoteles de cinco estrellas.
Agencias de seguridad mexicanas confirmaron a El Financiero que durante su fuga el expriista ha estado, al menos, en las capitales de Guatemala y Costa Rica, en donde fue detectado tan recientemente como la semana pasada en las cercanías de una zona de lujo de San José, ciudad en donde su extesorero –Vicente Benítez– posee varias propiedades.
Fuentes de inteligencia de alto nivel detallaron a este diario que “toda la información disponible” apunta a que Duarte viajó primero a la ciudad de Guatemala, a principios de noviembre, cuando ya había sido expulsado del PRI y se le perseguía para responder por el desvío millonario de recursos en Veracruz.
Desde entonces y hasta hace unos días, ha vivido a salto de mata, escabulléndose de manera continua, asistido por la suerte, sus recursos millonarios, filtraciones de información o una mezcla de las tres.
En su huida, el expriista no ha sido un blanco fácil. En Guatemala, por ejemplo, brincó a lo largo de noviembre por distintos puntos de la capital, hasta llegar a una residencia rentada en la calle Cero B, en la colonia El Maestro, en la clasemediera zona 15, cerca del centro comercial Oakland. Cometió un error: una comunicación suya a México fue interceptada.
Pero para llegar a ese punto y volver a saber de la existencia de Duarte fueron necesarias varias semanas de silencio total, tiempo durante el que el exgobernador de Veracruz, en efecto, desapareció. Las agencias de seguridad perdieron su rastro a mediados de octubre, poco antes de que fuera expulsado del PRI y de que un juez girara una orden de aprehensión en su contra por el desvío de recursos públicos.
No fue sino hasta hace unos días, a finales de noviembre, que el monitoreo que se mantiene de manera permanente sobre su familia permitió detectar que se había comunicado desde el oriente de la capital guatemalteca. Fue una reaparición breve. Antes de que pudiera ser organizado cualquier operativo, ya estaba en otro punto de la ciudad.
Para una de las escalas de su exilio, Duarte eligió algo muy diferente del fausto al que estaba acostumbrado. Aunque dista de ser una barriada y tiene una caseta de seguridad a la entrada –un lujo del que no goza la mayoría de los habitantes de Guatemala–, la colonia El Maestro es un enclave insípido en el que lo poco destacable de sus casas es la afición a los muros altos y videocámaras de seguridad. Su principal ventaja, según dicen sus guardias, es la discreción.
“Quien no quiera ser visto aquí entra con marbete (tarjetón) sin que nadie sepa”, dijo un oficial a la entrada del complejo habitacional, en el que ingresan y parten de forma continua camionetas con vidrios polarizados. “Ni nosotros sabemos quiénes son los que rentan las casas”.
De acuerdo con los funcionarios de inteligencia consultados –que pidieron el anonimato por no estar autorizados a hablar del tema– Duarte ha entrado y salido del radar oficial con inusitada velocidad a lo largo de las ocho semanas y pico que ha durado su huida. No sólo cambia de comunicaciones constantemente, sino que ha usado diferentes identidades y pasa poco tiempo en un mismo sitio.
Los laxos controles migratorios de Centroamérica, en donde prácti-camente se pasa de un país a otro sin problemas, han jugado a su favor: apenas la semana pasada había brincado otra frontera, pese a que la Interpol giró una ficha roja y se le busca en más de 180 países. Que su rostro sea uno de los más reconocibles –más en una región en donde la televisión mexicana es muy vista– tampoco ha obrado en su contra.
Pero lo que eventualmente puede pesarle son los hábitos. Otra comunicación suya fue interceptada a finales de la semana pasada en Costa Rica. En esta ocasión y tras ocho semanas de evasión, Duarte recaló en un sitio más afín a sus viejas costumbres. Fue detectado brevemente en el hotel Real Intercontinental, uno de 5 estrellas con seis restaurantes, dos bares, dos albercas y spa, muy cerca de las tiendas más lujosas de San José.
Coincidencia o no, Duarte ha tenido vínculos con este país. A media-dos de este año, medios locales revelaron que su extesorero, Vicente Benítez, posee propiedades por hasta 25 millones de pesos en distintos puntos de territorio costarricense.
Consultados al respecto, los gobiernos tanto de Guatemala como de Costa Rica declinaron ofrecer comentarios respecto a la posible presencia de Duarte en ambos países.
Información de El Financiero