El historiador José Iturriaga Sauco (1912-2011), considerado uno de los doce sabios mexicanos del siglo XX, nació en la Ciudad de México y vivió sus últimos años en el estado de Veracruz, México. Fue fundador y director adjunto de Nacional Financiera, asesor de los presidentes Adolfo Ruíz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz; embajador en Portugal y la Unión Soviética. En 1990 se retiró de la vida pública y estableció su domicilio en la ciudad de Coatepec, Veracruz. Su trayectoria y aportación al país lo llevaron a obtener las Medallas Belisario Domínguez y Adolfo Ruíz Cortines.

Buscando el origen de su amor por Veracruz, Palabras Claras se trasladó a la localidad de Trapiche del Rosario en el municipio de Actopan, donde Iturriaga llegó con sus padres y hermanos siendo apenas un niño. En ese pueblo, ubicado en la cuenca del río que da nombre al municipio, conversamos con el maestro Noé González Domínguez, nativo del lugar y quien conoció al historiador, escritor y diplomático mexicano. Esta es la entrevista que nos concedió el domingo anterior:

Manuel Iturriaga, Don Ricardo Iturriaga y José Iturriaga

¿Cómo llega José Iturriaga a Veracruz?

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Allá por 1920, don Ricardo Iturriaga llega como maestro rural a Veracruz junto a su esposa María Sauco y sus hijos Ricardo, Manuel, Piedad y José Ezequiel. La familia se establece en Trapiche del Rosario, Veracruz, gracias a la generosidad de mi bisabuelo Jacinto Aguilar, quien les proporciona una casa y se convierte en compadre del maestro, al apadrinar la confirmación de José, durante una misa que se celebró en la iglesia de La Piedad, en Xalapa. De ese tiempo, a Pepe, que entonces era un niño, se le recuerda por su costumbre de montar en burro con el libro en la mano. Don Ricardo era un hombre ilustrado que hablaba inglés, totonaco y no sé cuántas lenguas más.

Por razones de trabajo, al poco tiempo la familia se traslada al municipio de Tlacolulan, donde Piedad enferma y muere por falta de atención médica. Esa tragedia, me parece que originó la separación de la familia y la madre vuelve con los hijos a la ciudad de México, con la esperanza de que logren estudiar una carrera.

Con el paso de los años, don Ricardo, ya solo y mayor, vuelve a la casa de Trapiche, que le había prestado mi familia y allí pasa los últimos días de su vida, pidiendo que a su muerte lo sepulten en el panteón del pueblo, junto a la tumba de su compadre Jacinto.

Jacinto Aguilar

Durante esos seis o siete últimos meses que vivió don Ricardo, Pepe Iturriaga  es el que viene varias veces de parte de su padre para ver cómo está su abuelo. La gente recuerda al viejo maestro en esa época, porque les ayudaba a escribir documentos para gestiones y porque salía temprano a caminar y recorrer los alrededores y regresaba a la casa ya en la tarde.

Desde el 24 de diciembre de 1959, que falleció su papa, don Pepe visitó varias veces su tumba en la época de Todos los Santos. Llegaba a la casa de Teófilo González, mi papá, y a veces se quedaba a dormir allí. La última vez que vino, antes de su muerte en 2011, cuatro paisanos lo ayudaron a subir en silla de ruedas hasta el cementerio; eso sí, cada año, antes de las celebraciones de muertos, el señor enviaba recursos para limpiar y adornar la sepultura de su padre.

¿Y cómo conociste a don José Iturriaga?

Lo conocí cuando yo tenía como nueve años de edad, cuando llegó al sepelio de su padre. Después llegaba periódicamente a la casa cuando venía al camposanto a ver su tumba y a saludar a mis padres. Con el paso de los años fue surgiendo una amistad que duró hasta la muerte de Tío Pepe, como yo le decía. Él me trataba como sobrino y siempre conté con su consejo y apoyo. Guardo un libro de él con una bonita dedicatoria a mi persona. Además, tengo una buena relación con su esposa y sus hijos.

A Siglo y Medio de nuestra Vida Independiente. Libro dedicado al profesor Noé González por Don José Iturriaga

¿Cómo se establece don Pepe Iturriaga en Coatepec?

Cuando contrae matrimonio con su segunda esposa, ambos acuerdan establecer su domicilio en Coatepec. En esa ocasión, tío Pepe me vino a ver al Trapiche para pedirme que me fuera unos meses con él a la ciudad de México y después a Coatepec, porque necesitaba una persona de confianza para ayudarle en la mudanza y organización de los 20 mil volúmenes de su biblioteca. Para hacerlo, tuve que solicitar un permiso en la Secundaria. Don Justo Fernández le prestó un tráiler. Yo supervisé y ayudé a cargar, a descargar y a volver a colocar los libros, varios de ellos con gran valor y que sólo él tenía. Esa ocasión, él y su esposa se trasladaron en un automóvil que le prestó don Carlos Slim. Cuando ya estaban todos los libros en el camión, le pregunté si yo viajaría en el coche con ellos. Entonces me dijo: “Te pedí que vinieras para que viajes en el camión junto a mis libros; tú llevas mi vida, a ti te la encargo”. Recuerdo que fue un viaje de muchas horas y que fue un verdadero problema meter el tráiler a la calle del nuevo domicilio en Coatepec.

¿Sabes cómo conoció al presidente Ruíz Cortines?

Me comentó que durante un evento cultural con estudiantes en Xalapa más o menos por los años cincuenta, él vino a dar una conferencia junto con otros intelectuales. Don Adolfo Ruíz Cortines era el gobernador y les dijo a los visitantes que era posible que supieran mucho del mundo, pero que seguramente conocían muy poco de Veracruz. Ante ese reto, don Pepe, le dijo que él sí conocía el estado y acto seguido le dio una cátedra de cada uno de los cantones en que alguna vez estuvo dividido. Años después, cuando Ruíz Cortines asciende a la presidencia, gracias a ese incidente universitario en Xalapa, invita a José Iturriaga para que sea su consejero en Palacio Nacional.

Profesor Noé González

Cuentanos anécdotas de don José Iturriaga, de sus libros y de su paso por la política

Mira, en 1944 publicó el libro El tirano en la América Latina. Esta obra, al parecer incomodó al gobierno de los Estados Unidos y le puso vigilancia “especial” a don Pepe. Él pudo ingresar legalmente al país del norte, pero utilizaba pasaporte diplomático.

Un día le preguntaron el porqué de su afán por conocer Estados Unidos, y dijo que por ser vecinos, por los tres mil kilómetros de frontera y porque casi todo lo que ocurría en México era provocado por ellos.

Cuando estuve con él en México y Coatepec, fueron meses de clases, de aprendizaje, de conocer a gente importante. Dos de los más cercanos que conocí eran Andrés Henestrosa y Octavio Paz, con quienes don Pepe iba a buscar libros viejos a Tepito y La Lagunilla. Ahí encontraron algunos tesoros literarios y de história. Le pregunté que si no se peleaban por los libros y contestó “No, porque yo buscaba de historia y ellos de literatura”. Don Pepe Iturriaga asesoraba a varios intelectuales, entre ellos a Enrique Krauze. Don Carlos Slim le hablaba con frecuencia; alguna vez escuché cuando se negó a dar una conferencia que le pedía su hija, la señora Sumi (Soumaya).

Don Pepe era un hombre de libros e investigaciones históricas. Fue un estudioso de la relación México-Estados Unidos. Alguna vez me platicó una charla con Carlos Fuentes quien le dijo que George Bush era un energúmeno. Recuerdo lo que me comentó sobre Fuentes: “Carlos se quedó corto, ese tipejo es capaz de iniciar una guerra”. Y vaya sorpresa, a los quince días de esa plática ocurrieron los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York.

Cuando deja de ser embajador, a causa de una dolencia cardiaca, su amigo Ricardo Legorreta le ofrece una comida y le pide que continúe con el proyecto de revitalización del centro histórico de la Ciudad de México, enfocado a traer más turismo a la capital del país. Pasaron muchos años, hasta que logró concretarlo con su amigo Carlos Slim. Con ese gesto de Slim, yo considero que don Pepe olvidó el rechazo que en 1964 recibió del regente Uruchurtu para ese mismo proyecto.

Otra de las anécdotas que recuerdo es cuando me narraba sus tiempos como asesor del presidente López Mateos. Don Pepe leía todos los días a temprana hora, los periódicos nacionales y algunos extranjeros, de ahi desayunaba con el presidente para informarle la situación del país en cuatro aspectos: en lo económico, en lo político, en lo social y en lo cultural.

El tío Pepe solía comentar que los millonarios lo invitaban a desayunar para escuchar sus puntos de vista, yo creo como que les daba clases. Imaginense, Hank González le envió dos carros de agencia y se los devolvió de inmediato. A don Justo Fernández, amigo entrañable de él, le rechazó una casa que le quería obsequiar en el fraccionamiento Las Ánimas de Xalapa.

Y bueno, de los presidentes yo creo que admiró a Ruíz Cortines.

Se sabe que José Iturriaga dejó una gran huella en Actopan. ¿Qué nos puedes comentar al respecto?

Don Pepe siempre le tuvo un gran amor a esta tierra. Su padre vivió y está enterrado aquí. Cuando era asesor del presidente López Mateos, varias ocasiones, mi papá, que se llamaba Teófilo González y las autoridades del pueblo, fueron a verlo a México para pedirle apoyo y obras. La primera que consiguió, fue la electrificación y el alumbrado, que recuerdo que se inauguró un día a las diez de la noche, allá por el año 61, en medio de una fiesta popular; después nos envió varios camiones con estructuras metálicas y así se inauguró en 1963 la escuela primaria “Adolfo López Mateos”, que incluso tenía casa para maestros. Años después, ayudó a que Trapiche y otros pueblos de Actopan tuvieran agua potable.

Construcción de la Escuela Primaria Rural “Adolfo López Mateos”, Trapiche del Rosario, Veracruz, México

Pero sin duda, la obra que benefició a todo el municipio, fue la apertura del primer camino engravado que hubo desde la cabecera de Actopan hasta el entronque con el camino a Alto Lucero. Creo que todo eso lo hizo por el recuerdo de su padre. Pero debemos decir que también dio varios apoyos para el mejoramiento del parque del pueblo, aportaciones para la pavimentación de la calle que va al panteón y paquetes de libros para la biblioteca de Trapiche, que lleva su nombre, y que a mí me tocó gestionar su registro. Tío Pepe me decía: “en la escuela, lucha porque los mexicanos no pierdan su identidad”.

Escuela Primaria Rural “Adolfo López Mateos”, Trapiche del Rosario, Veracruz, México; actual.

¿Qué te dejó la relación con don Pepe?

Alguna vez le pedí que me ayudara a ser presidente municipal de Actopan y me dijo:     “Cómo quieres eso, si tú no sabes nada de Actopan, a ver dime, cuál es la producción de mango, cuánta sacarosa se obtiene de la caña. No hijo, no tienes preparación para ello, yo no puedo ayudarte”. Al final entendí que él prefería que yo continuara en la docencia. Gracias a ello estuve 41 años como maestro y director de la escuela secundaria Emiliano Zapata de Actopan, hasta que me jubilé. Alguna vez me dijo que yo no sabía nada, y que tenía que estudiar. Eso hice, me puse a leer libros. Yo puedo decir que don Pepe no me dio ningún puesto, pero me dio lo mejor, cultura, que para mí vale mucho más.

Biblioteca Pública “José E. Iturriaga”, Trapiche del Rosario, Veracruz, México

Me decía “full profesor” porque según él, así decían en Harvard a los máximos profesores. Yo le contestaba “Tío Pepe, yo no soy lo máximo, yo soy lo mínimo”.

José Iturriaga fue un hombre a quien siempre se le aprendía algo. Yo lo admiraba por todo su conocimiento, por su sensibilidad social y porque él prácticamente vivía de su pensión por sus treinta años de trabajo en Nacional Financiera y en el gobierno federal. Aun así, él mismo llegó a becar con sus recursos a cinco estudiantes, incluso a una de mis hijas. Sobre su manera de ver la vida y de ver a nuestro país, me llegó a decir: “Yo no soy lo que tengo, soy lo que hago”. También afirmaba que “el poder sirve para hacer menos desiguales a los que nacieron desiguales”. Sobre la corrupción nacional, comentaba con insistencia “la honestidad es lo único que puede salvar a México”.

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