Mientras la sociedad mexicana se preocupa por la violencia y la inseguridad que sacude al país y que no disminuye, el presidente saliente continúa en sus afanes de hacer valer su pensamiento político y pretender pasar a la historia como un sobresaliente transformador, además de tratar de imponer decisiones a su sucesora.

Pero eso no es lo más delicado, sino que el mandatario actual insiste en hacer pensar a la población que después de octubre, él no dejará de intervenir en los más importantes asuntos del gobierno de la república. Es como si quisiera seguir mandando ya sin facultades legales.

Desde la noche en que triunfó Claudia Sheinbaum en los comicios, el habitante del palacio nacional no ha dejado de hacerse presente de una manera alarmante, como no se vio en los últimos presidentes salientes.

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A López Obrador poco le interesa el sentir de los mexicanos con todo y su pertinaz discurso del humanismo. Cree que su palabra es ley y que esa palabra ya es ley para la doctora Sheinbaum. 

Cualquiera en sus cabales pensaría que lo que debería estar tratando con la presidenta electa, es en el “cómo debiera ser” la respuesta del gobierno federal ante el crecimiento de los grupos delincuenciales grandes y pequeños en el territorio, en lugar de estar pensando en encuestas balines y torcidas, como aquella con la que canceló el aeropuerto de Texcoco.

En lugar de ello, persistentemente insistió e insiste en enterrar la autonomía del Poder Judicial, utilizando expresiones negativas y hasta tildando de corrupción a sus personajes más importantes. Y ahora inventó una encuesta realizada en fin de semana, que hoy dará a conocer para apoyar su idea de sometimiento del poder judicial federal.

Aunque la virtual presidenta el día 3 de junio trató de enviar un mensaje de concordia y tranquilidad, horas después fue obligada a aceptar que en septiembre harán las modificaciones constitucionales que desea AMLO. Y no fue todo. 

En un auténtico acto de soberbia del tabasqueño, ella ha debido acompañarlo a una gira nacional seguramente de despedida o de otras finalidades nada provechosas para los gobernados. Acaba de estar en Coahuila, donde tuvo un lamentable accidente la comitiva de la doctora y presidenta electa.

El que dice que se irá a “La Chingada” (su rancho tabasqueño), de manera zorruna, también ha aprovechado las circunstancias de la sucesión, para recomendar personajes a los cargos que correspondería nombrar a la próxima titular del poder ejecutivo federal.

Ya se verá en las semanas siguientes, si Claudia Sheinbaum acepta sumisamente todo lo que le mande el gobernante saliente, o si, cuidando las relaciones y las formas constitucionales, logra sacudirse de esa presión que no ayuda a una transición tersa y que inspire seguridad a los mexicanos. 

La doctora Sheinbaum, como primera mujer que ocupará la presidencia de México, cuenta con el respaldo de los que votaron por ella y de la población que apoya incondicionalmente a las mujeres que afrontan altas responsabilidades, que por fortuna es mayoría. Y quizá haga falta que se acabe el mes de septiembre para que desaparezca lo negro del horizonte. 

Los mexicanos estarán muy atentos.  

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