Cumplir la edad laboral ha sido un auténtico desafío para la generación Z, aquellos nacidos después de 1997, que no solo aspira al mayor salario inicial en la historia de sus generaciones anteriores, también repudian los puestos de empleo que no valoran el equilibrio entre la salud mental y la vida profesional.

En julio del año pasado, una encuesta divulgada por la asesora financiera Personal Capital, con sede en California, reveló que los jóvenes de entre 18 y 25 años buscaban un salario anual de US$ 171.633 para mantenerse a flote, una cifra significativamente más alta que las de los millennials y los de la generación X.

Incluso con expectativas tan altas, el dinero no es la prioridad para esta generación. En 2019, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) detectó que la generación Z se inclina más que otras generaciones a calificar su salud mental como “regular” o “mala”.

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Más de nueve de cada 10 adultos del grupo estudiado dijeron haber experimentado al menos un síntoma físico o emocional debido al estrés, como sentirse deprimido, con falta de interés, y sin motivación o energía. El dinero y el trabajo encabezaron la lista de factores estresantes.

Cuando tu cerebro simplemente se rinde

La escritora y periodista Siobhan Neela-Stock, radicada en Vermont, aprendió una lección dolorosa sobre la necesidad de apoyo a la salud mental en el lugar de trabajo en agosto de 2021, cuando sufrió un colapso agudo que la obligó a tomarse una licencia de seis semanas.

Le resultaba difícil dormir o incluso terminar una oración con coherencia. “Mi cerebro simplemente se rindió”, dijo a MoneyWise. “Creo que estaba en modo de lucha o huida”. Había soportado meses de estrés prolongado en su trabajo y llegó a un punto en el que le resultaba difícil levantarse de la cama.

Eventualmente, decidió renunciar en octubre, uniéndose a una tendencia creciente de empleados jóvenes que están reconsiderando su relación con la salud mental y el trabajo.

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