El reyezuelo gritó “que comience el show, cámara, acción”, y así inició el viaje del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa de Guatemala a México; de Guatemala, “a Guatepeor”.

Si algún resquicio de soledad había probado el ex mandatario, a partir de esa frase que se escuchó desde su celda, no tuvo un minuto a solas. Ya fueran sus guardias, la prensa agazapada para lograr la mejor fotografía de su viaje, o los mexicanos que lo esperaron para gritarle: ¡ratero! Nunca más estuvo solo.

A las 4:50 de la mañana, el otrora jerarca veracruzano salió de esa minúscula celda en Matamoros, Guatemala, ya “bañadito y acicalado”. ¡Vaya, hasta cumplió su manda! Se rasuró la barba de tres meses que prometió mantener durante su encierro en ese país.

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Esta vez intentó ocultar su nerviosismo; a ratos pudo, a ratos, no. En el hangar de la Fuerza aérea guatemalteca Javier Duarte pasó de ser un reo más, a convertirse en el “chupacabras” de nuestra época. Toda una celebridad.

El avión que salió a las 10:18 de la mañana de Guatemala dejó atrás su escape y reclusión y ahora el ex mandatario se preparaba para ¿ser juzgado?.

A decir verdad, una vez tocó suelo mexicano logró convertirse en un Nerón moderno, pues la Procuraduría General de la República (PGR) le preparó todo un desfile para su lucimiento.

Una, dos, tres, seis, ocho, 10, tal vez más camionetas blindadas “escoltaron” a Javier “Caremo”, mejor conocido entre la “flota” de la juventud. Al menos una treintena de agentes resguardaron al hombre obeso, con el rostro sin pelo como el de un bebé. No sea que se les escapara.

Así llegó Duarte de Ochoa y con él, efectivamente el espectáculo inició. Todos buscaron reflectores, hasta su archienemigo, el actual gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, que no perdió oportunidad de “montarse” en las redes sociales y exigir todo el castigo para el veracruzano.

Las televisoras dieron cuenta de cada minuto y segundo que el infame “panaderito” dio desde su salida en Guatemala, como si una visita del Papa se tratara. Poco faltó para que algún despistado saliera a su azotea y moviera un espejito para saludar su avión.

Una vez llegó al Reclusorio Norte la escena continuó. Parecía que a lo lejos se podía escuchar la voz de algún director de “Bollywood” (ese cine hindi que exagera cuanto puede una situación) diciendo: acción.

Y sí, apenas apareció en el horizonte la camioneta donde fue trasladado el ex gobernante de la voz infantil, una avalancha de periodistas, fotógrafos y camarógrafos intentaron en balde tomar su imagen.

Pero el “ejemplo del renovado priismo” está acostumbrado a imponer sus reglas, con o sin fuero; con o sin súbditos; con o sin reino, o reina, Javier no permitió que la audiencia de vinculación iniciara rápidamente.

¡Qué va! Si de lo que se trataba era de darle pan y circo a la gente; y hablando de pan, tampoco es que le cayera mal un poco del sazón mexicano, a quien le encantaba jambarse una, dos o tres tortas de La Rielera, y por eso, puso en pausa a todo el sistema de justicia penal, el reyezuelo tenía hambre.

Para guardar las apariencias, el regordete y poco simpático ex priista se tuvo que conformar con un menú de cocina económica, lo que cualquiera de nosotros come en un día “que no es quincena”.

¿Espaguetti rojo? Claro; ¿y qué tal un pollito guisado con frijol? Al plato le agregaron unas tortillitas y agua de Jamaica. Total, bien dicen que el “hambre es canija, pero más quien se la aguanta”.

Mientras, afuera su abogado Marco Antonio Del Toro daba su mejor defensa: ante los medios. Espetó dos o tres frases en las que faltó poco para llamarles “palurdos” a la PGR por la integración de la carpeta de investigación y los delitos que se le señalan.

Y el circo sigue, y seguirá, porque aún falta ver qué nuevas “locuras” se le ocurrirán a este personaje al que parece nada importarle porque su amor colegial, Karime Macías, lo sigue apoyando, al menos eso dice su “leguleyo”.

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