El día de ayer en más de 50 ciudades del país la sociedad mexicana salió a defender, con marchas civilizadas, al Instituto Nacional Electoral (INE), en respuesta a los sistemáticos ataques que el presidente de la república ha estado lanzando a esa institución autónoma, disminuyéndole presupuestos y utilizando todos los frentes a su disposición, además de estigmatizar e insultar a sus consejeros y a la propia población que le respalda. 

Por lo que se observó en ese respaldo ciudadano, la población ha mostrado que no está dispuesta a que el proceso electoral sea realizado por una instancia dependiente del ejecutivo, mermada en su autonomía o con consejeros sembrados desde la imposición palaciega, utilizando la estructura mayoritaria del partido oficial.

La construcción del actual INE fue producto del trabajo ideológico de muchos años discutido desde Jesús Reyes Heroles, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz, hasta José Woldemberg, entre otros, más la lucha democrática del país en varias décadas, misma que permitió la alternancia en el gobierno federal y estatal, después de 70 años de régimen priista. Pero el movimiento nacional de ayer tiene antecedentes color guinda. 

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Si algo están observando los mexicanos en los tiempos del lopezobradorismo es el persistente modo de gobernar con actitudes erráticas y aplicando un manual conformado por ideas obsoletas, ocurrencias y voluntarismo, utilizando una vía alejada de las maneras y disposiciones legales que establece la Constitución Política. 

Y ese alarmante modo de dirigir el país se pretende generalizarlo a la vida nacional desde la propia oficina presidencial, mediante una estrategia autoritarita que lamentablemente permea poco a poco hacia el territorio entero, queriendo imponer en todos los casos y como regla cuatroteista el monólogo sobre el diálogo. 

Pareciera que en palacio lo que más se odia o se detesta es la democracia y el respeto a la dignidad y los derechos humanos de los mexicanos. La conferencia mañanera de AMLO se aplica con insistencia para fijar la consigna predilecta de estos tiempos: “estás conmigo o eres mi enemigo; decide y atente a las consecuencias”

Ese estilo impuesto por López Obrador a lo largo de su trayectoria, es el que el político tabasqueño pretende hacerlo escuela y enseñanza y, según sus propias declaraciones o divagaciones, le asegurará trascender en los tiempos, convirtiéndolo un día en uno de los mejores presidentes de la historia, al nivel de personajes históricos como Francisco I. Madero o como Lázaro Cárdenas, además de los admirados héroes patrios encabezados por Hidalgo. 

Pero el problema de AMLO es la falta de consistencia y congruencia en los hechos y en las decisiones. Veamos algunos ejemplos: canceló en su primer año el nuevo aeropuerto de Texcoco con ‘válidos’ argumentos ecologistas, pero meses después comenzó a ignorar los razonamientos ambientales en proyectos o acciones como el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, el Programa Sembrando Vida o, en Veracruz, la resistencia a cancelar la mina Caballo Blanco que nadie quiere en Actopan y Alto Lucero por daños a los recursos naturales. Hay otros casos donde la legislación ambiental se aplica de manera discrecional según conveniencia política. La gente espera las obras y resultados de la 4T.

En el tema de la salud todo mundo le critica su pésima y mortífera gestión en la pandemia de Covid-19 y el desastre en el sistema nacional de salud, con el daño irreparable al cancelar presupuestos a los niños con cáncer y al cuadro básico de vacunación, provocando un repudio creciente en los miles de familias afectadas y en la sociedad. 

En el tema de la corrupción, su obra de Dos Bocas, realizada sobre un manglar, pasará a la historia por su falta de transparencia, costos crecientes e indicios de irregularidades y sobrecostos, asunto que llevará a la cárcel a quién sabe cuántos de los actuales funcionarios federales y estatales. Esto sin mencionar las corruptelas de Pio López Obrador y otros familiares.

En el tema de la inseguridad, ahora refrescado con el Caso Guacamaya Leaks, la historia sí le pasará una costosa factura, recordando eternamente el célebre “Culiacanazo” donde permitió la liberación de Ovidio Guzmán, uno de los imparables jefes del Cártel de Sinaloa. Tan grave, como su política de “Abrazos, no balazos”-amigable con los delincuentes-, que tiene a la nación convertida en una zona de guerra, donde los criminales señorean a sus anchas con balaceras, asesinados, secuestros, desapariciones, cobro de piso y delitos crecientes. 

Pero donde López Obrador se pasó de los límites es en el tema relacionado con sus corcholatas y el personal permiso a Claudia Sheinbaum para adelantar su campaña presidencial, convertirla en “presidenta” y en su títere en el palacio nacional, ignorando la ley en todos los aspectos y con un alto costo presupuestas y político. 

Asegurar la sucesión en la señora Sheinbaum, parece ser la causa de ese ataque feroz contra el INE y su afán de convertirlo en una oficina menor dirigida desde el poder ejecutivo federal, con consejeros a modo y sin preparación, pero con exceso de lealtad y subordinación abyecta.  

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