A más de 70 días del trágico accidente de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, las autoridades de este país no han querido encontrar culpables. En lugar de ello, se están manoseando dos opciones: la primera, encargar peritajes para hacer pasar el tiempo, y la segunda, soltar una serie de distractores de todos los calibres para llevar a otros lados la atención de la sociedad.

Uno de esos distractores fue el destape adelantado de Claudia Sheinbaum en un evento masivo del partido MORENA en el Auditorio Nacional, en el que la clamaron con un “¡Presidenta, Presidenta!”

Otro de los distractores fue la lista adelantada de tapados obradoristas a la presidencia, también la estrategia de los miércoles en la mañanera, supuestamente destinada a poner en evidencia a los periodistas en sus “falsas noticias”. Pero ha habido mucho más distractores. La realidad es que los 26 muertos y 82 heridos del Metro, lograron poner de cabeza a AMLO. Y la derrota electoral de la capital a manos de la oposición (9 alcaldías perdidas por el partido guinda) lo terminaron de enfermar.

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Pero en un acto del mayor cinismo a la alta escuela, Marcelo Ebrard Casaubón hizo su destape a la presidencia de la república, en un evento pequeño donde sus amigos y colaboradores también lo ensalzaron con un “¡Presidente, Presidente!”, buscando reposicionarlo como a Sheinbaum.

El mayor descaro en esa comida sabatina del estado de México, desvelada ayer en el periódico El Universal, lo evidenció Ebrard cuando soltó estas alegres palabras: “No hay que dejarnos confundir con el tema de la Línea 12. Nos querían sacar a la mala con eso, pero no podrán. Es muy claro que quisieron resolver lo que pasó con supuestos errores de construcción hace 12 años. Vamos a seguir trabajando, con prudencia, con eficacia. La mejor manera de competir es sacando la chamba que nos pida el presidente. Hay que apoyar al presidente; él tuvo la gentileza de incluirnos en la lista de los aspirantes al Poder Ejecutivo, y hay que tomarle la palabra”. 

La sociedad mexicana recuerda que durante su gestión como jefe de gobierno de la capital del país, Miguel Mancera fue el primero en cuestionar la obra y por ello la detuvo varios meses. Y un peritaje reciente realizado por una empresa noruega acaba de arrojar problemas de diseño y construcción imputable a la administración marcelista. Por eso no caben los disimulos y olvidos de Marcelo. Su actitud denota un cinismo inquietante, imposible de perdonar. 26 muertos y 82 heridos junto a pérdidas multimillonarias así lo corroboran.

El secretario de relaciones exteriores no sabe guardar la línea, eso es totalmente perceptible apenas verlo. Pero tratar de envolver a la población, pretendiendo guardar las irregularidades de la Línea 12 en el oscuro fondo de su armario más vergonzoso, resulta absolutamente infantil e imposible.

Este lunes en la conferencia mañanera, el mandatario nacional avaló el destape de su colaborador. Pero Marcelo se cayó de las alturas desde el 3 de mayo junto a los dos vagones mortuorios del Metro. 

López Obrador tendrá que buscar otros ases mejor apreciados en su baraja distractora. Porque la tragedia del Metro está convirtiendo a la sucesión presidencial en una auténtica tragicomedia de resultados impredecibles para la 4T.

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