En octubre de 1953 el presidente Adolfo Ruiz Cortines -que ayer fue recordado en su aniversario luctuoso- promulgó la reforma constitucional que dio lugar a que las mujeres mexicanas tuvieran derecho al voto. Han pasado sesenta y seis años y en ese lapso este país ha tenido gobernadoras, senadoras, diputadas, alcaldesas, magistradas, juezas y funcionarias en casi todos los puestos de los tres poderes del Estado y en casi todas las instituciones públicas y privadas. Ese avance legal contribuyó a un paulatino empoderamiento de la mujer en México.

Y qué ha sucedido con ellas al frente de esos cargos. Como ocurre en el mundo masculino, en todo ese grupo de mujeres privilegiadas ha habido actuaciones buenas, regulares y malas. Han destacado por los mismos valores que han sobresalido los hombres: capacidad, honestidad, esfuerzo e inteligencia. Y las mismas actitudes negativas y detestables en los varones han aparecido también en damas que es preferible olvidar. Sin embargo, algunas personas piensan que las mujeres son menos proclives a la corrupción. Cada uno tendrá su opinión al respecto.

Con la llegada al poder del presidente López Obrador, este ha impulsado a mujeres en puestos sumamente relevantes: la jefa del gobierno de la Ciudad de México, la secretaria de gobernación o la secretaria de energía, constituyen los casos más significativos.

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En Veracruz el gobernador Cuitláhuac García ha impulsado a un buen número de féminas para ocupar cargos mayores. Nombró a varias secretarias de despacho y, recientemente, promovió a Delia González Cobos como la primera mujer titular del Órgano de Fiscalización Superior del Estado (ORFIS); a Verónica Hernández Giadans, la primera “encargada” de la Fiscalía General del Estado y, en esta semana, a Sofía Martínez Huerta en la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia, lo que la convierte en la primera mujer titular del Poder Judicial del Estado. 

Los acontecimientos indican que estos son los tiempos de las mujeres en Veracruz. Tiempo de empoderamiento del género femenino y de la exigencia del respeto a los derechos humanos de las mujeres en todos los ámbitos. Tiempo en que el lenguaje inclusivo de los discursos no se debe confundir con la equidad de género, ya que en aras de esa equidad se va perdiendo el equilibrio. Que siga la lucha para que a las mujeres les paguen igual, las contraten igual y que tengan las mismas oportunidades sociales.

Ojalá y que esta etapa de mayor visibilidad de la mujer en el sistema político nacional y en esta entidad federativa, ayude a conducir a buen puerto todas las iniciativas encabezadas por mujeres y hombres, independientemente de su orientación sexual. Iniciativas como la legítima lucha contra el acoso sexual de maestros a alumnas, que llevan a cabo y enarbolaron las mujeres estudiantes xalapeñas de la facultad de Psicología de la Universidad Veracruzana, donde desafortunadamente la máxima responsable de la Rectoría no termina de mostrar la congruencia y la sensibilidad que amerita tal problema.

La sociedad espera que el ascenso de las mujeres a los niveles más altos de la responsabilidad institucional y política apoye al empoderamiento de ellas en la vida pública y privada y, más que otra cosa, que aporte ideas y actitudes nuevas y de altura que contribuyan al progreso de los veracruzanos en general, en igualdad de condiciones.

Por fortuna, la colectividad se va modificando.

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