A Margarita Ceceña, de 30 años, la rociaron con gasolina. A Luz Raquel Padilla, de 39, le echaron alcohol. Luego, a ambas las quemaron vivas. Y murieron.

Los dos crímenes que han estremecido a la opinión pública de México en las últimas semanas no son una excepción, sino una práctica común, una faceta más de la creciente violencia que enfrentan las mujeres en el país.

Así lo demuestran los datos oficiales de la Secretaría de Salud, que fueron recopilados por el portal Animal Político, y que revelan que entre enero y junio de este año, por lo menos otras 74 mujeres han sido agredidas con vapor, fuego o sustancias calientes. En todo el año pasado, se habían registrado 21 denuncias de incendios intencionales de este tipo, lo que significa que la cifra anual se ha duplicado en solo un semestre.

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Las estadísticas son alarmantes en todos sus costados, ya que siete de cada 10 mujeres quemadas tenía 18 años o más, pero el resto eran menores de edad, entre ellas una bebé que tenía apenas meses de nacida.

Además, 29 de las 47 pacientes que fueron atendidas en los hospitales se reconocieron como víctimas de violencia familiar. Solo en 18 casos no había parentesco alguno con el agresor.

“Estas tentativas de feminicidio son una forma de decir ‘aquí estuve, te voy a dejar marcada por toda la vida'”, aseguró Nadine Gasman, titular del Instituto Nacional de las Mujeres, aunque reconoció que no se han realizado estudios exhaustivos para analizar esta modalidad.

“Tenemos que saber más qué pasa y llevar a los perpetradores a la justicia y dar el mensaje inequívoco de que es inaceptable, que eso se llama tentativa de feminicidio y que esa va a ser la vara con las que se les va a juzgar, como personas que intentaron matar a una mujer”, señaló.

Conmoción

El pasado domingo, Margarita Ceceña, madre soltera de tres hijos, murió después de haber sido rociada con gasolina por su concuño en la ciudad de Cuautla, Morelos, ubicado a una hora de la Ciudad de México.

La mujer presentaba quemaduras de segundo y tercer grado en el 70 % de su cuerpo, y los primeros testimonios apuntan a que la quemaron como parte de una disputa familiar que escaló hasta llegar a la violencia física.

Apenas cinco días antes, Luz Raquel Padilla, madre de un menor con autismo que vivía en el estado de Jalisco, había fallecido luego de que un grupo de desconocidos le rociaran alcohol y le prendieran fuego. Quedó con el 80 % de su cuerpo quemado y no pudo sobrevivir.

Su historia desató una conmoción y protestas de colectivos feministas porque volvió a demostrar la desprotección de las mujeres en México.

Padilla ya había denunciado amenazas de un vecino en varias ocasiones. En mayo fue víctima de un primer ataque en el que le arrojaron cloro de uso industrial, que le dejó quemaduras de segundo grado y afectaciones en el seno izquierdo. Pero las autoridades no hicieron nada. Y la segunda agresión fue mortal.

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