Ni la millonaria trama inmobiliaria que le descubrieron no hace mucho, ni el eterno acoso de maestros a alumnas, ni las críticas dentro y fuera de la universidad o la deficiente calidad académica en la institución, le han quitado el sueño a la docta Sara Ladrón de Guevara, la primera mujer en alcanzar la rectoría de la Universidad Veracruzana.

Mucho menos le interesa la extrema violencia que sufren los veracruzanos, de lo cual y a su criterio, poco tiene de culpa y de propuesta de atención o intervención. Tampoco le preocupan los permanente problemas en el campus de Ciudad Mendoza o los señalamientos por el uso de viáticos y prebendas para acallar o manipular a maestros, a alumnos y a diversos actores de la comunidad. No le afectan las acusaciones sobre las adjudicaciones oscuras de muchos millones de pesos destinados a la conservación, mantenimiento y construcción de edificaciones universitarias.

La doctora ha superado las horas bajas de su rectorado y ha llegado a los maravillosos tiempos del ganar-ganar.

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El gobernador Cuitláhuac García acaba de pagarle al SAT el segundo abono de la deuda con el SAT, contraída en los culposos sexenios de Fidel y de Javier.  Los sindicatos SETSUV y FESAPAUV ya aceptaron y mediatizaron adecuadamente los aumentos salariales previamente negociados con ellos. Por si fuera poco, las empresas que miden prestigios y estaturas universitarias, han vuelto a “ponderar” con acierto, el nivel de la institución en el concierto nacional: La UV está entre las mejores universidades de México. Ojalá y lo crean los alumnos y los empleadores.

Y para mayor fortuna de Sara, especialistas, políticos y conexos se han pronunciado (Gracias a Dios) por la no aprobación de la inquietante propuesta demagógica y entretenedora de que el rector y las autoridades de la UNAM deben ser elegidas mediante voto universal. La propuesta morenista irá al bote de la basura, junto con la posibilidad de que el mal ejemplo cundiera como epidemia a las universidades públicas de la periferia.

Pero no es todo. El anunciado paro femenino del nueve de marzo que viene, ha dado motivo para que la reluciente rectora manifestara el total apoyo a ese parón nacional por los derechos de la mujer. El nueve, nadie se mueve. Y ha hecho suyo el legítimo planteamiento feminista. El nueve, Sara no se mueve. Al noveno año, enseguida de la conclusión de su rectorado de ocho, la cansada Sara disfrutará de un merecido año sabático para relajarse después del extenuante y patriótico ejercicio de ocho años de dirección universitaria que asegurará a México los mejores profesionales que hubieren egresado de la UV en toda su historia.            

Y va un adelanto en el mismo tenor. Una vez concluido el carnaval de Veracruz, para que no se difumine la aclaradora noticia, la brillante Sara informará que la Auditoría Superior de la Federación (ASF) la volvió a calificar con diez debido al escrupuloso e impoluto manejo financiero de los recursos universitarios del 2018.

La rectora ha resuelto magistralmente aquellos molestos problemas de acoso escolar, ha acabado con la violencia de género en los campus universitarios y está lista con brillante calzado para manifestarse en calles y plazas junto con los rítmicos jarochos de los bailables del centro de Xalapa el nueve de marzo venidero, si hace falta.          

Émula de la inolvidable Celia Cruz, Sara está plenamente convencida de que su mundo universitario y personal no tiene problemas y que la vida es un carnaval. Un carnaval, como el que vive la cúpula que rige los destinos actuales de la Universidad veracruzana.

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